La democracia que queremos no existe en la realidad, hay que construirla. De momento tenemos un presidente democrático que dirige el Poder Ejecutivo de forma democrática y que tiene literalmente en contra, al Congreso, esto es al Poder Legislativo y en contra al Poder Judicial, ya que el sistema de justicia guatemalteco está cooptado. Las propuestas del Presidente Arévalo se diluyen en un Congreso acostumbrado a recibir coimas. Bajo esas condiciones hay que entender que el camino a la democracia es complejo y no es tarea solamente del Presidente Arévalo. Muchos quisieran que el Presidente de una vez por todas somate la mesa y en un arranque antidemocrático resuelva el problema. Esto es, quisieran un regreso al autoritarismo. Pero el camino a la democracia requiere acciones democráticas para su construcción.
La democracia es también el camino, no solamente es el destino. La democracia es el medio que la sociedad moderna ha encontrado para construir sociedades diversas, económicamente activas, políticamente participativas y culturalmente diversas. En un país marcado por una historia violenta, historia de guerras, genocidio, el alma de los y las guatemaltecas ha quedado marcada como deja marcado el trauma individual las emociones del ser humano. El ser humano marcado por traumas no tratados no se da cuenta que él mismo boicotea su propia felicidad porque cree no merecerla, de eso se ha tratado toda la inducción maternal y paternal: No mereces ser feliz. Un país marcado por violencia, racismo, clasismo, y machismo ha construido un país que puede percibirse sin el derecho a ser feliz, es más, sin el derecho a sus derechos.
La democracia solamente es el medio para tener acceso a una vida significativa, donde todas y todos podamos tener oportunidades y por eso la democracia es realmente una construcción social. Los populistas, de derecha o de izquierda, han vendido la falsa oferta de que sin esfuerzo se puede lograr la felicidad, ya que ofrecen de todo, pero no cumplen nada. La democracia se siembra, se cuida, se riega, no nace por generación espontánea. La democracia nace también con una nueva educación, una nueva forma de vernos y de construirnos y por eso no nace ni crece y menos se desarrolla en ambientes autoritarios. La educación que requerimos, ya sea formal o informal, en la familia o en el trabajo, cambia de una visión conductista, autoritaria que hacía vernos como recipientes de contenidos, de normas que no entendíamos a una educación donde aprender es participar, no solamente escuchar y menos solamente memorizar. Pero este cambio de educación requiere nuevos aprendizajes, nuevas conductas, ya sea en el Congreso de la República o en el seno de la familia.
Urge un nuevo tipo de educación, aquella que trascienda las disciplinas tradicionales y se centre en la construcción de pensamiento crítico como propiedad social, no una capacidad individual aislada, esto es, construir argumentos a partir de evidencia, entender las fortalezas y límites de las teorías, reconocer que un ser humano no es dueño de la verdad absoluta y por ello no se puede construir más pensamiento dogmático. Las capacidades que se requieren para vivir en democracia se concentran en respetar al otro, a la otra, construir habilidades sociales y preparar a las personas para situaciones cada vez más complejas. De aquí en adelante debemos estar atentos a que hay que reconocer esa tendencia humana, casi narcisista, de que los seres humanos tendemos a enamorarnos de nuestros inventos, de las tecnologías, de perderse ahora en las redes sociales y dejar de construirse para vivir del que dirán. Estas nuevas tecnologías nos hacen sentir que participamos en la vida social, pero eso es solo una ilusión. La democracia no es lo que el gobierno pueda hacer sino lo que todos y todas debemos hacer para construir un mundo mejor.
La reciente visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, realizó diez recomendaciones, que realmente son los pasos para construir nuestra democracia. La primera, la reducción de la pobreza. En un país empobrecido, no pobre, no habrá democracia. Esta pobreza producida por grupos corruptos que se han apoderado del país debe concluir. Junto a eso, la CIDH urge la erradicación de los factores estructurales de discriminación que afectan principalmente a niñas, niños, pueblos indígenas, personas con discapacidad, grupos LGTB, personas mayores. La segunda sugerencia fue que se investigue cualquier forma de corrupción. El tercer paso es un llamado específico al Ministerio Público de Guatemala para que cese la criminalización artificial contra periodistas, defensores de derechos humanos, operadores del sistema de justicia, estudiantes, profesores, integrantes de partidos políticos, organizaciones indígenas.
El cuarto paso, la cuarta sugerencia de la CIDH, es limitar el uso de la prisión preventiva, herramienta de represión más que de justicia. El quinto es liberar a las personas que se encuentran en prisión preventiva criminalizados por la defensa de los derechos humanos. La sexta sugerencia de la CIDH es la evaluación, por medio de un medio independiente, del Ministerio Público. El séptimo punto fue la generación de condiciones para el retorno de los exiliados políticos. El octavo punto se refiere al talón de Aquiles del sistema de elección de altas cortes en Guatemala a través de Comisiones de postulación. La CIDH pide que se pongan a funcionar dichas comisiones. El noveno punto pide que se pongan a funcionar mecanismos objetivos para la elección de operadores de justicia. Y el décimo punto nos regresa a los Acuerdos de Paz, aquellos firmados en 1996 y que quedaron en el olvido.
El camino a la construcción de nuestra democracia está en medio de un permanente boicot e insistente chantaje. Los ataques a la llamada incapacidad de Arévalo no son más que los propios sabotajes del pacto de corruptos que ve como de a poco los guatemaltecos y las guatemaltecas decidimos construir este camino a la democracia. No hay vuelta atrás. Debemos construir y defender esta democracia nuestra para tener condiciones para desarrollo, no de unos pocos, sino de todas y todos. Eso debe hacerse ya. ¡Si no es ahora, no será nunca Guatemala!