Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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El COI ha tratado de mantener la política fuera de los Juegos Olímpicos; pero, invariablemente, confronta problemas por la política nacional de Estados o la política internacional, que no siempre atiende bien, cayendo a veces en la aplicación de doble rasero. Ejemplo de esto ha sido el tratamiento de situaciones bélicas. En su momento, Rusia fue suspendida por su invasión militar a Ucrania, lo cual pudo justificarse por el anhelo de paz; pero en los actuales Juegos Olímpicos, se ha permitido participar a Israel, pese a su guerra contra el pueblo palestino y, aún peor, el genocidio que lleva a cabo en Gaza. Lo mínimo que el COI debió haber hecho era suspender a Israel en las Olimpíadas -con base a dictámenes de la Corte Penal Internacional, que ha condenado el genocidio israelí y ha exigido el inmediato alto al fuego- sin impedir a los atletas israelíes ser delegación independiente. No haberlo hecho implica gran debilidad frente a las presiones sionistas y doble rasero. La población de París dio su opinión con los vítores hacia la delegación palestina y sus abucheos a la delegación israelí. Entendemos que no necesariamente son responsables los atletas israelíes de los crímenes de lesa humanidad del gobierno de Netanyahu; pero se debió haber aplicado el mismo criterio que se usó con Rusia: quienes generan violencia, contrario a la Carta de las Naciones Unidas, no deben ser admitidos en un evento del COI.

Los eventos políticos no pueden ser ignorados en eventos deportivos; pero, al hacerlo, no se debe hacer pagar a las y los deportistas las fallas inducidas por la política. En las décadas de la “guerra fría”, los juegos fueron utilizados como instrumento político, desde la competencia por el medallero olímpico hasta la decisión de las potencias de no participar en eventos que se realizaban en territorio contrario, ignorando derechos y anhelos de miles de deportistas. El Comité Olímpico de Guatemala fue suspendido cuando Miguel Martínez, consorte de Giammattei, intervino a favor de una directiva de su gusto, requiriendo a la CC que anulara el reglamento nuevo. Correctamente, al no respetarse la autonomía del deporte, el COI suspendió a Guatemala. Esta suspensión fue levantada gracias a las gestiones de Arévalo y, por ello, con justicia, las y los deportistas guatemaltecos han podido participar. Así se tuvo la enorme satisfacción de contemplar la bandera guatemalteca y escuchar el himno nacional al ganar Adriana Ruano su medalla de oro, la primera de Guatemala en la historia de las Olimpíadas. Menciono un segundo aspecto matizado por la política: la medalla de bronce obtenida por Jean Pierre Brol. Personas de Guatemala no se sintieron identificadas con este merecido triunfo, porque miembros de la familia Brol estuvieron involucrados en la represión contrainsurgente de los ochenta, particularmente en la masacre de San Francisco, con más de trescientas víctimas asesinadas por el ejército. No fue responsabilidad de Jean Pierre; pero la sombra de ese nefasto período -la impunidad de los victimarios- requiere de iniciativas de justicia aún pendientes. Jean Pierre deberá hacer su parte al retornar al país.

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