Eduardo Blandón

ejblandon@gmail.com

Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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 “No son las cosas las que nos perturban, sino las opiniones que tenemos de ellas”.
Epicteto

Hace apenas dos días murió Sammy Basso a los 28 años, el reconocido científico italiano que sufría el “síndrome de la progeria de Hutchinson-Gilford”. Esa extraña enfermedad que tiene una prevalencia de un caso entre 20 millones.  Su caso ha aparecido en los medios de todo el mundo, entre otras razones, por el carácter de una persona que luchó por dar valor a su vida.

He recogido en la prensa que la progeria de Hutchinson-Gilford es un trastorno genético progresivo que causa un envejecimiento acelerado en los niños que la presentan y cuyos signos suelen empezar a mostrarse durante los primeros dos años de vida. Cuando aparece, el paciente comenzará a manifestar características de una persona de edad avanzada: arrugas en la piel, caída de pelo, problemas en los huesos, en las articulaciones y padecimientos cardiovasculares. El promedio de vida del enfermo es de 15 años.

Puede que Basso refuerce la idea de que la felicidad sea una elección, pues ocupó su corta vida en la investigación de la patología en la que él mismo fue sujeto de experimentación. Para ello se licenció en Ciencias Naturales en el intento de encontrar terapias para ralentizar el desarrollo del mal que lo aquejaba.

Si la vida no es fácil para el sujeto promedio, quizá los retos para algunos en condiciones adversas lo sean todavía más. Y el mundo está lleno de héroes desconocidos, ausentes en la prensa, que muestran su determinación por vivir aún en estados de desolación en un enfrentamiento contra la suerte.

Fijarse en ellos es fundamental porque a menudo somos frágiles, teniendo mejor fortuna que la mayoría. Es como si nuestra mochila llena no fuera suficiente y experimentáramos el vacío de quien vive el despojo.  Tal vez sea esa posición inmejorable la que disminuya nuestra capacidad de resistencia.

Cada caso es distinto, claramente. No se trata de trivializar las afecciones personales.  La empatía pasa por extender puentes y significar amorosamente la vivencia de los demás. Sin embargo, la ternura debida, transformada en proximidad afectuosa, también obliga al esfuerzo por ver la realidad desde perspectivas que fortalezcan el carácter para un intercambio gozoso.

El coraje se hace necesario. Y el ejemplo de Basso nos vitamina. Genera anticuerpos contra el desánimo, la vulgaridad de una vida desbordada. Puede que nos motive a salir de callejones sin salida, esa infelicidad donde privan las tinieblas, el frío, el miedo y la ansiedad.

Hay que ayudarnos para recuperar la luz que somos todos.

Sammy hizo su parte.  Fundó la “Asociación Italiana de Progeria Sammy Basso” para apoyar económicamente a las familias con progeria y brindó entrevistas en la televisión para compartir sus experiencias. En una de ellas, con el optimismo que lo caracterizaba dijo:

“Esta investigación es absolutamente increíble para mí y para todas las personas con progeria. Cuando yo nací, nadie sabía nada sobre la enfermedad y no había científicos que la estudiaran. Hace unos años, incluso hace unos días, nadie podría haberlo imaginado, pero ahora sí. Ahora podemos tener esperanza en llegar a una cura”.

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