Con mucha satisfacción me enteré por los medios de comunicación, que esta semana fue el lanzamiento de una iniciativa, para formar con metodología virtual a 1,400 Auxiliares de Enfermería que estarán concentrados en los municipios que en la actualidad son prioritarios, dados los índices de desnutrición que en los mismos existen.
Y digo que me satisface, porque como socio del Club Rotario de la Ciudad de Guatemala, hace aproximadamente 40 años se inició con el Patronato Pro-Nutrición Infantil, la atención a niños de las áreas marginales de la zona 18, posteriormente con el Programa de Nutrición y Desarrollo en 14 comunidades ubicadas en la cuenca del Lago de Atitlán. El programa en mención estuvo coordinado por el ilustre Dr. Alberto Viau Dávila, quien también era socio de nuestro Club, quien se encargó de establecer las directrices generales y técnicas, dentro de las cuales debería funcionar el proyecto. En el mismo nos involucramos todos los socios, pues dentro de la metodología, se consideró que era necesario que existiera una Junta Directiva del proyecto, un director ejecutivo, que fue el Lic. Esvin Lemus y que los socios del Club Rotario de la Ciudad de Guatemala participaran como padrinos, de las diferentes sedes del proyecto y en las comunidades afectadas por la desnutrición.
En cada comunidad se integró un comité de respaldo local y se seleccionó a una facilitadora local, entre las lideresas de cada comunidad, quienes fueron capacitadas durante dos meses, por profesionales de prestigio expertos en el problema, que desarrollaron un pénsum de estudio de carácter integral.
Dentro de los profesionales participantes como docentes se puede mencionar a: la Licda. en nutrición Yesica Cáceres, el Dr. Rodolfo Paiz Andrade, el Dr. Alberto Viau Dávila, el Lic. Ignacio Silva, el Lic. Bruno Hamán, el Lic. Fritz Bass, Gerardo Marrou, Fernando Cáceres y otros más.
Como parte de la logística, se buscaron facilitadoras en cada comunidad afectada por la desnutrición y a cada una se le montó una pequeña clínica, que constaba de una mesa, un infantómetro o tallímetro infantil, un juego de cintas de shakir, un lote importante de tarjetas de control, una balanza, una silla y una banca, todas elaboradas en las mismas comunidades con excepción por supuesto de la balanza, el infantómetro y las cintas de shakir.
La primera parte del programa constituyó la promoción a nivel de la comunidad, en donde también se informó de las actividades a desarrollar y de la forma en que la comunidad debería participar.
Dentro del presupuesto se incluían recursos para comprar harinas nutritivas, para fabricar galletas nutritivas a nivel de la comunidad. Vale destacar que estos insumos se daban a todas las familias, niños y madres embarazadas o lactantes, estuvieran o no desnutridas. Las principales actividades del programa eran: el monitoreo nutricional utilizando la relación peso, talla y edad, la educación nutricional, la entrega de suplementos alimenticios y la promoción de los recursos nutricionales locales. Los padrinos Rotarios de cada comunidad sede, visitaban periódicamente, compartían con las madres y los niños, promovían jornadas de salud, realizaban celebraciones y para fechas especiales como Navidad, les entregaban regalos y quebraban piñatas.
Como una acción paralela, se logró otro financiamiento para comprar hilos para tejer y estufas de mesa, tratando con ello de mejorar sus ingresos y evitar la tala inmoderada de árboles y el gasto exagerado en la compra de la leña.
Las facilitadoras del programa hacían su labor sin recibir ningún salario, pero sí se implementaron otras estrategias y formas de reconocimiento comunitario y público, en donde ellas se sintieran útiles y realizadas y la comunidad valorara su trabajo.
Como producto de este esfuerzo adelantado a su tiempo, se logró la recuperación nutricional y sostenida de 2,800 niños, que hoy son adultos bien desarrollados, que viven una vida diferente. Cuando ya se acercaba la fecha del plazo de finalización del proyecto se establecieron las coordinaciones necesarias con la Jefatura de Área de Salud, pero manifestaron que no estaban en la capacidad de poder absorberlo. Vale indicar que a pesar que el proyecto finalizó, por lo menos cuatro de las facilitadoras formadas aún siguen funcionando.
Posteriormente, y como un proyecto continuo se impulsó la producción, consumo y comercialización del hongo ostra. En resumen, podemos afirmar que el Club Rotario de la Ciudad de Guatemala, posee una larga experiencia en la implementación y desarrollo de programas de nutrición, que bien puede ser compartida con la entidad que así lo demande, pues la desnutrición es un flagelo prioritario de atender.