Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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Las universidades son los subsistemas culturales de la sociedad moderna encargadas de crear ciencia y tecnología en su sentido más amplio. Esto es, las universidades deberían proveer condiciones para que en el país o en la región se genere conocimiento científico, tecnológico y humanístico que permita mejores condiciones de vida. Este papel generador de las universidades guatemaltecas casi no se realiza debido a que nuestras universidades han sido conceptualizadas primariamente como subsistemas escolares encargadas de formar profesionales. En esta concepción, la universidad juega un papel más reproductor que productor y es esta la visión dominante de las universidades guatemaltecas.

La razón por la cual las universidades no son centros de producción científica ni tecnológica es porque realmente el presupuesto de investigación científica y tecnológica en el país es muy bajo, apenas el 0.03% del PIB, el más bajo de América Latina. El bajo presupuesto disponible en la Secretaría de Ciencia y Tecnología, SENACYT, es bajísimo y las mismas universidades invierten poco en investigación. La de San Carlos tiene un 5% de su presupuesto anual de investigación para sus 30 Unidades Académicas, pero ese dinero en general se gasta en sostener a la burocracia de las oficinas de investigación. Solamente queda una miseria para investigación real.

Pero el problema fundamental de la ausencia de investigación es la cultura del profesorado que se ha formado poco o casi nada en ciencia y tecnología y menos en investigación. El profesor universitario se encuentra sobrecargado por la docencia, no tiene tiempo ni formación para hacer investigación. La institución tampoco valora la investigación. Hay investigadores que hacen una loable labor, consiguen fondos de organizaciones internacionales y mantienen una agenda viva de problemas pertinentes a la sociedad. Ese es el mejor escenario, pero los resultados de la investigación no llegan al currículo y tampoco a la sociedad misma.

Las universidades guatemaltecas se han convertido en subsistemas escolares repetitivos con poca producción científica donde la gran mayoría de los profesores universitarios se dedican a las actividades docentes de programas universitarios que en general no tienen mucha pertinencia social, han sido diseñados de forma burocrática y son licenciaturas que tardan mucho para graduar a estudiantes. En Guatemala las licenciaturas son larguísimas. Para convertirse en ingeniero deben al menos pasar 8 años en promedio en la Universidad de San Carlos. Los programas de licenciatura en ingeniería en México y Estados Unidos son de cuatro años. Y aquí, las licenciaturas están llenas de trámites burocráticos desde el principio hasta el fin y lo menos que se hace es apoyar a los estudiantes.

Estos son dos problemas existenciales fundamentales: Ausencia de investigación científica y tecnológica y concepción de universidad como un subsistema escolar repetitivo. A eso hay que agregar una oferta de estudios de posgrados que raya con lo ridículo, maestrías y doctorados a diestra y siniestra que no cumplen funciones sino las de generar títulos de poco valor. En el caso de San Carlos los posgrados se han vuelto un negocio. Habrá dos programas de posgrados que se salvan de esta crítica, ambos en investigación en ciencia y tecnología, los demás siguen el patrón de negocio.

Un cuarto problema existencial universitario es su politización, ya no solamente la Universidad de San Carlos, sino otras. La politización de San Carlos obedece al alto peso político que tiene en el país, por lo que ha sido cooptada por el Pacto de Corruptos. Quien dirige a la USAC no sabe nada de academia, ni de ciencia, ni de tecnología y menos de investigación. Su prioridad, así como la prioridad de la mayoría de los miembros del Consejo Superior, son regalos políticos, poder y dinero.

El quinto problema existencial de la Universidad, no solamente la de San Carlos, es el exceso de la burocracia. Desde el ingreso, que está lleno de requisitos innecesarios de exámenes de admisión que tienen poco, o ningún, valor predictivo. Esto es, ganar un examen de ingreso no significa que le irá bien en la licenciatura. Perder un examen de estos tampoco dice mucho de las capacidades para tomar un programa universitario. El dato más triste es que solamente el 10% de quienes toman estos exámenes los aprueban en la San Carlos. Es un genocidio universitario sin razón y sin sentido. Pero la burocracia no es solamente en el ingreso, es en el proceso, donde llenan a los estudiantes con prerrequisitos innecesarios. Cuando al fin cierra cursos, o sea concluye de tomar sus cursos, empieza la burocracia de los procesos de graduación, prácticas eternas mal diseñadas, exámenes privados manipulados, requisitos de tomar inglés técnico para carreras técnicas, 12 cursos de inglés. ¡Qué locura!  Y luego viene la tesis, válgame Dios el sinfín de requisitos, que mande tres propuestas de investigación y escogeremos una dicen los profesores de esa fase. Por eso Derecho en promedio tarda 18 años en graduar, Ingeniería 10 años. Arquitectura igual y así ad infinitum.

El sexto problema existencial es la ausencia de oferta de programas cortos y pertinentes. Las universidades siguen promoviendo Derecho, Auditoría y Medicina como si no hubiera otras necesidades en el país. Esta ausencia de ofertas de carreras técnicas universitarias de un año o de dos hace que todos quieran irse a las licenciaturas, una enfermedad que yo he llamado licenciatitis. Así hemos llenado al país con cientos de licenciaturas larguísimas, carísimas, elitistas que dejan fuera de los estudios superiores a la mayoría de los y las guatemaltecos. Eso tiene solución.

Las universidades que tenemos fueron diseñadas. La solución a sus problemas existenciales es un problema de diseño. Los criterios de diseño del origen de esas universidades era la formación elitista de pocos y la existencia burocrática para sostener estos proyectos fracasados. Hay que hacer un replanteamiento del papel de la educación superior, crear un sistema real de educación superior y diseñar nuevos programas cortos, eficientes y pertinentes. Hay que replantear la investigación en las universidades y dirigirla a la solución de problemas sociales reales. Urge retomar el negocio actual de posgrados y darle una función social real en un ambiente académico de pertinencia.

Este es un buen momento para diseñar un nuevo sistema de educación superior en Guatemala que realice investigación científica y tecnológica de alto nivel y que ofrezca programas cortos, pertinentes de universidades reales y no de cartón. Esta agenda incluye la despolitización y la refundación de la Universidad Nacional para transformarla en universidades nacionales regionales pertinentes. Este es el momento. Este es el camino. Hagámoslo ahora que hay un ambiente de recuperación democrática. Vamos Guatemala. Si no es ahora, no será nunca.

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