Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Y tuvo que ser realmente formidable como para que ya tenga más de un millón doscientas mil vistas en apenas 7 días. En efecto si alguna ventaja sobre las “democracias autoritarias” tienen las “oligarquías liberales” es que las libertades fundamentales – no así la conducción del Estado, que se encuentra en manos oligárquicas – se mantienen incólumes en países como Estados Unidos y se pueden llevar a cabo estos debates públicos. Eso nos permite a los ciudadanos de a pie del mundo – dentro de los cuales me incluyo – presenciar de vez en cuando, gracias a las maravillas del internet (https://youtu.be/uvFtyDy_Bt0?si=LwfQhXvTV0BVUo2a)  una discusión entre dos gigantes del pensamiento como John Mearsheimer, profesor de la Universidad de Chicago y Jeffrey Sachs, profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York. En una sala colmada de espectadores y teniendo a la par de cada quien a dos personas que cuestionaban los puntos de vista de ambos académicos, estos expusieron sus ideas sobre la política internacional en un debate que en realidad se estaba dando casi que “exclusivamente”  entre ellos dos, pues  el público presente se limitaba a aplaudir las intervenciones que les parecían acertadas,  mientras los panelistas se concretaron a plantear interrogantes  útiles solo en la medida que permitían a estos dos grandes profesores aclarar sus argumentos en una discusión de un nivel tan alto que muy pocos se percataron que lo que realmente ocurría era un intercambio de ideas (un diálogo pues, mucho más que un debate) entre estos dos grandes intelectuales norteamericanos.

De esa manera, en respuesta a preguntas acerca del “deep state”  que conduce la política exterior  (Dick Cheney apoyando a Kamala Harris) contra Rusia  y  China  – republicanos y demócratas son la misma cosa dijo Mearsheimer provocando la hilaridad del público presente  aunque para él  Trump si hizo un intento por tener su propia política exterior, aunque haya terminado alineándose (John Bolton fue uno sus principales asesores recordó Sachs) y si llegara a ganar las elecciones de noviembre es poco probable que se aparte del guion preestablecido y ciertamente “bipartidista”.  Sachs  hizo memoria de la ocasión en que  Putin dijo que las buenas ideas de los presidentes norteamericanos se acaban cuando aparecen los “hombres vestidos de obscuro y corbatas azules” añadiendo que la presencia de personajes como Victoria Nuland  – esposa del influyente neoconservador Robert Kagan –  lleva ya más de 30 años, desde los tiempos de Clinton y sí, nos recordó que esa misma señora  orquestó el golpe de Estado de Ucrania en el 2014 mandando literalmente al carajo (f. the EU)  a los europeos como se pudo escuchar en la célebre filtración telefónica. Según esta perspectiva la política de ampliación de la OTAN fue decidida y llevada a cabo por ese mismo Deep State oligárquico,  no por Clinton, Bush hijo, Obama, Trump o Biden  buscando  maximizar el poderío global americano a pesar de que, según Mearsheimer la hegemonía americana debería circunscribirse al hemisferio occidental, entender que Rusia no es ninguna amenaza y que, en todo caso, Estados Unidos debería prepararse para el inevitable choque con China, único y verdadero  peer competitor de Estados Unidos, no  una Rusia cuya fortaleza radica en las 6,000 ojivas nucleares que posee pero que en el plano económico y demográfico no es comparable con Beijing. Por el contrario, para Sachs China no representa ninguna amenaza para la hegemonía hemisférica de Estados Unidos puesto que la potencia asiática “no está pensando en establecer bases militares en México” y tampoco cabría esperar de ella un comportamiento similar al de Estados Unidos si esta llegara a convertirse en hegemónica en su propia región del mundo.  Por otra parte, como Mearsheimer ha venido criticando las políticas “liberales” de llevar la democracia en una suerte de “ingeniería social” para el mundo entero Sachs le dijo que semejante política había sido siempre una impostura,  que – por ejemplo – jamás  consultaron a un doctor afgano amigo suyo durante los más de 20 años de ocupación y guerra en ese país:  “deberías ser menos idealista John y no  creerse ese cuento, adopta una postura más realista”, le dijo provocando la risa del auditorio.

Quienes conocen mis libros sobre el Antropoceno y Derecho Internacional recordarán que hay capítulos consagrados a la evolución de los dos grandes paradigmas de la teoría de las relaciones internacionales, el realismo que explica que la paz se mantiene a base del equilibrio de poderes y el idealismo (o paradigma “liberal”) que sostiene que la paz es el resultado del respeto a los tratados y a las normas que regulan las relaciones internacionales desde que se estableció el orden de Westfalia en 1648 (pacta sunt servanda) hasta nuestros días, pasando por la paz de Viena en 1815  que puso fin a las guerras napoleónicas, la paz de Versalles en 1919  al final de la Primera Guerra Mundial, la paz de San Francisco que  consagró la derrota del nazi-fascismo estableciendo las Naciones Unidas o la caída del muro de Berlín que consagró el fin de la Guerra Fría. Nuestro punto de vista es que ambos paradigmas están inscritos en la Carta de Naciones Unidas puesto que el derecho internacional es la base del paradigma idealista-liberal mientras que el realismo cristaliza en el derecho de veto otorgado a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, al mismo tiempo potencias nucleares. De modo que las únicas dos ocasiones en que la seguridad colectiva ha podido aplicarse (la guerra de Corea en los años 50 y la del Golfo en 1991) imponiendo la paz (peace enforcement) mediante autorización del Consejo es excepción notable, porque guerras como las de Vietnam en los años sesenta y setenta, Irak en el 2003, Afganistán en los años 80 y en el 2003, Ucrania en el 2022 o conflictos internos actuales como el de Israel con los palestinos o el de Siria no han podido ser objeto de resoluciones del Consejo debido al veto de las superpotencias.

Volviendo a China, para Sachs el autor de La Tragedia de la Política del Poder se equivoca cuando ve en ella a una potencia en expansión que tarde o temprano  amenazará militarmente  a Estados Unidos. La política de Beijing es esencialmente geoeconómica y se basa en la iniciativa de  la ruta y de la franja  algo que no involucra ninguna amenaza militar al poderío americano. Para Mearsheimer esto es discutible porque todo apunta a pensar que el propósito de Beijing  es hegemonizar su propia región del mundo la cual, no olvidemos, incluye a países “occidentales” como Nueva Zelanda y Australia, y a potencias como la India, con su propia subregión de influencia en ese océano que – no por casualidad – lleva el nombre de “Índico”  pero, y esto es fundamental, forma parte de los BRICS. De modo que mal haría China en embarcase en esa pretendida lucha por una utópica hegemonía sobre el Asia-Pacífico (lo que los americanos llaman  “Indo-Pacífico”)  que, no obstante,  para el distinguido profesor de la Universidad de Chicago es algo evidente.  Sin embargo, si analizamos las cosas desde el punto de vista del derecho internacional y la cooperación  no resulta, para nada, verosímil y menos aún congruente con la pertenencia de ambas naciones al bloque de los BRICS.  El análisis realista es incompatible con la proyección de poderío económico chino en el marco de la necesaria cooperación adentro del bloque BRICS y la India, que tiene sus propios intereses como potencia regional del océano Índico no puede ser vista como ningún potencial aliado de Estados Unidos, dijo Sachs.  Finalmente, y en relación al conflicto en el Medio Oriente,  Sachs hizo ver que si las Naciones Unidas y todo el mundo – incluyendo EE. UU. – concuerdan en que la solución consiste en el establecimiento de dos Estados, el Consejo de Seguridad, ya sin el veto de la Casa Blanca, podría perfectamente imponer dicha solución a Israel como una medida de peace enforcement, mientras que Mearsheimer sugirió una posible colaboración de Washington con Teherán para impedir la guerra regional que busca Netanyahu. “Eso es algo que le tocará decidir al próximo presidente” dijo uno de los panelistas. ¿Y Ud. de verdad cree eso?  Fue la respuesta del profesor de Chicago.

Pero el meollo fundamental de la discrepancia realismo-idealismo tiene que ver con la ominosa amenaza de una guerra nuclear como dijo con toda claridad Sachs. Aunque Mearsheimer le dijera que con “el corazón” estaba de acuerdo con él, pero “no con la cabeza”, en la medida en que ambos concordaron  en la absoluta necesidad de prevenir y evitar una guerra nuclear podemos concluir señalando que el desacuerdo entre estas dos luminarias del pensamiento norteamericano radica en que prepararse para la paz – como propone Sachs –  si vis pacem para pacem, (“si quieres la paz prepara la paz” ) es mucho más apropiado para la rapidísima coyuntura presente que insistir – como hace Mearsheimer –  en la visión realista para la cual “si quieres la paz prepara la guerra”, si vis pacem para bellum.

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