Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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No nacemos sabiendo vivir como seres humanos. Aprendemos a vivir. No nacemos resilientes. Aprendemos a ser resilientes y lo somos bajos ciertas circunstancias. Como los materiales de ingeniería y materiales de construcción son resilientes bajo determinadas cargas. En ingeniería civil, mecánica y metalurgia se usa el concepto de resiliencia para describir materiales que pueden recuperar su forma luego de ser elongados o de tener una carga, esto es, obedecen la Ley de Hook, que describe que la fuerza que se aplica a un material es proporcional a su elongación y que luego de la fuerza, o sea, cuando se retira la fuerza, el material retorna a su elongación inicial. Se dice que el material es elástico o que fue sometido a una fuerza dentro de su zona elástica. Pero todos los materiales pueden rebasar su zona elástica y al hacerlo luego de la aplicación de una fuerza pueden quedar deformados. Se dice que no son resilientes.

El ser humano es mucho, muchísimo más complejo que materiales de construcción. Para superar la adversidad requerimos recursos económicos, políticos, culturales, emocionales. Si bien la resiliencia tiende a ser valorada positivamente como mecanismo de adaptación, ya sea individual o social, también tiene la connotación «del que aguanta golpes y queda como que sí nada». En un meta análisis (Lee), esto es, un estudio de muchos estudios sobre resiliencia psicológica se encontró que los factores de riesgo incluían: ansiedad, depresión, afecto negativo, estrés percibido. Cuando tenemos problemas que parecen insuperables, como la cooptación del sistema de justicia de Guatemala o como un crédito que no podemos pagar u otro, si nuestra tendencia es una percepción negativa, llevamos las de perder. En ese sentido parece que una actitud positiva, aún ante los problemas de la vida, nos ayuda a afrontarlos y resolver aquellos que se pueden resolver.

Aquella canción tan hermosa de Violeta Parra: «Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me dio dos luceros, que cuando los abro, perfecto distingo lo negro del blanco… gracias a la vida que me ha dado tanto, me ha dado el sonido y el abecedario, con él las palabras que pienso y declaro…». Esta hermosa canción también refleja que un evento clave de la resiliencia es el agradecimiento, un pensamiento positivo, pero no de la psicología barata, sino más bien realista de las problemáticas que tenemos, de aquellas que podemos resolver y de las que no podremos resolver.

En Guatemala, y antes de ser Guatemala, hemos sido resilientes. La resiliencia comunitaria que hemos mostrado nos ha permitido sobrevivir después de enormes retos y desastres. Ahora estamos en un momento difícil para nuestra historia social. Hemos sido cooptados por unos pseudolíderes politiqueros que se han encargado de usurpar cargos públicos para su beneficio personal. Esto ha llevado a que las instituciones también fueran cooptadas de tal forma que hay toda una red de corrupción en las instituciones públicas y en las empresas privadas que participan del uso de los recursos del Estado para brindar servicios como servicios de salud, construcción de obra pública y otros. El sistema se ha corrompido a tal extremo que no es posible realizar obra pública sin que la corrupción esté presente. En ese sentido hay instituciones públicas cooptadas por la corrupción y empresas privadas que cooptan dichas instituciones, junto a funcionarios públicos.

Estos corruptos nos han puesto en una posición donde no requerimos ser solamente resilientes. Cierto, la resiliencia es importante, pero junto a la resiliencia es la acción, la toma de control, la agencia. Esto es, ciertamente las condiciones en las que han tomado el control social de las instituciones podrían hacernos sentir impotentes. Eso quieren los corruptos que sintamos. Posiblemente ese sentimiento es tan poderoso que solamente lo sentimos, pero no lo hemos llevado al plano de la reflexión. ¿Cómo es posible que toda nuestra vida social dependa de un fiscal general corrupto que se cree superior a todo, la ley, la constitución, nuestro voto? Por eso la resiliencia debe ir acompañada con nuestra acción transformadora desde donde estamos. Eso lo debemos hacer por mejorar nuestras condiciones de vida como guatemaltecos, lo debemos hacer porque tenemos los índices de desarrollo humano más bajos de América Latina, lo debemos hacer por dignidad.

La transformación social que requerimos exige que participemos los y las guatemaltecas de todos los niveles sociales, de todas las creencias, todos y todas. Hemos sido resilientes y eso ha hecho que sobrevivamos. Ahora, debemos ser más que resilientes. Ya hemos soportado el ataque feroz del Pacto de Corruptos, este pacto hecho de pseudoempresarios que quieren seguir viviendo de la corrupción, algunos organizados en sus cámaras empresariales, en particular Fundesa y su evento estrella Enade, el Encuentro Nacional de la Empresa Privada que esta semana se hizo famoso porque invitó a la fiscal general, si a esa misma, a que hablara sobre certeza jurídica. ¡Válgame Dios! Solamente en la cabeza de estos corruptos, quienes realmente han normalizado la corrupción y por lo tanto la incerteza jurídica, solamente en su cabeza perversa, les cabe invitar a la persona que representa, que es, que vive de la injusticia, a la misma persona que ha sido declarada non grata en decenas de países.

El camino de la construcción de nuestra democracia requiere resiliencia, pero requiere más que resiliencia, requiere participación . Hemos sido resilientes, pero aún no logramos encontrar la mejor forma de participar políticamente. Lo hicimos en el 2023 cuando defendimos nuestro voto, rompiendo viejas dicotomías. Ahora debemos buscar formas de participación de tal forma que rompamos con la cooptación a la que hemos sido sometidos. Muchas veces no protestamos porque también han sembrado miedo y han inculcado indiferencia. Debemos salir de ese letargo. Pero la construcción de nuestra democracia también requiere dignidad, dignidad como la del ministro Félix Alvarado quien al llegar a Enade se encuentra que la fiscal general era invitada para hablar sobre certeza jurídica. El ministro se retiró y explicó que «no es posible que acojamos a personas que están señaladas en múltiples países por actos de corrupción». Eso es dignidad.

Para construir nuestra democracia debemos ser resilientes, pero no basta. Debemos participar políticamente, pero eso no basta. Debemos fundamentalmente tener dignidad. Construyamos entonces una democracia digna. Si no es ahora, no será nunca.

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