No se entiende el oficio del periodista sin que exista libertad de expresión y por ello cuando se celebra el Día del Periodista es importante recalcar la importancia que tiene la plena vigencia de ese derecho que siempre resulta tan molesto a los que detentan el poder porque quisieran que todo lo que se dice y publica sea a tono con el coro de las adulaciones que les embriagan cotidianamente. Antes de llegar al poder ya están recibiendo elogios que los colocan en el mismo Olimpo y, por supuesto, cuando se produce cualquier crítica, la misma es vista como malsana, producto de perversas intenciones o, en el mejor de los casos, producto de gente que “no entiende” cómo son las cosas o por lo menos, cómo se ven desde las alturas.
Preocupa mucho el futuro de la función periodística cuando está por instalarse un gobierno cuya cabeza ofrece respetar el derecho de la libertad de prensa siempre y cuando los periodistas “se apeguen a la verdad”, concepto sumamente complejo porque falta definir qué se entiende por verdad y la verdad de quién es a la que hay que apegarse. Creemos en el ejercicio responsable de la libertad, pero entendemos claramente que no es función del gobierno calificar lo que se publica. Nuestra Constitución establece amplia facultad para expresarse sin que pueda existir censura previa ni interferencias que saltan a la vista cuando un político pone condiciones, hay que preocuparse.
Ninguna libertad puede ser absoluta porque todas tienen límites justamente en donde principia el derecho de los demás. La nuestra, la de expresión y de prensa, no pueden arrollar y violentar derechos de otras personas y nuestra legislación establece los mecanismos para reparar daños causados por expresiones que sean falsas, injuriosas o calumniosas, pero debe ser conforme a los mecanismos que la misma ley establece que se hagan tales reparaciones que van desde la publicación obligada de rectificaciones, la compensación por daños y perjuicios causados o hasta penas de cárcel.
Pero no es competencia de ningún Presidente decidir cuándo una publicación se apega a la verdad o no. Puede ser un resbalón de Jimmy Morales, pero la verdad es que las campanas de alerta suenan cuando se hace una afirmación de ese tipo y es de suponer que se vienen tiempos duros, acaso producto de la influencia de tenebrosos personajes que actuaron en los gobiernos represivos del pasado en los que se silenció de manera brutal a tantos comunicadores sociales. Estar alertas es una obligación no sólo para defender al gremio, sino para garantizar a los ciudadanos el derecho a la información.