El 1 de noviembre lleva consigo aromas de tradición, arte, espiritualidad y reuniones familiares en cada hogar guatemalteco.
La conmemoración del Día de Todos los Santos lleva consigo diferentes expresiones, algunos culinarios, otros de visitas a los camposantos donde están los seres que ya partieron y otro que, admirados, llegan a las tierras de Sumpango a atestiguar los mensajes en sendos barriletes.
Oscar Yat del grupo Cerbataneros, señala cómo detrás del arte, también hay un sentido espiritual en cada uno de los barriletes.
«Nosotros lo ofrecemos a nuestros seres queridos que ya partieron. Ese es nuestro primer punto. Esa cuestión ceremonial, o conmemorativa, y le agregamos lo artístico que de alguna manera ha evolucionado con los años», explica.
En Sumpango es muy normal ver entre sus calles los murales y los barriletes, desde las más pequeñas dimensiones hasta la inspiración para las más grandes.
«El contacto con los barriletes es muy cotidiano en tamaños pequeños, tradicionales, de faja, de petate, huipil y cuando vamos ya nos nace la inquietud de hacerlo colectivo y ahí nacen los grupos», asegura.
Desde el calor del hogar, donde Cerbataneros comienza noche a noche el trabajo del barrilete, hasta trasladarse a un lugar más amplio para ensamblarlo, «el trabajo nos recuerda una celebración particular de nuestro país».
«Se une con la comida, los olores, los colores y los sabores que existe. Entre todo eso, los jocotes, elotes, el traguito, la música, las flores. En esa gama de cosas está el barrilete», indica Yat.
Las mediciones, la mescolanza de agua y goma, la paciencia, todo con la finalidad de rendir homenaje a los sumpangueros, a las personas insignes, al ciudadano de a pie.
«El barrilete nace en el contexto de celebración del Día de los Muertos, sin esa celebración no hay barrilete», señala.
Los esfuerzos finalmente se ven compensados. Desvelos, coordinaciones, trabajos, al «llegar a la cúspide el último día, de pronto decir estoy vivo otro año más y estoy acá, esa parte ya la hemos compartido con los compañeros… solo se hace una vez al año y esa vez no vuelve más», asevera Yat.
Finaliza el 1 de noviembre y si Dios así lo permite, será hasta 2025.
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