Podríamos decir que a Ejecutivo inmovilizado, corrupción activa, ya que éste, en estos momentos, no posee sus propios poderes de defensa, y lo peor, dirían los antiguos, no tiene la capacidad espontánea de cambiar su estructura, ni tampoco de regular en términos de honestidad y justicia funciones.
Si el Ejecutivo carece de sus propios poderes de defensa, no tenerle confianza es un imperativo hipotético de parte de la población. En estos momentos lo más doloroso es esa quietud del Ejecutivo. Pareciera que para el señor Presidente y su gabinete, su actuar político está en la paciencia y el diálogo, y más que en esto, en acuerdos tácitos con los que detectan el poder sin merecerlo. Pareciera que tal acuerdo para el actual gobierno, consiste en un: me dejas continuar, me apruebas el presupuesto y no tocas al partido y en consecuencia te dejo un espacio para… lo mismo. Ese método de resolver, tiene algo de tenebroso y contiene una pregunta ¿quién gana? Y en la respuesta bien poco cabe esperar que ello apunte a una verdadera búsqueda de bienestar y desarrollo de mayorías y una reingeniería de las instituciones de Estado a fin de erradicar corrupción. De ahí que el pueblo muestre impaciencia ante los sucesos nacionales que se están produciendo, y esté temeroso del hacer actual del Ejecutivo y considere con incredulidad la cura de la corrupción. Definitivamente todo apunta y parece evidente, que no será el Ejecutivo el que ganará al pacto de corruptos, al menos en este momento, y ni tan siquiera cabe en la mente popular, que podrá fijar compensar o enmendar errores y abusos que se cometen en su propia casa y mucho menos hay señales de la presencia de cambio a un juego honesto y correcto, y de rectificar desvíos y corregir y enmendar grandes estructuras favorecedoras de todo tipo de desmanes y actos ilícitos. Insisto una vez más. No podemos abandonar al Ejecutivo ante tremenda tarea que hay por realizar, manteniéndonos en nuestra inercia de conformismo, pues con apatía, lo que logramos es sostener y apoyar el pacto de corruptos. Nada hay más doloroso para el alma de una Nación, después de que los sentimientos se han visto acelerados por una rápida sucesión de acontecimientos que no dejan respirar a cortes y justicia que benefician a los malos, que la calma mortal de la inactividad y la certeza que nos privan tanto del miedo como de la esperanza. El Ejecutivo está más que necesitado de que el pueblo lo sacuda ¿será eso posible?