«Lo hago con tristeza y con plena conciencia de que esta decisión será especialmente dura para mi familia, mis amistades y mis abogados. Les pido que entiendan la dificultad de mi decisión y procedo con el objetivo único de protegerme y protegerles», dijo Virginia Laparra al abandonar el país para proteger su vida.
Como los fenómenos sociales parecen darse en ciclos, el ciclo anticorrupción que se iniciara con la instauración de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, CICIG, órgano de Naciones Unidas solicitado por el mismísimo gobierno de Guatemala a través del Congreso de la República, hizo enormes avances para entender y perseguir a la corrupción reinante y sus estructuras paralelas asociadas. El ciclo de la CICIG inicia en el 2006 y termina en el 2019 luego de documentar decenas de casos de corrupción de alto nivel organizadas a través de estructuras criminales. El péndulo anticorrupción osciló por más de una docena de años, haciéndonos pensar que efectivamente erradicaríamos la corrupción. Los movimientos sociales del 2015 en contra del presidente Otto Pérez y la vicepresidenta Roxana Baldetti fueron emblemáticos pero el golpe fue tan fuerte que las estructuras criminales reaccionaron. Si bien se habían ya identificado a empresarios corruptos, los que se confesaron en público, los mismos organizaron la estrategia por medio de la cual sacarían a la CICIG, lo cual lo hicieron utilizando la figura gastada de una marioneta, que lo único que hizo fue emborracharse y sacar ilegalmente a la CICIG: Jimmy Morales.
El péndulo de la Pro Corrupción empezó a oscilar cuando los empresarios corruptos, muchos organizados en el CACIF, la cámara de empresarios más importante de Guatemala, decidieron expulsar a la CICIG. Con ese objetivo al presidente Morales le ordenaron que nombrara a Consuelo Porras como sustituta de Thelma Aldana. Porras llega a fiscal general presentando un doctorado falso y sin ser la que mejor punteo tenía entre los candidatos. Pero la suerte ya estaba echada, el sistema oscilatorio se movería de un movimiento de una docena de años anticorrupción a un cambio brusco Pro Corrupción.
A partir del nombramiento de la fiscal general Consuelo Porras de parte de Jimmy Morales y su ratificación de parte de Alejandro Giammattei, el sistema de justicia fue cooptado rápidamente. El Ministerio Público fue, y es, la esquina de la venganza por lo que han perseguido a los exfuncionarios de CICIG y a funcionarios públicos del sistema de justicia que apoyaba la lucha anticorrupción. Esto no fue una casualidad. Desde la formación del Estado guatemalteco, un grupo de terratenientes, enriquecidos a fuerza de despojos y más enriquecidos con la política de la revolución liberal de 1871 de Justo Rufino Barrios, tomaron el control económico y político del país, no así del control cultural. Los terratenientes venidos a cafetaleros construyeron una élite depredadora, que nos dio un golpe casi de muerte en 1955 al haberse aliado a las fuerzas retrógradas que no nos permitieron construir democracia. Los que nos dieron el golpe con la expulsión de la CICIG fueron los herederos de esta clase pudiente que tanto daño nos sigue haciendo.
El exilio de Virginia Laparra es parte de un largo y triste proceso de esta decisión que han debido tomar cientos, miles, millones de guatemaltecos para escapar de su tierra cuyo país, es un no país, país que no puede dar lo mínimo para la vida. La versión del Pacto de Corruptos a través de sus voceros, netcenteros y otros tiene una interpretación simplista del exilio. El argumento de estos corruptos es: «la fiscal Laparra no quiere afrontar la justicia y por lo tanto es culpable». Esto sería verdad en un país donde realmente exista justicia. Pero en un sistema cooptado que utiliza al Ministerio Público y a jueces escogidos a dedo para su propia venganza, eso no es posible. La exfiscal Laparra ya había enfrentado a la justicia, por años, pero los casos del Ministerio Público cuando son de venganza son para siempre, como lo atestigua Jose Rubén Zamora.
Ahora Virginia Laparra optó por exiliarse, optó por desterrarse, una decisión extrema que se hizo común en Guatemala. Ya el flujo de exiliados políticos luego de la contra revolución guatemalteca que emigraron hacia México y que luego durante la guerra civil que dejó 200,000 muertos entre 1960 y 1990, los guatemaltecos emigraron a buscar seguridad a Costa Rica o Chile entre otros destinos, pero a México hubo un flujo mayor de exiliados políticos. La cooptación del sistema de justicia solamente le dejó a Virginia Laparra la opción de irse, no porque no quisiera afrontar la justicia sino porque desde el principio el caso fue falso, fake, implantado con el ánimo de vengar a los corruptos descubiertos por la CICIG. Dicen que ella reveló detalles de un caso en reserva, falso. No reveló nada, simplemente dijo, en una audiencia grabada, que tenía otro caso que atender y por eso armaron tremenda farsa los del Ministerio Público actual en manos de Porras.
El exilio es un paso terrible y solamente se toma en condiciones extremas. El exilio es quitar un poco de uno, amputarse de alguna forma. El exilio es reconocer que no hay país, no hay nación, no hay Estado, no hay justicia.
San José, Costa Rica, julio 2024