Juan Jacobo Muñoz Lemus

juanjacoboml@gmail.com

"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Sancho llegó a su casa con aire de seductor.  Logró lo que pretendía, ella Juan Jacobo Muñoz lo adoraba y accedió a su petición.  Él ejerció su opción hasta que en un momento de vigilancia, descubrió que la mujer fingía sentir lo que en realidad no sentía.  Darse cuenta de esto y volverse loco se hicieron uno, y la sesión presuntamente amorosa se convirtió para él en un cúmulo de inseguridades y temores, y de una ira que emergió a borbotones, y pensó.

-Cómo se atreve a hacerme esto a mí, que he estado con quien he querido.  Se está burlando de mí y no se lo voy a permitir.  Seguramente está saciada por otro y a mí me explota con su aire de ingenuidad.

Sintiéndose humillado no podía soportar la idea que le atormentaba.  La tomó por el cuello y allí mismo la estranguló, sin ceder ante la mirada de espanto de la desesperada mujer.  Frenético pensaba que el acto era de justicia viril, y que solo le daba su merecido.

Al día siguiente el homicida declaraba ante un juez sobre su crimen.

Jacinto era vecino de Sancho, y era otro hombre acudiendo a su hogar con la intención de una noche de pasión con su pareja.  Por todos los medios a su alcance, logró que su amada le brindara sus favores.  En medio estaban de su encuentro, cuando el hombre descubrió que ella fingía sentir placer.  Atendió para estar seguro, hasta confirmar sus dudas.  Él la adoraba y se llenó de un espíritu hermoso y se sintió en un éxtasis esplendido, que le hizo pensar.

-Amada mía.  Tanto me quieres que estás dispuesta a fingir por mí, tan solo para que yo no sufra una decepción.  Seguramente estas cansada de tanto prepararme el hogar y que lo encuentre a mi gusto.

Fingió que no había notado nada; y en silencio siguió poseyendo a la mujer, inundado por un interno llanto de gratitud.

Al día siguiente, el hombre le prendió veladoras a ella, y comía de su mano cumpliéndole todos sus deseos.

Fermín era un tercer hombre en la misma noche, y era vecino de aquellos dos.  Llegó a su casa con la ilusión de estar junto a su pareja; sin duda en aquel vecindario había una epidemia.  El caso es que obtuvo lo que deseaba, pero de pronto observó extrañado que mientras hacían el amor, ella fingía. Era obvio que no se encontraba a gusto, por lo que decidió detener su esfuerzo, y le dijo.

-Perdóname mi amor, no quiero molestarte pero he notado que no te sientes bien.

Al verse descubierta, ella respondió.

-Perdóname tú a mí.  Te vi tan entusiasmado que no quise contrariarte, pero me pasa que siento mucho dolor, y preferiría no continuar.

-Dejémoslo, hay muchas formas de estar juntos -dijo él.  -Mañana buscamos ayuda médica, no puede ser normal que te duela.  Mejor descansa, te adoro y no quiero lastimarte.

-Gracias mi amor, yo también te adoro.

A la mañana siguiente la pareja desayunaba y se preparaba para ir a la consulta médica.  Al salir notaron que Jacinto caminaba hacia su casa cargando una bolsa con comestibles, iba cantando y con una sonrisa en los labios.  En la casa de Sancho estaba la policía que ya lo conducía esposado.  Todo llamó su atención, pero tenían algo que hacer.

En la consulta les explicaron que el caso era sencillo, no había nada grave, pues solamente se trataba de una inflamación por cosas del pH y microorganismos oportunistas.  Le prescribieron a ella un tratamiento local y le recomendaron a la pareja suspender por poco tiempo los encuentros.

El corolario de esta historia es que aquella noche a las tres mujeres les ocurría lo mismo, pero todo fue diferente en cada caso.  Hay personas que son incompetentes ante lo que perciben como un rechazo, y otras que son incompetentes cuando se sienten aceptadas, y es necesario estar siempre atento, porque no todo lo que uno vive tiene que ver con uno.  Entre tenerse confianza y querer sentirse confiado, se generan mezclas muy curiosas.

El único que ante la incertidumbre se atrevió a comunicarse fue Fermín, o podría decirse que fue el único que no se egocentró ante el imprevisto, y se atrevió a lo desconocido sin precipitarse a querer explicar las cosas con él.

Pienso que, si llegara un director de cine comercial y sensacionalista, compraría la primera historia.  La segunda podría ser interesante para alguien que gustara de explotar la cursilería infantil.  La tercera historia en cambio podría parecer demasiado simple, hasta vulgar y sucia, llena de cosas médicas, y a nadie le importa una realidad así.  A los seres humanos les encanta el drama, principalmente si se sienten ofendidos o hasta las víctimas, y mejor aún si se puede, los héroes.

Todos tenemos un lado violento y un lado tierno, pero cómo lo manejamos determina quiénes somos como personas.  Y lo mismo pasa con cualquier disposición del ánimo.  Siempre y ante cualquier estímulo sentimos cosas a las que damos algún significado, y ante cualquier cosa siempre tomamos alguna decisión, porque hasta cuando no decidimos estamos decidiendo.  Todo es porque el ego no acecha sino va montado en su macho, y el macho es uno mismo.  Lo que equivaldría a decir que cada persona va por la vida con sus complejos por delante.

No hay nada que presumir en el esfuerzo por vivir; la vida solo es un tramo engorroso y sin certezas que se vuelve muy complicado cuando apelamos a impulsos primitivos y sin conciencia de nosotros mismos y de los demás.

El autoconocimiento es un producto, no es comida de batea, y no le llega a quien no lo intenta.  Si alguien lo logra es porque se ha atrevido a la realidad de sus pasiones y ha aprendido a convivir con ellas.  Su esfuerzo será premiado, y en la paz de la comunión entre lo físico y lo espiritual, sabrá que ha sido tocado por los dioses.

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