Es importante disponer de una eficiente y honesta Corte Suprema de Justicia que actúe conforme a derecho para acabar con los privilegios que se han asegurado aquellos que operan dentro del amplio marco de la corrupción existente en Guatemala y falta ver si la electa lo hace. La autoridad de la CSJ es fundamental, no solo para enderezar entuertos sino también en cuanto a la conformación del sistema de tribunales ordinarios en los diferentes ramos de la administración de justicia.
Pero no podemos pasar por alto el papel fundamental que tienen que jugar las distintas Salas de Apelaciones que conocen en segunda instancia los recursos o quejas que se presenten contra los fallos dictados por los jueces de instancia y, lamentablemente, hemos visto en Guatemala que así como hay jueces apalabrados que destruyen la justicia, también existen Salas conformadas por magistrados que ni siquiera se preocupan por guardar apariencias de honradez y decencia.
Una revisión de cómo ha operado el sistema desde hace muchos años es fundamental para entender la vital importancia que tiene la decisión que ahora tienen los diputados para proceder, de conformidad con lo ordenado por la Corte de Constitucionalidad, con la elección de quienes serán magistrados de las Salas de Apelaciones. El amaño de la justicia se ha logrado a cabalidad, no sólo con el manoseo de las Comisiones de Postulación -que implica el manoseo de mucha de la academia, hasta el Colegio de Abogados-, sino también el que ocurre en el Congreso de la República donde hasta construyeron un búnker para guardar el dinero que se repartía a los diputados para que votaran en contra de los intereses del pueblo y a favor de los intereses de las mafias.
Por mucho tiempo nuestra indiferencia, como ciudadanos, alentó a los pícaros a crecer en materia de control del sistema de justicia, mismo que terminó desplazando a los jueces más capaces y honestos para dar espacio a aquellos que operan como títeres de los sinvergüenzas, para lo cual el papel de la CSJ es y ha sido fundamental. Si vemos cómo muchos de los sindicados, con abundantes pruebas, en casos de corrupción han “solventado” sus casos, observaremos que ha sido en las Salas de Apelaciones donde lograron las milagrosas resoluciones que no solo les dejan en libertad sino hasta les devuelven el dinero mal habido.
El año pasado el guatemalteco dio un golpe de timón en las elecciones y otorgó un claro mandato en contra de esa corrupción que ha hecho tanto daño y empobrecido a tanta gente. Hoy tenemos que ratificar ese mandato con una vigilancia cívica del proceso para identificar plenamente a los que siguen empeñados en controlar la justicia para garantizarse impunidad.
El martes necesitamos que la mayor cantidad de gente comprometida con la justicia, tenga un espacio en las Salas de Apelaciones.