Por supuesto, no nos referimos a la digna posición sobre Palestina adoptada por el gobierno del presidente Arévalo, que ha sido muy bien explicada por el canciller Carlos Ramiro Martínez en una reciente entrevista radial con Felipe Valenzuela, sino a un post scriptum de Emmanuel Todd al final de su libro sobre “La derrota de Occidente” en el que se refiere a Gaza (el libro fue terminado el 30 de septiembre del año pasado y el atentado terrorista de Hamas ocurrió el 7 de octubre). Se trata de una vergonzosa maniobra de política exterior, que hasta ahora había pasado desapercibida debido a la crisis política desatada por los golpistas y llevada a cabo por el gobierno de Giammattei en octubre del año pasado, muy probablemente con el ánimo de obtener el beneplácito de Washington a fin lograr la continuidad del gobierno del pacto de corruptos, pues se trató de una maniobra de política exterior similar al traslado de la embajada de Guatemala de Tel Aviv a Jerusalén, algo que les permitió –durante la administración Trump– no renovar el mandato de CICIG con los deleznables resultados que todos conocemos.
En efecto, como dice Todd “el 27 de octubre del 2023 los Estados Unidos se negaron a votar una resolución (en la Asamblea General y como consecuencia de la imposibilidad de que el Consejo de Seguridad se ocupara del conflicto ante el reiterado veto americano) que buscaba el establecimiento de una ‘tregua humanitaria inmediata, durable y prolongada’ propuesta por Jordania. Ciento veinte naciones votaron a favor, cuarenta y cinco se abstuvieron y solamente catorce votaron en contra Israel, Estados Unidos, Fidji, Tonga, las islas Marshall, la Micronesia, Nauru, Papuasia Nueva Guinea, Paraguay, Guatemala, la República Checa y Croacia (¿el fantasma del Imperio Austro-Húngaro? se pregunta Todd). El voto americano contra la tregua es nihilista y rechaza los valores comunes a toda la humanidad nos dice Todd. “La mayoría de países occidentales se abstuvieron incluyendo aquellos del eje americano en Europa, como el Reino Unido, Polonia y Ucrania. Francia, Noruega, Irlanda, España y Portugal votaron a favor de la resolución propuesta por Jordania, junto a Rusia y a China. Alemania se abstuvo, decisión que, sin embargo, atenuó sus posiciones tradicionales por principio favorables a Israel. El desalineamiento de los occidentales reveló, sin duda, tanto la persistencia de los valores del derecho humanitario (para hacer cesar la matanza de civiles) como un reflejo de temor ante la irresponsabilidad estratégica de Estados Unidos pues con semejante voto decidieron, en plena guerra de Ucrania, alejarse del mundo musulmán de manera inmediata y definitiva”.
Como pueden darse cuenta los lectores Guatemala fue el único país de América Latina en alinearse obsecuentemente con la “odiada” (por intervenir en favor de la democracia y en contra del pacto de corruptos, supuestamente violando nuestra “soberanía”) administración Biden. El “doble estándar” y la falsedad de los posicionamientos ideológicos de la administración Giammatei es evidente, y aunque es explicable (debido a la crisis provocada por los golpistas) que los diputados de Semilla no hayan reaccionado promoviendo una interpelación contra el canciller Búcaro –que en ese entonces viajaba constantemente a la OEA para defender a su jefe de las justificadas acusaciones que se hacían por las violaciones a la Carta Democrática Interamericana– es realmente execrable que ahora estos mismos diputados corruptos se “rasguen las vestiduras” porque Guatemala ha sido consecuente con la histórica posición de nuestro país que desde 1948 está en favor de la solución de que sean dos Estados los que coexistan en ese territorio que originalmente pertenecía por entero al pueblo palestino, citando al canciller Martínez para “dar explicaciones” sobre decisiones que corresponden exclusivamente al presidente de la República pues como establece la Constitución en su artículo 183 como parte de las funciones presidenciales, además de nombrar embajadores, celebrar tratados y convenios internacionales así como recibir a los representantes diplomáticos del exterior el presidente debe “dirigir la política exterior y las relaciones internacionales”.
Pero volviendo al libro de Todd, para explicar el comportamiento de la Casa Blanca el analista francés sostiene que, aunque la supuesta guerra de Israel contra Hamas les pueda ser útil para distraer la atención mundial del hecho de estar perdiendo la guerra en Ucrania en realidad, siendo el alineamiento estadounidense con Israel “carente de matices e irreflexivo” esto es casi un síntoma suicida. En efecto, estando la OTAN en guerra y dado que buena parte de la comunidad internacional se ha negado a apoyar las sanciones contra Rusia, esto no sólo le ha permitido a los rusos resistir el asedio occidental sino que también Moscú ha tenido la habilidad de concertar precios del petróleo con países como Arabia Saudita, sin olvidar que gracias a la diplomacia china –aliados de facto del Kremlin– saudís e iraníes reanudaron sus relaciones diplomáticas. De modo que el belicismo de Biden, ahora extendido al Oriente Medio, está proporcionando a Moscú –en plena guerra de Ucrania– la posibilidad de presentarse como “una fuerza de paz” ante los árabes, para quienes Rusia podría incluso ser vista “como un escudo contra la renovada violencia americana”.
Finalmente, si en el párrafo anterior nos referimos a una “supuesta” guerra de Israel contra Hamas es debido a que –desde nuestro punto de vista– lo que ocurre allí no es una confrontación bélica clásica dado que Israel controla ahora la totalidad del territorio palestino lo cual configura un conflicto en el cual un ejército de ocupación se enfrenta a un actor no estatal (Hamás) que utiliza el terrorismo para lograr objetivos políticos. Israel tiene derecho a combatir a este grupo armado en el marco de lo que debería entenderse como un conflicto armado interno respetando escrupulosamente el derecho humanitario internacional (específicamente los protocolos adicionales de 1977 a los Convenios de Ginebra de 1949) para terminar con los crímenes de guerra y las acciones genocidas contra la población civil no combatiente (van cerca de 40,000 civiles muertos, siendo una gran mayoría de ellos mujeres y niños) , como ha sido calificado tanto por la Corte Internacional de Justicia como por la Corte Penal Internacional así como por la relatora del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Francesca Albanese. Creemos que los países miembros del GRULAC en Naciones Unidas bien podrían impulsar hacia futuro –dada la absoluta inoperatividad del Consejo de Seguridad– acciones inspiradas por la célebre resolución “Unión pro Paz” de los años cincuenta a fin de contrarrestar la lamentable y trágica inacción del CS, además de insistir en que, por lo menos, el gobierno de Netanyahu cumpla con la resolución –esa si vinculante – ya aprobada por el Consejo de Seguridad (gracias a la abstención de Washington) que demanda un alto al fuego.