Eduardo José Blandón Ruiz

“En esta época hay muchos políticos ambiciosos, que ningún bien hacen a mi raza; pasan el tiempo discutiendo tonterías y robándose el dinero que le pertenece al pueblo…”
Pancho Villa

Es sorprendente cómo los principales actores políticos del país hacen uso del tiempo como instrumento para postergar la toma de decisiones o para apresurar las situaciones si las circunstancias lo requieren.  Un político se vuelve profesional en su oficio cuando conoce el momento exacto para actuar y conseguir así sus propios fines.

El problema consiste cuando en espera de coyunturas mejores se demora la acción frustrando necesidades y condenándose a sí mismo los propios políticos.  Tal es el caso, por ejemplo, del Alcalde capitalino, el sempiterno Álvaro Arzú, quien nadie sabe qué espera para resolver los problemas de transporte, agua y manejo de desechos sólidos, entre otros impostergables.

Los políticos a veces “manejan” el tiempo o son víctimas de él, muchas veces por desidia o falta de carácter.  Como el estudiante que al carecer de autorregulación deja las tareas para última hora, derrochando los minutos en videojuegos o viendo televisión.  Pero los políticos no son adolescentes, son veteranos amañados para quienes lo que rige es el cálculo o el desatino para obtener lo que se proponen.

“El tiempo perdido, hasta los santos lo lloran”, reza el refrán popular.  Sin embargo, quienes más lo sufren no son los que viven en conventos haciendo oración, sino la población castigada por falta de decisiones valiosas.  Justo es el caso de la red hospitalaria, cuya situación calamitosa hace llorar a los más necesitados al no sentir la asistencia mínima del Estado.

Pero no vaya a creer que los actores políticos son unos inútiles. Le atinan al manejo del tiempo para su propio beneficio.  Como el caso de la demora para la aprobación del presupuesto público o cuando juegan con la justicia al poner amparos para dilatar el dictamen que los lleve a la cárcel.  Para ello, son máster, peritos en tino que les resuelve su vida completa.

Necesitamos, en consecuencia, protagonistas menos elucubradores, esos que al considerar necesidades ponen las bases para que ocurran las cosas.  Los que a diario posibiliten circunstancias que provoquen cambios.  Los políticos que abonen con visión una realidad diferente.  Esos que no solo se preocupen por el negocio y la tranza, sino los que sean conscientes que no se puede demorar más las horas.  Los que reconozcan que en realidad vamos rezagados y no podemos hacer más malabarismos.

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