Juan José Narciso Chúa

juannarciso55@yahoo.com

Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Se acababa el ciclo del colegio. Las clases iban mostrando su gradual culminación, los amigos aún no percibían este final, pero lo palpitaban en el fondo de sus pensamientos. Los exámenes eran la conclusión para ponerlos de cara al futuro y así comenzar otro ciclo de ansiedad, solo que esta vez, la juventud permitía enfrentarlo con tranquilidad, hasta con cierta displicencia, cuando se es joven el tiempo no es una restricción, es simplemente un dato.

Llegó la graduación, ese acto formal que aglutina, tal vez por última vez, a todo el grupo que estudió, que hizo travesuras, que se dedicó a sacar adelante el bachillerato, los ponía de cara al frente, pero recordando todo lo vivido, los amigos (los cuates), los compañeros, las fiestas, las novias, los profesores, las profesoras, las instalaciones que los habían albergado durante años, en ese espacio en donde se tejieron amistades para siempre, noviazgos duraderos y otros cortos, pero igual, predominaban los recuerdos de esta época que terminaba para pasar a otra etapa de la vida.  El futuro.  Y esa dimensión, no es más que discurrir sobre qué hacer de acá en adelante, ese espacio que todos saben que existe, pero que nadie tiene certeza de hacia dónde ir, ese porvenir que nadie puede prever, pero ahí está, es caminar de nuevo hacia adelante, pero ahora la situación es distinta, los padres asisten, ya no acompañan, la responsabilidad se centra en ellos mismos, nadie más.  Hoy se inicia la ansiedad del futuro, esa condición que se repetirá varias veces en la vida.

Estudiar y trabajar, esa mancuerna que provoca angustia, pues es necesario establecer con seguridad qué estudiar, una interrogante que nadie de los que hemos pasado por ese momento tiene respuesta, es un poco seguir a amigos, es un poco hacer caso al consejo de los padres, es un poco dirigirse a alguna cuestión académica que interesa.  ¿Y el trabajo?, pues ahí es más difícil prever qué va a pasar, la ansiedad es mayor, el control sobre el mercado de trabajo es aún más complicado, se buscarán alternativas, se explorarán espacios y seguro llegarán ofertas.  Y así fue, el muchacho ahora estudia y trabaja, reconoce la dificultad de esa doble actividad, pero sigue adelante.

El joven se adentra en otro momento de vida.  Se reencuentra con su amor juvenil, su amor ha trascendido el tiempo y la distancia y coinciden.  Ambos se lanzan juntos a enfrentar ese vector del tiempo, el futuro, pero ahora juntos, seguro el esfuerzo es grande, pero uno al lado del otro parece ser menos difícil.

La novel pareja abre otro capítulo de su vida. Ser padres y la ansiedad del futuro se hace mayor, pero eso sí es agradable.  Recrear cómo va a ser, decidir sobre su nombre, pensar en su infancia, explorar su lugar de estudios, hace la vida linda, sin duda, pero la ansiedad sobre el futuro nuevamente muestra que esta condición se repite nuevamente.

Una niña los acompaña ahora, una belleza para la vida, ese noble momento cuando uno inicia el camino y la responsabilidad de ser padre.  La niña muestra su carácter todo el tiempo. Es resuelta, sus respuestas delinean contundencia al afirmar o negar algo, su sonrisa es fantástica sin remilgos disfruta de reír.  La relación con su padre es cercana, agradable, amorosa, ambos se prodigaban el uno al otro, reconociendo la niña esa figura del padre, a quien ella respeta, ambos se saben amados, ese sentimiento recíproco que llena de abundancia un hogar.

La madre amorosa, tierna, cariñosa.  Se dedica a la niña todo el tiempo, desde levantarla temprano, bañarla, vestirla, peinarla, darle de comer y llevarla al colegio, irla a traer, preguntar sobre su día, sus amigas y amigos, darle su almuerzo y luego irse juntas a diferentes faenas de la casa o bien a las clases de natación de la niña.  Ambas gozan de una característica entre madre e hija, son cómplices y amigas, más allá de ser madre e hija.

Así que el trío en el hogar se siente realizado, tienen una buena vida, una agradable vida familiar, han construido un hogar.  

Pero de repente una nueva noticia y todo cambió. Sin querer, otra vez, la ansiedad sobre el futuro hace presencia en sus vidas.

Los padres se encuentran de frente a una nueva vida, la madre feliz con su embarazo, el padre radiante de saber del mismo y de empezar a soñar con diversos momentos que pensaba recrearle a esta nueva personita que vendría a incrementar el número de miembros, pero también a engalanar el hogar.

La ansiedad sobre el futuro despliega nuevamente sus alas, hoy se configura en el corto plazo hombre o mujer, bebé o beba, caballero o dama, ¿cómo calmar esa ansiedad?, ¿cómo enfrentar esa ansiedad?, ¿cómo rescatar la certeza si todo es incierto?

La verdad se develará pronto, con lo cual la ansiedad sobre el género de esta nueva vida, se calmará, se sosegará, se introducirá en el hogar en una forma silenciosa, callada, como la luz del sol que poco a poco se expande, como si fuera una sombra que poco a poco se ilumina y así llenará de felicidad al nuevo hogar, los llenará de satisfacción que su hogar se ha extendido alegremente, les proveerá de alegría de ver al nuevo miembro llorar, reír, jugar y seguro les impregnará sus retinas de momentos inolvidables.  Y así, fácilmente, como si nadie se diera cuenta, culmina una etapa de esa ansiedad del futuro, únicamente para empezar otra…

Para el Tato, Dany y Giselle, con todo mi amor.

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