Roberto Blum

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La prospectiva es una disciplina que estudia los futuribles (posibles futuros) para comprenderlos y anticipar nuestras reacciones. No se trata de predecir el futuro con certeza, sino de explorar futuros posibles y preparar estrategias para afrontarlos. Se utilizan métodos cualitativos y cuantitativos para analizar las tendencias, identificar los posibles escenarios y evaluar sus impactos potenciales. La prospectiva se aplica cada vez más en diversos campos, incluyendo la política, la economía, la tecnología y todo tipo de fenómenos sociales relevantes al quehacer humano.

Desde tiempos antiguos, las civilizaciones han intentado prever el futuro mediante oráculos, profecías y toda suerte de métodos de adivinación. Los griegos, por ejemplo, consultaban al Oráculo de Delfos para tomar decisiones importantes y en China el famoso libro I Ching se utilizaba para guiar a los tomadores de decisiones.

Durante el Renacimiento, autores como Tomás Moro, en Utopía, Tommaso Campanella, con su Ciudad del Sol, y Jonathan Swift, en sus Viajes de Gulliver, imaginaron sociedades ideales, criticando así la realidad y reflexionando sobre futuros posibles desde una perspectiva moral.

En el siglo XX los conflictos mundiales y la cada vez más compleja realidad llevaron a la necesidad de la planificación a largo plazo, especialmente en términos militares y económicos. Así, en las décadas de 1940 y 1950, se institucionalizó el estudio del futuro con la creación de centros de investigación como la RAND Corporation o el Hudson Institute en Estados Unidos, que desarrollaron técnicas precisas de análisis de los sistemas complejos adaptativos (CAS) y la construcción de escenarios.

En este sentido, podemos afirmar que en los próximos 25 años el mundo se enfrentará a una serie de transformaciones profundas en diversas áreas, desde la tecnología hasta el clima, pasando por la geopolítica y la economía. Estos cambios, impulsados por avances científicos y desarrollos tecnológicos, dinámicas sociales y desafíos ambientales, moldearán una nueva realidad global.

Uno de los factores determinantes será el avance tecnológico. La inteligencia artificial (IA) y la automatización continuarán revolucionando industrias enteras. Según un informe de McKinsey Global Institute, para 2030, hasta el 30 por ciento de las actividades laborales podrían ser automatizadas​​. Esto no solo cambiará la naturaleza del trabajo, sino también planteará desafíos en términos del empleo y la distribución de la riqueza. La educación y la formación continua serán esenciales para adaptarse a este nuevo entorno laboral.

Además, la tecnología 5G y sus sucesoras permitirán una conectividad sin precedentes, fomentando el crecimiento del Internet de las cosas (IoT). Ciudades inteligentes, vehículos autónomos y hogares interconectados se convertirán en la norma, mejorando la eficiencia y la calidad de vida, pero también plantearán nuevos desafíos en términos de seguridad y el llamado “derecho a la privacidad”.

El cambio climático seguirá siendo sin duda un desafío crítico. A medida que los efectos del calentamiento global se hagan más evidentes, las políticas y tecnologías verdes ganarán protagonismo. La transición hacia energías renovables, como la solar y la eólica, se acelerará, impulsada por la necesidad de reducir las emisiones de carbono, al tiempo que la necesidad de más y mejores baterías impulsará la minería de los materiales necesarios para su fabricación, con graves costos ecológicos. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), para 2040, se espera que las energías renovables representen casi el 50 por ciento de la generación global de electricidad​​.

Sin embargo, los efectos adversos del cambio climático, como el aumento del nivel del mar, eventos climáticos extremos y la pérdida de biodiversidad, requerirán esfuerzos de mitigación y adaptación significativos. La gestión sostenible de los recursos naturales y la implementación de políticas ambientales robustas serán cruciales para enfrentar estos desafíos.

La geopolítica adquiere una relevancia extraordinaria. Se anticipa, por ejemplo, un mundo multipolar y multicivilizatorio. El llamado Occidente dejará de ser el modelo y el hegemón. El ascenso de China como una superpotencia económica y militar desafiará la hegemonía de Estados Unidos. Según un informe de Goldman Sachs, antes del 2050, China podría superar a Estados Unidos como la mayor economía del mundo. Esta dinámica reconfigurará alianzas y rivalidades, con posibles tensiones en áreas como el comercio, la tecnología y la seguridad global.

Regiones y países como India y los de África subsahariana ganarán importancia en el escenario global, debido a su crecimiento demográfico y económico. Se estima, por ejemplo, que India ya superó a China en cuanto al número de sus habitantes. Este crecimiento traerá consigo oportunidades económicas, pero también enormes desafíos en términos de infraestructura, educación, salud, empleo y sostenibilidad.

Es evidente que los cambios demográficos tendrán un impacto significativo. El envejecimiento de la población en muchas partes del mundo, especialmente en Europa y Asia Oriental, ya plantea desafíos para los sistemas de salud y pensiones. Según el World Economic Forum, en el 2050, el número de personas mayores de 60 años se duplicará, alcanzando los 2.1 mil millones.

Por otro lado, la urbanización continuará a un ritmo acelerado. Se espera que según datos de las Naciones Unidas, el 68 % de la población mundial viva en áreas urbanas. Esto requerirá inversiones masivas en infraestructura urbana, transporte y servicios públicos para evitar la sobrecarga y el deterioro de las condiciones de vida.

La globalización y la digitalización seguirán acercando a las personas, pero también podrían contribuir a profundizar la división entre ellas. Las redes sociales y las plataformas digitales jugarán un papel crucial en la formación de opiniones y la movilización social. Sin embargo, también aumentarán las preocupaciones sobre la desinformación, la polarización y la pérdida de privacidad con el probable resultado del crecimiento de tendencias nacionalistas y populistas.

Los movimientos debidos a la igualdad de género, los “derechos” LGBTQ+ y la justicia racial seguirán ganando impulso, empujando cambios legislativos y sociales. La diversidad y la inclusión se convertirán en valores fundamentales en muchas sociedades, aunque no sin resistencia y desafíos.

En resumen: en los próximos 25 años el mundo estará marcado por transformaciones tecnológicas, desafíos ambientales, reconfiguraciones geopolíticas y cambios sociales profundos. La capacidad de adaptarse a estos cambios y de abordar los problemas de manera colaborativa y sostenible determinará el bienestar y la estabilidad global. La educación, la innovación y la cooperación internacional serán claves para navegar por este futuro incierto y complejo.

Así pues, es claro que la prospectiva es una herramienta poderosa para comprender y prepararse para futuros posibles. Su evolución desde las profecías antiguas hasta las sofisticadas técnicas modernas refleja la creciente complejidad y la interconexión del mundo. A medida que enfrentamos desafíos globales como el cambio climático y la revolución tecnológica, la prospectiva se ha convertido en una disciplina esencial para guiar a las sociedades hacia futuros sostenibles y resilientes.

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