Edmundo Enrique Vásquez Paz

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En estos tiempos de tan gran tribulación planetaria (política, social y ambiental) en los cuales, también, se están dando importantes desacomodos en nuestros países y regiones, resulta sano poder recurrir al pensamiento de los preclaros. Es importante saber reconocer el conocimiento, las inquietudes, los sentimientos de los grandes pensadores y humanistas para facilitar nuestra mejor comprensión de las cosas y la mejor manera de orientar nuestro razonamiento y nuestro juicio.  

Circula por las redes el texto de unas cartas que intercambiaron en 1932 (antes del ascenso de Hitler al poder en Alemania) el gran Albert Einstein -físico alemán, quien, en su búsqueda por una explicación o fórmula unificada para entender el universo, concibió la teoría de la relatividad que cambió la comprensión que se tenía del tiempo- y el no menos inmenso intelectual del siglo XX, Sigmund Freud -médico austríaco,  que concibió el psicoanálisis en su afán por contribuir a explicar la forma de operar de la mente humana.

Pienso que es conveniente conocer algo sobre lo que los inquietaba. Las que aquí incluyo son solamente algunas de sus ideas; pero suficientes -creo- para despertar la inquietud de saber más sobre ello. Básicamente, transcribo. El texto completo se puede consultar en https://courier.unesco.org/es/articles/por-que-la-guerra-carta-de-albert-einstein-a-sigmund-freud. Aparece allí, ambos textos: el de la carta de Einstein y, también, la respuesta de Freud.

Dada su extensión total, mis extractos los presento en tres artículos consecutivos. Cuando los textos son copias literales, van entrecomillados (“ “). Señalo entre paréntesis […] sitios en los que existe texto original que no incluyo porque, aunque importante, no es indispensable para la comprensión de las siguientes ideas; o cuando anoto algo para aclarar el contexto. Las negrillas las he colocado yo, con el ánimo de llamar la atención sobre algunas de ellas.

Einstein 

Se cuestiona Einstein: ¿Existe algún medio que permita al hombre librarse de la amenaza de la guerra?” y le escribe a S. Freud esperando que “ilumine el problema [consistente en cómo resolver las diferencias entre conjuntos de humanos sin necesidad de recurrir a la violencia] con la luz de su profundo conocimiento de la vida instintiva del hombre”.

Confiesa Einstein que, para él, “solo hay una manera sencilla de abordar el aspecto superficial (es decir administrativo) de la resolución de los conflictos: el establecimiento, por consentimiento internacional, de un órgano legislativo y judicial para resolver cuantos conflictos surjan entre las naciones”. Y, luego, constata que “hay un hecho con el que tenemos que contar: derecho y fuerza se hallan inseparablemente unidos, y las decisiones judiciales se aproximan al ideal de justicia de la comunidad […] en la medida misma que en que esa comunidad puede reunir las fuerzas necesarias para hacer respetar su ideal de justicia. Pero hoy estamos muy lejos de poseer una organización supra estatal que sea capaz […] El fracaso no nos deja resquicio para dudar de que […] intervienen poderosos factores psicológicos que paralizan tales esfuerzos. Algunos de estos factores son fácilmente perceptibles. La apetencia de poder que caracteriza a la clase gobernante en todas las naciones se opone a cualquier limitación de la soberanía […] Pienso aquí en particular en ese grupo poco numeroso que encontramos en todos los países y que forman individuos que, indiferentes a las razones e intereses sociales, consideran la guerra y la fabricación y venta de armas simplemente como una ocasión para obtener ventajas particulares y ampliar el campo de su poder personal […]”.

Posteriormente, Einstein plantea las incógnitas más concretas que él desea esclarecer y para lo cual recurre a Sigmund Freud: “¿Cómo es posible que esa minoría consiga poner al servicio de sus ambiciones a la gran masa del pueblo que de las guerras solo obtiene sufrimiento y empobrecimiento? […] ¿Cómo es posible que la masa, por efectos de esos medios artificiosos [se refiere a la escuela, la prensa y, generalmente, la iglesia] se deje inflamar con tan insensato fervor y hasta el sacrificio de la vida? ¿Existe la posibilidad de dirigir el desarrollo psíquico del hombre de manera que pueda estar mejor armado contra la psicosis de odio y de destrucción?”.

Sigmund Freud (sobre la violencia y el derecho)

Freud le responde a Einstein poco tiempo después. En su texto, hace referencia a aspectos puntuales del texto de Einstein. Son aportes que ofrecen gran claridad sobre conceptos generalmente mal comprendidos (por ejemplo, la relación entre la fuerza/violencia, las armas y el derecho) y que reflejan su gran lucidez. A continuación, rescato algunos de ellos.

“Comienza usted planteando la cuestión del derecho y la fuerza. Es ese, sin duda alguna, el punto de partida de nuestra investigación. ¿Me permite usted que reemplace el término «fuerza» por el más incisivo y duro de «violencia»? Derecho y violencia son actualmente para nosotros una antinomia. Resulta fácil demostrar que el primero deriva de la segunda”.

[…] “Los conflictos de intereses que surgen entre los hombres se resuelven […], en principio, por la violencia. Así sucede en todo el reino animal, del que no podría excluirse al hombre”. 

“En los orígenes, en una horda poco numerosa, la superioridad de la fuerza física decidía lo que debía pertenecer a uno u otro o cuál era la voluntad que debía respetarse. La fuerza física va a ser secundada y pronto reemplazada por el recurso a las armas: saldrá victorioso el que posea las mejores o el más diestro en su manejo”. […] La intervención del arma señala el momento en que la supremacía intelectual comienza a sustituir a la fuerza bruta; el objetivo final de la lucha sigue siendo el mismo […]”.

“Sabemos que esa situación ha ido evolucionando y que un camino ha llevado de la violencia al derecho, ¿pero, ¿cuál? No hay más que uno, a mi juicio, y es el que muestra que varios débiles unidos pueden hacer frente a uno más fuerte”

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