Continúo citando y comentando algunas de las ideas que el conocido político y planificador chileno, Carlos Matus (1931-1998), expresa en una muy interesante entrevista (Ciencias y Métodos de Gobierno) realizada para el programa Dialogando y que se puede consultar en YouTube.
En el transcurso de su intervención Matus expresa, entre otros, que …
“[…] en nuestros países domina lo que se podría llamar un “sistema de baja responsabilidad”: nadie le cobra cuenta por su desempeño a nadie […] Eso facilita el estancamiento en la mediocridad. Facilita la falta de ética. …. Facilita la corrupción […]
… y apunta que, a su criterio, se trata de …
“ […] un problema de mal diseño de las reglas del juego, que invita a la corrupción. De manera que, si hay deshonestidad en la política, esta es un subproducto de la mediocridad […] Mal diseño de las reglas […]”.
Finalmente, Matus une lo anterior (que no es más que una rápida descripción de la degradación a la que ha llegado el Estado-gobierno) con otro de los aspectos característicos y preocupantes de la práctica política en América latina. Lo deja claro al preguntarle a los entrevistadores …
“[…] Cuando la política está desprestigiada, ¿la mejor gente del país entra a la política? ¡NO! El que es honesto, el que piensa, se aleja de la política […]”.
El planteamiento de Matus es muy simple: relaciona de manera directa el desinterés de las personas competentes y honestas por participar en política con el mal diseño imperante; relegando a un segundo plano los accidentes circunstanciales.
En momentos como el que actualmente vive nuestro país; momentos en los cuales los optimistas mantenemos la fe en que se están abriendo las posibilidades reales de iniciar con el saneamiento institucional que es necesario, y que el camino que se puede esperar es que ese ordenamiento y saneamiento institucional nazca y se vaya dando a partir de lo que se puede normar desde el Ejecutivo (acuerdos gubernativos y acuerdos ministeriales, principalmente), es indudable que resulta muy importante tener en mente observaciones como las que formula Matus.
El planteamiento de Matus es de gran significado en tanto que atañe al que es, seguramente, el aspecto medular relacionado con el funcionamiento de los sistemas democráticos: la cuestión de ¿quién es el que gobierna y al servicio de quién es que lo hace?
A mi modo de ver, cuando Matus, partiendo de la constatación de que la política está desprestigiada, sentencia que la mejor gente del país (la que es honesta, la que piensa) no entra en la política; se aleja de ella … ¡resulta que lo que está planteando es que “la mayoría” ha dejado de ser la que “nos gobernamos a nosotros mismos” (tal y como debería ser en regímenes fundados en la idea de la existencia de una ciudadanía que ejerce en calidad de dueña de la cosa pública y auténtica soberana)!
Si se profundiza, resulta claro que lo que Matus está planteando es que nuestros sistemas políticos, tal y como han llegado a ser desde la perspectiva de su organización y de su funcionamiento, se han ido transformando en maquinarias que excluyen al “nosotros” en el ejercicio del poder público. Un fenómeno que se podría describir como el establecimiento de la “mediocricracia” y la “corruptocracia” como el sistema político dominante. Fenómeno que se da de manera viciosa y circular porque es un sistema gestado de manera incestuosa, diseñado para sostenerse y blindarse de cualquier alteración. Esas dos son sus características determinantes; mismas que deberían constituir el objeto principal a resolver en cualquier nuevo diseño.
Son las anteriores reflexiones de alta pertinencia no solo porque contribuyen al análisis del casi cotidiano derivar de nuestra nación si no porque incluyen consideraciones que deberían estar presentes en todos los momentos en que se piense en el futuro del país; en el diseño que necesitamos.