En la obra de Herman Hesse “juegos de abalorios” hay un momento en que el maestro le dice al protagonista principal Josef Knecht “La Divinidad está en «Tí», no en los conceptos o en los libros. La Verdad se vive, no se enseña. Prepárate para luchar: bien veo que las luchas están empezando ya.” El mundo actual se encuentra viviendo una situación límite. Al igual que nuestra patria –aunque no tanto como nosotros- Estados Unidos se encuentra infestada de luchas de poder, brutalidad, corrupción, utilitarismo, nepotismo, violencia e iniquidad. Y en ese río revuelto, el pagano es el que gobierna. Trump sencillamente siguió el consejo del personaje de Hesse y triunfó ¿habrá un porqué? Analicemos posibilidades.
Primero, cuál fue el pecado de Kamala: no lo sabemos, lo intuimos. En USA el partido, en la opinión de mucha gente, se alza sobre el individuo. El partido Demócrata, en estos momentos, es visto por muchos correligionarios y extraños en trapos de cucaracha. El Republicano se considera prácticamente desaparecido: ninguno de los dos ofrecía alternativa. En cambio, el trompismo, esa nueva corriente y al alza, tenía cabeza visible. De eso no se percatan aún los partidos, ¿están próximos a su fin? Probablemente.
Toda la campaña electoral americana estuvo embadurnada de lo que llamaría política de género; antagonismos personales que enmascaran incluso lo étnico y cargados de mucha crueldad, sadismo, egoísmo salvaje, que se diluía en medio de una representación teatral en que la estrella indudablemente era Trump. Mentiras, fallas de convivencia, desunión, verdades a medias y poca realidad inundaron los discursos campaña. Trump es un fanático convencido de que el éxito colosal de una persona o una nación, se mide en poder y bienes, sin importar su origen y adquisición o sobre quién pase. Eso ha generado desde hace tiempo admiración y neutralizado cualquier oposición.
En pueblos que viven permanente frustración, como lo viven los actuales y de ello no se salva el norteamericano, cualquier voz que se eleve con un tono de “Emoción”, en el cual se experimente como generalidad un agrado o placer cargado de esperanza, penetra las entrañas humanas del pueblo. Trump lo supo hacer y lo venía haciendo desde que su contrincante vencedor en la justa anterior, tomó el poder y lo apabulló sin derrumbarle. De esa suerte, se formó en la conciencia popular un movimiento trompista determinante y protector hacia el centro de su identidad, incluso bastante tergiversado “no importan los medios, lo importante son los fines” ¿no huele eso a nitchneano? Un pueblo que es consiente, que pierde soberanía y poderío moral, en que la confusión de los valores y los conceptos son empañados por la emisión de mentiras, se aviene a cualquier esperanza y esa esperanza la da mejor y más, el que está en esos momentos vapuleado por el poder.
No cabe duda, Trump con una energía extravagante (cargada de mentiras) acaparó el corazón de sus conciudadanos y conquistó el poder de nuevo. Falta ver si de nuevo se cumple el siempre presente históricamente engaño de, solo cambio de manos de poder y riqueza, sin que cambien responsabilidades y deberes, y de nuevo veamos caer en la alienación a la población. Ojalá el gobierno de Trump cumpla lo de aquello de que en cada comienzo hay un hechizo y sea este para bien. Que no busque resultados sin preocuparse de los medios, como ya lo hizo antes. Que construya con hechos y no con jactancias.