*Isabel Pinillos
ipinillos71@gmail.com

Después de París, el mundo tiene en la mira al Estado Islámico.
Los ataques terroristas del grupo radical yihadista no sólo han afectado a las recientes víctimas en el vuelo de Rusia, Beirut y París sino que afectan al mundo entero.

Se trata de una organización fundamentalista basada en enseñanzas proféticas para matar a diestra y siniestra y cuyas tácticas han sido cuestionadas por el mismo Al Qaeda. Actualmente ocupa el territorio de Raqqa en Siria que fue bombardeado por las fuerzas francesas, sin ocasionar bajas humanas, según lo declarado por el mismo Isis. Las imágenes de Raqqa que han salido a la luz muestran una ciudad en ruinas, un infierno viviente en donde quien entra, ya no puede salir. Allí, los pobladores son subyugados a fuerza de ejecuciones, decapitaciones y crucifixiones a plena luz del día.

La guerra interna en Siria, en donde el Estado Islámico opera junto con otras células en contra del gobierno de Bashar al-Asad, ha provocado el éxodo masivo de sirios hacia Europa. Pero ¿quién es este grupo capaz de tales atrocidades en nuestros tiempos? Declara guerras en nombre del “yihad”, o “el deber divino”, aunque sus enseñanzas radicales son rechazadas por las autoridades islámicas importantes. Como son un grupo reducido, nunca atacan de frente, su estrategia es la guerra asimétrica. Sus objetivos son víctimas inocentes que no se alinean a sus enseñanzas con el fin de dar a conocer la extensión de su terror y extender el dominio de su califato. No están dispuestos a negociar, sólo son responsables ante “Alá” y el martirio es premiado en el cielo. Buscan que los “infieles” teman dormir en las noches, ir a los cafés, a un concierto, tomar un bus para ir a trabajar. Infiltrados en la sociedad, reclutan jóvenes confundidos y los someten a una organización con la orden divina de matar. Sus mensajes en redes exhiben a hombres armados hasta los dientes. Sin embargo, son apenas muchachos que parecieran tratar de esconder el miedo de sus ojos con cuchillos y metralletas, anunciando sus consignas a todo pulmón. La publicidad del terror está costando cientos de vidas humanas de un plumazo, pero no sólo eso.

Mientras que grupos extremistas como Isis sigan sus objetivos, se exacerban los extremismos opuestos, como la xenofobia y específicamente la islamofobia. En Francia los candidatos conservadores reafirman sus discursos antiinmigrantes en un estado de emergencia. Ya los musulmanes la tenían difícil en un ambiente hostil, lo cual los hace blanco perfecto para unirse a las filas de Isis y luchar contra quienes los discriminan.

De este lado del globo, con la amenaza de ataque a Estados Unidos, el país sajón se ha tomado las amenazas en serio, reforzando las fuerzas de seguridad en sus ciudades mayores. Sin embargo, 33 gobernadores republicanos han declararon que no recibirán a los refugiados sirios –a su vez víctimas de la guerra en su país– que el gobierno federal había propuesto recibir en asilo. Mientras tanto, otros candidatos han sugerido que se acepten “sólo los que profesen la fe cristiana”. Lo cierto es que la paranoia ha llegado a los Estados Unidos en esta coyuntura, y los niveles de intolerancia y xenofobia se disparan al límite con personajes como Donald Trump, quien comparó la situación con un caballo de Troya, alegando- “No podemos dejarlos entrar a este país. Punto.”

Sin duda, los musulmanes, los refugiados, los migrantes en el mundo entero pagarán la factura de esta hostilidad acentuada por los ataques de un grupo que está matando no sólo víctimas humanas, sino posibilidades de diálogo, de tolerancia y de solidaridad entre los “ismos” de todos los extremos.
*Puente Migraciones

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