Estuardo Gamalero

“La excelencia de un líder se mide por la capacidad de transformar los problemas en oportunidades.”
Peter Drucker

El efecto más directo y perceptible que nos deja la lucha contra la corrupción es el mayor involucramiento de la sociedad civil. Esta a su vez, provoca un mayor análisis y critica en el estándar de los funcionarios públicos y su gestión.

Para realizar un gabinete, primordialmente se necesitan tres cosas: madera, conocimientos y un carpintero. Ergo, para hacer un «buen» gabinete, se necesitarían: madera de calidad y un carpintero con conocimientos y voluntad para hacerlo.

En este burdo ejemplo, podemos reflexionar sobre ¿cómo sería y cuánto aguantaría un gabinete cuya madera estuviera apolillada, húmeda o podrida? o ¿Cómo luciría si en vez de un carpintero, el mueble lo talla y lo arma un carnicero o un chapucero?

El problema del buen o mal mueble lo resolvemos fácilmente, pues la oferta de esos bienes es enorme. Hay gabinetes nacionales e importados, de calidad suprema y la competencia del mismo mercado nos garantiza el control según los gustos y precio que se desee pagar.

La lógica de estructurar un gabinete o equipo de gobierno, tiene muchas similitudes con el ejemplo anterior. La materia prima, es decir, la calidad, capacidad, idoneidad y honradez del recurso humano es fundamental. El Carpintero, léase “el líder del equipo”, debe ser alguien con conocimientos, sentido común para no repetir errores pasados y en especial, con humildad para saber escuchar y tomar sus propias decisiones por convicción y no por presión.

Una notoria y considerable diferencia entre el gabinete en el contexto del mueble y el Gabinete de gobierno, es que la excelencia del primero se sujeta a las leyes del mercado: oferta y demanda. El equipo de gobierno lamentablemente no está sujeto a dicho entorno; más bien, es muy difícil encontrar gente idónea, capaz y honorable que esté dispuesta a sacrificar tiempo, ingresos y prestigio, en una batalla en la cual, los adversarios políticos no miden resultados y carecen de visión país. Los malos políticos traducen sus actos en oportunidades y amenazas para hacer negocios o incrementar cuotas de poder.

Guatemala, es una olla de cangrejos en ebullición. Un buen número de cangrejos con tara mental, para ver perpetuamente al vecino con ojos de envidia o para creer que las causas de las diferencias sociales son el color de la piel y la ideología.

El presidente Morales, tiene frente a sí, el primer reto político-constitucional: conformar su Gabinete de gobierno por personas excepcionales. Por gente que cumpla como mínimo con los requisitos del artículo 113 de la Constitución Política. Para ello, es de suma importancia que mantenga la armonía con su vicepresidente y que ambos se abstengan de hacer pactos y nombramientos a la espalda del otro. En ese sentido, la historia nos demuestra que tanto la traición como la soberbia pagan mal y son malos consejeros.

La misma Corte de Constitucionalidad en una de sus sentencias estipuló que los requisitos del artículo 113 constitucional, son oponibles a cualquier funcionario público. En otras palabras, un Ministro de Estado debe cumplir con los estándares de capacidad, idoneidad y honradez, que la buena lógica y una sana crítica demanden en el ejercicio de todo funcionario y servidor público.

El Presidente debe invitar a personas de buen currículo, de reconocida honorabilidad, de amistades no cuestionadas y por supuesto cuyo pasado no sea oscuro o contaminado por el prejuicio ideológico. La tarea no es fácil, pues la remuneración que ofrece el Estado no compite con los rangos salariales del sector privado.

Por si lo anterior no fuese suficiente, aquellas personas que estén dispuestas a aceptar el reto de servir a Guatemala, se enfrentarán al escrutinio ciudadano, a la crítica de analistas políticos con estilos que van desde el extremo libertario hasta lo «Ché-Maduro-Castro», cuyo único objetivo es vender titulares de noticias, provocar discordia, anarquía, ir en contra de los que estén a favor y a favor de quienes están en contra. Un sistema dominado por élites y caciques políticos que pueden arrinconar a las buenas personas a través de chantajes, extorsiones e interpelaciones.

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