Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

post author

La semana pasada, el Instituto Nacional de Estadística, INE, hizo la presentación oficial de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, Encovi, realizada durante el segundo semestre del año pasado.

Con dicha encuesta se actualizaron los indicadores sobre la pobreza y la desigualdad en Guatemala. Estas dos condiciones son de tremenda trascendencia porque, aunque cada una por sí misma es relevante, cuando ambas son altas la realidad es dramática. Significa que la desigualdad es profunda y la pobreza generalizada.

Hay mucho que destacar en esta Encuesta. Comencemos por señalar que casi la mitad de los guatemaltecos continúan viviendo en el área rural (47.6%). O sea que la población urbana apenas es un 5% más que la rural.

La Encovi señala que el 56% de la población total del país vive en condiciones de pobreza, de los cuales 39.8% son pobres no extremos y 16.2% pobres extremos. En términos absolutos, hay 9.7 millones de pobres en Guatemala, de los cuales 6.9 son pobres no extremos y 2.8 pobres extremos. Apenas un 44% de los guatemaltecos son no pobres.

En el marco de esta trágica realidad nacional, la brecha campo/ciudad es profunda.  El 66.3% de la población rural vive en la pobreza, mientras en tal calidad la pobreza urbana abarca al 46.6%. Hay 20% más pobreza en el área rural que en el área urbana.

Pero si estos indicadores se aterrizan territorialmente, los índices por departamento son terribles. Basta decir, por ejemplo, que en Alta Verapaz el 90% de la población es pobre y que en Quiché, Huehuetenango, Baja Verapaz y Jalapa, el porcentaje de pobres es más del 80%. La población no pobre se encuentra en departamentos más urbanos, como Escuintla, Sacatepéquez y Guatemala, donde la pobreza no llega al 40%.

Otros indicadores relacionados con las condiciones de vida de la población también son sustancialmente diferentes entre el área urbana y la rural, obviamente en perjuicio de esta última.

Si a estos resultados de la Encovi se agregara el porcentaje de niños con desnutrición crónica la comparación entre el área urbana y la rural es devastadora. Casi la mitad de la niñez guatemalteca la padece (46%). Pero en el área rural ese índice alcanza, en muchos lugares, a más del 80% de los niños(as).

Ante ese panorama, la pregunta es qué hará el gobierno que se define como progresista ante los resultados de la Encovi La respuesta sin duda es compleja, pero cuenta con una Política Nacional de Desarrollo Rural Integral, PNDRI, para enfrentar la dramática realidad allí expresada, la cual fue aprobada, en el marco de los Acuerdos de Paz, en el año 2009, pero aún no se ha logrado implementar porque los sectores más conservadores del país sistemáticamente se han opuesto a ella.

Un gobierno progresista como el actual no puede ignorar tal política. El Acuerdo Agrario que firmó el Presidente con organizaciones campesinas claramente contempla el compromiso de asumirla y el camino para implementarla, que el Presidente Arévalo acertadamente ha definido como “territorializar la PNDRI”.

Sin embargo, el próximo 3 de septiembre la Comisión de Desarrollo Urbano y Rural del CONADUR, presidida por el MAGA, se reunirá y en su agenda apenas le dedicará 20 minutos a la PNDRI, planteando, con timidez, el tema de “Matriz para el análisis de la PNDRI”.

Artículo anterior¿Diálogo nacional para salir del atolladero?
Artículo siguienteLa CC y el amparo, ¿instrumento contramayoritario o legitimador de la minoría?