Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

La situación que vivieron los judíos en Sololá me llama poderosamente la atención porque creo que eso ejemplifica que en el país nos hemos acostumbrado a que si somos víctima de algo, en lugar de luchar en contra del mal para erradicarlo, lo terminamos usando también y por ello es que somos una sociedad que no respeta la ley y que vive en base a ilegalidades con las que gana quien tenga mayor creatividad y descaro.

Los indígenas han sido, desde la conquista, víctimas de abusos, despojos y una discriminación que sigue hasta nuestros días. Un sistema que los ha dejado olvidados, sin educación, salud y acceso a oportunidades no ha sido casualidad y como consecuencia es que muchos de ellos deben migrar (y aguantar discriminación de muchos tipos) para encontrarlas.

Por esa razón es que me llama poderosamente la atención que los pobladores de San Juan La Laguna hayan pagado con la misma moneda que han tenido que vivir su vida entera, cuando en realidad ellos pudieron haber dado el ejemplo de tolerancia en una sociedad que la necesita de forma urgente.

En Guatemala, salvo algunas loables excepciones, el crimen se combate con “justicia” en propia mano y no por los conductos de la institucionalidad; si alguien es víctima del manoseo de la justicia por la forma en la que se le paga a los jueces, se termina optando por pagar más en lugar de denunciar la práctica y luchar para erradicar que los jueces se muevan por dinero.

Antes se contrataba a los abogados más capaces, a los más inteligentes, pero ahora se contrata al que sea menos escrupuloso, más sinvergüenza y mejor preparado para dar sigilosamente dinero a diestra y siniestra a quien sea necesario con tal de lograr “los resultados” y para jugar bajo las nuevas reglas del sistema.

Para ganar una contratación que ya está amañada para algún oferente, se opta por ofrecer “más comisión o mordida” en lugar de luchar para combatir el mal. Antes, entre políticos y contratistas se pactaba una comisión y con eso bastaba; ahora, en lugar de erradicar esa práctica, se convierten en socios para asegurase que el lucro perdurará a través de los años.

Si los impuestos se los roban las autoridades y algunos cómplices del sector privado para su beneficio personal, mejor me los quedo yo, dice la gente; cuando en realidad a todos los que pagamos impuestos nos debería arder ver tanto corrupto y actuar socialmente de una manera en la que se pueda repudiar la porquería, en lugar de rendirle pleitesía.

A los periodistas que antes se les daba una fafa, ahora ponen su pluma y hasta sus medios al servicio de quienes son capaces de proveerles fondos para crecer o subsistir. Es por ello que usted mira una terrible instrumentalización de los medios por parte de políticos, funcionarios y grupos económicos tradicionales y emergentes.

Mi punto es que el caso de San Juan La Laguna nos debe servir para no ver esa situación de forma aislada, sino confirmar que en Guatemala cualquier mal que se sufre se está combatiendo con más mal.

No estamos siendo capaces de enfrentar nuestros problemas y solucionarlos en el marco de la ley y de esa manera jamás podremos pensar en construir una sólida sociedad que sea incluyente, honrada, justa y proveedora de oportunidades.

El mal combatido con más mal, es la receta perfecta para entender por qué es que tenemos el país que muchos, no queremos.

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