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Desde principios del siglo XX, la necesidad e  inteligencia de medir y seguir la evolución del estado de salud de la población, usando indicadores como la mortalidad y morbilidad, ha sido una de las tareas de las instituciones de estado que controlan la sanidad. Y hay que considerar un hecho. Un año perdido con la muerte prematura, provoca daños a la economía familiar y nacional.

Pero no fue sino hasta mediados del siglo XX en que se empezó a hablar sobre la mortalidad prematura o evitable dentro del dominio de la prevención de enfermedades y con ello se pretendía obtener beneficios del análisis y el seguimiento de estos indicadores, para reducir las desigualdades entre los sexos, los grupos sociales y económicos, a fin de hacerles más duradera la vida y de mejor calidad y a la vez seleccionar las mejores acciones y las elecciones políticas en materia de prevención primaria. Nada de eso a la fecha se ha logrado con satisfacción en nuestro medio.

Se suele considerar muerte prematura, aquella muerte antes de la edad prevista de vida y se denomina prevenible, a un tipo de muertes que están muy relacionadas con comportamientos de riesgo como el abuso de tabaco, alcohol y otras drogas, el abuso y mala alimentación, la conducción temeraria, el clima, los hábitos de sueño, comportamiento sexual peligroso, violencia. En Guatemala según la OPS, la prevalencia del consumo de tabaco entre las personas de 15 años o más para el 2023 fue de 10.4%. En relación con el sobrepeso y la obesidad la prevalencia fue de 55.9% para el 2016 lo que implica trastornos en la alimentación. Asimismo, para el 2016, 37.1% de la población declaró practicar actividad física insuficiente. También destaca el informe los accidentes de transporte terrestre (26,5 por 100,000 habitantes), los homicidios (27 por 100,000 habitantes) y los suicidios (6,2 por 100,000 habitantes).

En cuanto a muertes prevenibles, ese mismo informe señala que en el 2019, la tasa ajustada de mortalidad prematura potencialmente evitable en Guatemala fue de 348 muertes por 100,000 habitantes, lo que equivale a una disminución de 16,6% en comparación con la tasa de 417,4 registrada en el 2000. En este sentido, el país presentó en el 2019 una tasa 53,5% mayor a la notificada para la Región de las Américas de las muertes prematuras potencialmente evitables.

Al describir y analizar el epidemiólogo y salubrista este tipo de muerte, se ha encontrado y topado con disparidades entre hombres y mujeres en cuanto a las tasas de mortalidad «prematura» (muertes antes de los 60-65 años) e igualmente entre clases socioeconómicas y hábitat.  Comparado con otros países de América el promedio dentro de la población de la esperanza de vida para el hombre (65.7 años para 2022) es de los más bajos y menos favorables en nuestro medio y mejor en las mujeres (71.75). Esta situación contrastante, tiene por consecuencia una diferencia en el nivel de mortalidad entre sexos. De igual manera, en Guatemala la tasa de mortalidad se eleva en los extremos de la vida y puede alcanzar una tasa de hasta 40 por 1,000 habitantes en pacientes mayores de 60 años, de edad, muy diferente de lo que sucede en países desarrollados en donde las tasas de mortalidad después de los 65 años son, tanto para hombres como para mujeres, entre los más favorables. Este último dato se puede explicar fruto de la importancia dada en muchos sistemas de salud que funcionan bien no solo al análisis de indicadores de mortalidad “prematura” sino a como se caracterizan esos problemas que dan origen a muertes prematuras y se atiende en lo preventivo sus conductas de riesgo y en lo clínico al manejo de enfermedades y su diagnóstico temprano y seguimiento de casos.

Todo lo anterior hace ver que en nuestro sistema nacional de salud (SNS) es necesario montar un proceso adecuado de indicadores de mortalidad “prematura” y “evitable” que se utilicen periódicamente para medir y monitorear el estado de salud en poblaciones arriba de los 60 años de todos los estratos sociales. La particularidad de observaciones clínicas y epidemiológicas de tipo y causa de muerte, es que permiten esencialmente la prevención tipo primario de educación y acciones educativas y sanitarias para salud y funcionamiento del propio sistema sanitario, que se puede montar a un nivel primario de atención. La frecuencia de causas de mortalidad externa  “evitable” particularmente alta entre los hombres por factores de riesgo producto de mayor violencia, accidentes de tráfico, aumenta la brecha en el nivel de mortalidad entre sexos, pero también aumenta la mala calidad de vida, acontecimiento que viene observándose en todos los países al igual que el hecho de  que aunque la mujer vive más que el hombre, su calidad de vida suele resultar inferior: vive con más dolemas y males, la pasa más mal.

Las particularidades de la situación de muerte prevenible, también tienen que ver con el resultado mórbido que se produce como causa de muerte. Son varios tipos de enfermedades (propias y externas) las que la producen no teniendo las mismas causas y agravantes. En efecto, enfermedades cardiovasculares, ostoemusculares degenerativas, enfermedades metabólicas, obesidad, cánceres, accidentes, drogadicciones, etc. tienen diferente origen y comportamiento en hombres como en mujeres y en su incidencia y prevalencia influye el nivel socioeconómico, estilo de vida y medio ambiente en que se vive, al igual que acceso a servicios de salud. Se ha estimado a nivel mundial que las causas de deceso evitable representan un tercio de las muertes prematuras. También se ha encontrado que esta proporción es significativamente mayor entre los hombres (algunos hablan de 4 muertes de cada 10 en comparación con 2 entre las mujeres).

El concepto de mortalidad “evitable” es un concepto que se desarrolló originalmente a nivel internacional para identificar deficiencias en el sistema de atención sanitaria, pero teniendo en cuenta los problemas prioritarios de salud pública que plantea el análisis de las disparidades actuales en el nivel y evolución de la mortalidad y las causas de muerte, rápidamente resultó esencial trabajar también en un conjunto de causas de muerte relacionadas con conductas de riesgo e insuficiencia y acceso a los medios de prevención. Debido a los problemas de salud específicos de cada país que se desprenden de las comparaciones entre países, la necesidad de medir y seguir la evolución de este tipo de indicadores ha adquirido especial importancia mundial.

Las causas de muerte a las que se refiere esta selección de mortalidad “evitable”, son causas que dependen más de actitudes en términos individuales de riesgo que del funcionamiento real del sistema sanitario. Por lo tanto, tener en cuenta la mortalidad “evitable” como indicador “agregado” tiene la ventaja de proporcionar información sobre el impacto general de las conductas de riesgo.

Y no se crea que muerte evitable es solo cuestión de la tercera edad. Por ejemplo, la incidencia de neoplasias está aumentando en niños menores de 14 años en muchos lugares del mundo. Algunos suponen que esto puede deberse a la influencia de la radiación electromagnética y a las innovaciones con cambios de conducta (teléfonos móviles, alimentos, tránsito, hábitos de sueño).

La evaluación de las proporciones atribuibles de los diferentes factores de riesgo para cada categoría de causas de muerte requiere otros tipos de indicadores. Sin embargo, no se puede descartar completamente el papel protagónico que tiene el sistema sanitario, en la aparición de estas causas de muerte (existencia de vigilancia epidemiológica, programas de prevención y atención, y calidad de las estructuras de acogida y atención).  Por ejemplo: el monitoreo del impacto preponderante de las causas de muerte relacionadas con el consumo de alcohol, drogas recreativas y tabaco para explicar el exceso de mortalidad masculina, puede permitir la creación e implementación de programas para evitarlas. El análisis por grupos de edad o regiones de muertes prevenibles, también indica el peso de los diferentes factores de riesgo  y la forma en que varían según los subgrupos poblacionales de la sociedad. Por tanto, ya son varios los estudios que muestran el beneficio de contar con datos sobre las características de la mortalidad “prematura” y “evitable” para identificar subgrupos de población específicos en riesgo.

Finalmente, es importante señalar el daño económico por la muerte prematura. Esta se puede calcular como la suma del costo de los años de vida perdidos y las pérdidas en el PIB, teniendo en cuenta la experiencia laboral «inconclusa» y los altos costos que representan los servicios clínicos a la población de la  tercera edad, algo así como cuánto cuestan las enfermedades. Lamentablemente este tipo de análisis no lo realiza nuestro sistema de salud.

https://hia.paho.org/es/paises-2022/perfil-guatemala#:~:text=En%20el%202019%2C%20la%20tasa,4%20registrada%20en%20el%202000
Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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