Juan José Narciso Chúa

La situación actual no pinta bien. Todo el esfuerzo desplegado para acabar con un gobierno irresponsable y cleptómano que la ciudadanía realizó, parece que se eclipsa ante una configuración socio político que deja más dudas que certezas sobre el futuro inmediato. La clase política se replegó tácticamente buscando mejores momentos y parece que en la actualidad encuentra campo fértil para seguir, retoma fuerzas para rearticularse alrededor de una coyuntura que se le presenta propicia.

En el Congreso de la República se evidenció una fiebre por la emisión de diferentes cuerpos legales, como si la cantidad superara la calidad, por supuesto, que también es necesario verlos trabajar más, pero aunque algunos marcos jurídicos aparentan constituir nobles aportes, todavía falta por ver cómo reaccionan los grupos fácticos interesados en que no se hagan cambios en determinadas aspectos como las tarjetas de crédito. Sin embargo, ciertas bancadas sí tuvieron la intención de introducir reformas importantes en leyes como la de contrataciones, pero pareciera que al final se dejan resquicios evidentes en donde la juerga de contratos y contrataciones amañadas continuará inexorablemente.
El actual gobierno de transición ha tenido sus luces, pero también destaca sus sombras e inconsistencias, principalmente al observar la inclusión de cuadros que constituyen ejes solapados de grupos de interés que buscan mostrar su lado más transparente, pero a la vez envían mensajes claros en donde se muestran solícitos y dóciles no sólo a los conservadores, sino al sistema en general.
Las élites retoman sus posiciones anquilosadas mostrándose contundentemente reacios a cualquier propuesta que apunte a introducir nuevos impuestos, principalmente a aquellas fuentes de riqueza en donde ellos se sienten mancillados y atropellados. Seguramente hoy ya no estarán muy contentos con el Comisionado de la CICIG, ante tal afrenta. Igual ocurrió unos años atrás cuando un insigne economista de corte monetaristas Haberger, hizo una evaluación de la situación económica a nivel nacional, contratado por el propio CACIF y la Universidad Francisco Marroquín y una de sus conclusiones fue que era necesario incrementar la carga tributaria, atrevimiento que se repudió inmediatamente.

Es difícil pensar que el futuro gobierno consiga articular un esfuerzo plural, con un equipo que integre gente proba, profesional, conocedora de la realidad del país y de los vericuetos del Estado, pareciera que más bien se está presionando mucho para colocar los cuadros más propicios que las élites demanden para conseguir que la situación termine de “normalizarse”, según ellos y así mantener su control hegemónico sin el menor atisbo de cambio.

Estamos ante una situación que puede llegar a ser crítica si no se hacen mutuas concesiones buscando una nueva configuración social; si no se apunta a profundizar efectivamente un mercado más abierto bajo condiciones de más competencia y menos concentración. Ello apuntalado por un Estado que debe reconocer sus enormes falencias e irresponsabilidades para que asegure una dotación digna de servicios públicos esenciales, para que no vuelva a ocurrir lo que actualmente vemos con dolor, tristeza y frustración, lo que ocurre en los hospitales nacionales.

La ciudadanía debe seguir atenta, no se debe caer en la manipulación y el juego de que todo ya se estabilizó y que vamos por la senda correcta. Esa es una visión maniquea y por definición, falsa.

Artículo anteriorEntre atole con el dedo y nuevos impuestos
Artículo siguienteEl impuesto para seguridad y justicia