Estuardo Gamalero

“Yo creo bastante en la suerte. Y he constatado que, cuanto más duro trabajo, más suerte tengo” -Thomas Jefferson-

El viernes de la semana pasada, llevé por primera vez a mi hijo y a mis sobrinos al Estadio Mateo Flores. Vimos el partido de Fut entre la selección nacional y Trinidad y Tobago. El marcador: 2 a 1 a favor de Trinidad, que a todos dejó frustrados.

Me dio gusto ver la gran afición que asistió, la gente que se gana la vida vendiendo suvenires “informalmente” en las afueras del estadio. Con un poco de lluvia, corrimos entre el “chumul”. Nos pintaron banderas en los cachetes (Q20.00 en total). Ignorante, me estafaron con cuatro pelucas azul y blanco que pagué y veinticinco metros después en la entrada me quitaron, pues según me dijeron, la FIFA las prohíbe en los graderíos. Disfrutamos la pasión de la afición y también los gritos de cólera. Nos llenamos con cuatro pedazos de “Domino´s” y unas aguas.

PARÉNTESIS: En relación al tipo de país y pueblo que somos, esta semana, en la inauguración del IX Foro de la Competitividad de las Américas, escuché al Alcalde Metropolitano don Álvaro Arzú, en uno de sus coloquiales y entretenidos discursos decir que solo en Guatemala: “gana un Alcalde que no hace campaña”, “se nombra a un Presidente que no compró un solo voto”, “se coacciona la renuncia de un Presidente electo antes que tome posesión”, “y se exige un país de primera, pagando impuestos de tercera”… la última frase sonó bonita y cae como anillo al dedo para aquellos que no tributan y viven de la cosa pública o subsidios. Por supuesto, para quienes insisten en ver superficialmente la crisis tributaria, les resulta más conveniente convencerse que el problema son los impuestos y no los funcionarios públicos que hacen mal uso de los mismos.

Regresando al tema. Al finalizar el partido salimos contentos. No por la derrota, sino por la experiencia de haber compartido y haber apoyado a Guatemala. Entre el “gentío” y varias caras largas, pude escuchar: “siempre es la misma babosada”, “éstos no dan una” y días después leí en algún lugar que un “genio” le echaba la culpa de las derrotas del futbol, a la genética de la raza chapina. Lo anterior me hizo pensar que tal vez la mala genética la tienen los pesimistas y la tara los pendejos (como diría Facundo Cabral) que con facilidad se imitan.

He aprendido que: el nacionalismo que exalta al ciudadano se encuentra en no claudicar en el apoyo que necesitan las buenas causas de nuestra Nación. El primogénito de esos apoyos, es la solidaridad que mostramos por las víctimas ante un desastre natural. Así también, el apoyo al deporte no tiene ideología y estrecha las diferencias ideológicas y sociales.

Ir al estadio no es simplemente aplaudir o menospreciar a 11 jugadores. Ir al estadio, al autódromo, al diamante de beis o a cualquier cancha y esquina en la que pase un deportista guatemalteco, conlleva un grano de esperanza y otro de orgullo por la superación de nuestro país.

Naciones altamente desarrolladas empiezan sus eventos deportivos con el himno, invitan y se acompañan de artistas nacionales, e incluso exaltan a sus fuerzas armadas que defienden las fronteras y su libertad. Los deportistas en países de primer mundo, seguramente tienen más recursos y mejores capacidades para lograr su desempeño, pero en el fondo, lo que les permite brillar y alcanzar sus metas, son la dedicación y el esfuerzo.

Si nosotros como guatemaltecos no apoyamos, creemos y luchamos por sacar adelante a nuestra República, no podemos pretender que un deportista se esfuerce y se dedique, o que el deporte se levante como el Ave Fénix de sus cenizas.

Erick Barrondo no ganó una medalla olímpica por haber practicado un mes. Él conquistó su meta porque no se dejó vencer en la adversidad, porque no dejó que el resentimiento se adueñara de sus sueños, porque hizo sacrificios y cumplió con las instrucciones de su entrenador.

Si deseamos sacar adelante a nuestro país; si queremos vencer a la corrupción; si anhelamos una nación más justa y solidaria, no podemos involucrarnos con la misma superficialidad y soberbia con la que apoyamos a nuestra selección. Estoy convencido que todo lo bueno empieza con lo que uno siembra y tiempo después cosecha.

No importa que hayan derrotas, lo que realmente importa es que no nos demos por vencidos. La vida es un subibaja con obstáculos. Para un niño es muy importante que aprenda a perder y que sepa que una victoria no es producto de una casualidad.

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