Para demostrar que Bergaño y Villegas tiene más importancia que José María Peynado, y que debe por lo tanto ser reconocido como el primer prócer de la Independencia política, es decir, como iniciador del proceso de Independencia, don J. Joaquín Pardo se apoya en el documento y legajo que aparece clasificado en el Archivo General de Centroamérica bajo la ficha B2.7/31/777 y que está integrado en su parte medular por las declaraciones que el poeta Bergaño ofreció al oidor decano de la Real Audiencia, don Francisco Camacho, para justamente demostrar su inocencia.
De modo que, a mi juicio, don Joaquín utiliza el documento menos aconsejable para proponer a Bergaño como prócer de la Independencia, puesto que en él Bergaño se manifiesta fiel a su rey y al Capitán General y delata a una serie de criollos que sí que estaban a favor de la Independencia, como a Peynado, su familia y amistades, entre otros. Y adjunta la carta en que previene al Capitán General (su jefe en la secretaría de la presidencia) del golpe de Estado que le piensan dar, tomando como coyuntura la junta de gobierno que Peynado ha propuesto en el seno del ayuntamiento.
Es posible que don Joaquín Pardo (empeñado e ilusionado por entronizar y glorificar la figura del poeta Bergaño ¡muy admirable como periodista, como hombre de la Ilustración, como lirida y como director de La Gaceta de Guatemala!) no pusiera la atención necesaria al leer el proceso -sin sentencia- que se le siguió a don Simón B. y V. pues es imposible que de otra manera no se diera cuenta de lo que el encartado declara.
¿De qué se le acusó a Bergaño? El texto de la causa dice lo siguiente: “Habiendo tenido noticias de que se propagan especies subversivas de la tranquilidad pública y principalmente de que don Simón Bergaño y Villegas, en estos últimos día ha comunicado a varias personas especies que hacen sospechar división entre los europeos y americanos, de que pueden seguir gravísimos males y funestísimas consecuencias, dijo su señoría que debía mandar y mandó que en la noche de este día (23 de octubre de 1808) se proceda al arresto de dicho don Simón Villegas (…)”
Si nos guiáramos sólo por el texto de la acusación, es decir, si sólo leemos en la causa ¿cuál fue el delito del que se acusó al poeta?, sería explicable y quizá hasta justo que se le proclamara prócer de la Independencia. Pero allí no termina (en la acusación, en la descripción del delito) un proceso en un juzgado o sala del crimen. Ahí solo comienza. Lo que viene después es lo más importante. Es decir, las pruebas –en favor o en contra- del acusado –que él, para proclamar su inocencia- o el fiscal (para probar su culpa) han de presentar. Y, por último la sentencia que en el caso de este proceso no se realizó. Dicho muy claramente: no hubo sentencia. La corte se inhibió de declarar inocente o culpable y se contenta con salir de él y hacer una remisión de su causa y persona a España de donde era originario…
Pero sigamos describiendo el famoso artículo de don Joaquín Pardo en El Imparcial. Al terminar algunas partes de la causa o proceso que arriba he comentado, Pardo hace punto y aparte -con larga transición- y se refiere a otros hechos de Bergaño.
Habla del poeta y lo presenta como el gran escritor que fue. Hombre de la Ilustración lleno de ideales, de las ideas de Voltaire y la Enciclopedia. Atrabiliario, rebelde y contestatario, si se quiere. Genio díscolo, como lo llamó el Capitán General. Pero en todo caso cien y mil veces admirable y ponderable a pesar de sus flaquezas, fealdad de cuerpo, mal carácter y proclive al pleito superficial e incluso a los golpes y coscorrones que sus compañeros de trabajo le dieron un buen día, en la secretaría de la Presidencia, hartos de sus respuestas groseras e hirientes.
Pero queda claro que no hay que confundir a Bergaño hombre de la Ilustración, con un Bergaño y Villegas supuestamente hombre de la Independencia.