La celebración de los Santos Difuntos representa un momento de meditación al respecto de todos aquellos que se han adelantado en su trayecto de la vida y han pasado a ese espacio o espectro del infinito, esa condición en la cual ya no están con nosotros, pero continúan rondando en nuestras vidas como esos espíritus que nos protegen –como suele describirlos Isabel Allende-. Y, sin duda, es así.
Las personas queridas y cercanas que nos han dejado disfrutando de la vida, pero que con su muerte nos provocan o dejan un enorme vacío, principalmente cuando se resienten las ausencias, se retorna hacia su convivencia y se recrea el recuerdo de momentos compartidos alegremente.
Muchas personas en mi vida han partido, pero su presencia se torna permanente, principalmente cuando evocamos pasajes, espacios, momentos, festejos, charadas, bromas, pero también cuando nos toca rememorar recuerdos un poco ingratos que nos dejaron un mal sabor de boca, pero que la presencia de estas personas marcaron con su solidaridad en estos hechos, una reiteración de la amistad o de la familia.
Muchas veces retorna uno a ellos, sin querer en ciertos momentos, para evocar su memoria, o bien recordar cuestiones propias que vivimos. Me pasa mucho con mi padre, cuando en su enciclopédico conocimiento sobre marimba, las piezas y los autores, trato de recordar el nombre de alguna bella armonía e inmediatamente me digo, mi papá me hubiera dicho todo lo concerniente a la misma, pues con su legado y el del abuelo, me adentré en este género musical, con lo cual conozco bastantes piezas y autores, pero me quedo corto.
Mi madre, vive presente en mí, sin duda, me llama mucho la atención que varias de sus expresiones con refranes son parte de mi léxico diario, e incluso algunas expresiones de español que hoy seguramente son poco conocidas, me llevan a ella cuando digo, “no me gusta comer esas galguerías (chucherías hoy)”, “ese señor es un chabacano (malcriado)”, “se dieron una gran zangarreada (pelea)», “tengo mucha armonía (curiosidad) de saber sobre tal asunto”, “esa persona vive en una lejura (lejos)”.
Igual hay que sumar muchos dichos, que justamente estos nacen de la cultura popular, pero que le impregnan al español un sabor diferente y que colocan la reflexión oportuna ante determinada conversación o momento difícil. Así, entre otros, mi mamá decía “el buey solo muy bien se lame”; o aquel otro de “no por madrugar amanece más temprano”; “no todo lo que brilla es oro”, “el muerto y el arrimado cada día más, más pesa y más hiede”, “para un coche un chiquero” y otros similares.
Así que todos en estas fechas estaremos recordando a personas queridas, que seguramente faltarán en estas celebraciones puramente familiares, por lo que su evocación se torna inmediata, puesto que dejaron en nosotros la dulzura de sus dones como seres humanos o bien la persistencia de su presencia en nuestras vidas como amigos y amigas, por ello en estas fechas podremos hacer un alto en la celebración para recordarlos.
Fredy Amilcar Aquino, fue uno de mis grandes amigos y hermanos de la vida, a quien recuerdo permanentemente y cada vez que nos reunimos con mis camaradas del grupo en el cual Fredy era parte, siempre lo recordamos, pues se pasaron cuatro años de su partida y no olvido un pasaje que convivimos, el cual yo estoy seguro que Fredy sabía que era el último, como fue aquella noche donde “Checha”, allá en la zona 1, Fredy sabía de su mal, por ello también quería alargar esa velada que yo llevo en mi pensamiento y sentimiento, pues fue su despedida.
Así que seguramente en la degustación y convivencia alrededor del fiambre y de los postres propios de la época todos tendremos la oportunidad de disfrutar en familia, pero además tendremos la oportunidad de detenernos un momento para recordar a todos nuestros difuntos queridos y no olvidados.