Edith González

hedithgonzalezm@gmail.com

Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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Dicen que Dios no nos abandona, sino que nosotros somos sordos y ciegos a sus llamados, o que en humanos podrían ser consejos.

Y si o pensamos bien nos podremos dar cuenta que siempre hay algo que nos detiene o nos impulsa, algo que no está en nosotros sino surge. Aunque no siempre podamos ponerle atención.

Hace unos días el doctor Carlos Dávila Mor me cambió la cadera. Algo que se dice y oye fácil, pero de lo que yo no tenía ni idea, de lo avanzada que está la ciencia médica.

Y por supuesto no ha sido ni sencillo ni fácil, los dolores son intensos, que los medicamentos han ido aplacando, mientras mi cuerpo se acomoda a algo que no le pertenece y mi mente aún no logra entender cómo pasó todo esto. Bueno, aparte de los años vividos, que son un índice para que esto ocurriera.

Ahora que tengo una prótesis debo recordar las reglas de oro para no lastimarme y retornar a sala de operaciones, quiere decir al principio del camino. Pararme es muy difícil. Sentarme menos. Pero la pierna no me obedece, debo recibir terapia y enseñarle de nuevo a moverse, subir, o doblarse.

Solo puedo dormir boca arriba con las piernas separadas y para acostarme y levantarme necesito ayuda. El resto se los dejo a la imaginación, pues hacer las mínimas tareas para sobrevivir sola, no puedo. Pero mi hijo Andrés se ha ocupado que yo tenga todo lo que necesito. Incluyendo dos mujeres, Paola y Magda, que me ayudan todos los días y me dan ánimo.

Pero como decía, en este momento justo llegó a mí esta historia que quiero trasladarles:

«Dormía, comía y hablaba de rugby, hasta el día en que un placaje mal ejecutado rompió sus sueños en mil pedazos. Mathias Dantin, de 18 años, quedó tetrapléjico durante un partido de rugby en 2022».

Algunas almas parecen estar hechas de acero templado, y la de Mathias Dantin es una de ellas. Hoy en día, este joven de 18 años con una voz teñida de los acentos cadenciosos de la región de Bigorre ya no puede decir si el rugby se lo ha dado todo o se lo ha quitado todo. Y sin embargo, afronta esta nueva vida con una fuerza desarmante, privado de sus cuatro extremidades tras un placaje ilegal.

Nacido en Colombia, Mathias fue adoptado a los dos años por Jérôme y Fabienne Dantin, y creció en los Pirineos. Como si quisiera deshacerse de un exceso de energía, el pequeño practicó deportes de todo tipo: esquí, natación, escalada… hasta que descubrió el rugby a los 12 años.

«Desde que era niño, quería alistarme en el ejército», cuenta Mathias a Aleteia, «más concretamente en el primer regimiento de paracaidistas de infantería de marina de Bayona. Cuando hice el bachillerato, hice mucho hincapié en el deporte y la forma física para superar las pruebas de las fuerzas especiales».

Mathias, el capitán, jugaba con su equipo contra otro instituto de los Altos Pirineos cuando fue arrojado al suelo por un impacto increíblemente violento. «Ya había empujado a uno de los jugadores del equipo contrario. No tuve tiempo de entender lo que me pasaba antes de que me levantaran cuatro metros por los aires.

Mathias fue trasladado por aire al servicio de urgencias antes de pasar incontables horas en el quirófano. No conocía la palabra ‘tetrapléjico’, pero cuando mi padre me confirmó el diagnóstico, no me sorprendió», dice Mathias con sorprendente calma.

«Desde el principio, recibí un apoyo extraordinario de mis padres y amigos íntimos. También ha habido abandonos, gente que se alejaba. Pero he tenido la suerte de estar rodeado de gente y de no estar solo con mi discapacidad», señala.

Parece que la fe recibe un golpe cuando suceden este tipo de cosas. Te preguntas: ¿por qué yo? Pero con mi hijo Diego Daniel que crecía al lado del cuidador de un terreno cercano, aprendimos que de alguna forma nosotros teníamos los recursos para llevarle y traerle a sus citas médicas. Y ahora, después de ver cómo vive tanta gente de mi país en la miseria, no he logrado preguntarme por qué a mí. Porque sé que estoy cuidada por mis hijos y mis hermanas, que de alguna manera juntamos los recursos para la operación y lo que venga y solo falta que yo les responda y me respondan, pueda volver a mi trabajo que tanto me gusta y seguir compartiendo y aprendiendo.

Porque siempre supimos que si le tocaba al otro que no tiene ni apoyo ni recursos su vida sí iba a ser desdichada e imposible. Así que solo me queda sacar fortaleza de mis entrañas y darle para adelante. Agradeciendo el apoyo de mis jefes y de cada persona que toca mi vida. Al final yo ya soy una mujer grande, pero estoy mejor que Mathias, de quien quiero tomar su sentido de la vida.

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