Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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En el contenido de su letra, una popular canción de hace algunos años preguntaba acerca de las cosas que podían suceder cuando ocurría un apagón. Aunque aquel cuestionamiento era realizado en forma jocosa y quizá mordaz, lo cierto es que la respuesta no podía ser más incierta. Las más de las veces poco es lo que puede aseverarse de lo que ocurre cuando se está a oscuras.

En el mundo de la tecnología suele llamársele “apagón” al lapso determinado en que un servicio tecnológico es interrumpido, particularmente cuando se trata de servicios de interconexión digital que abarcan (por ejemplo) el internet, almacenamiento de información en la nube, servicios de transferencia de datos, etc. Desde esa perspectiva, y sin entrar en pormenores innecesarios, puede decirse que gran parte del mundo sufrió recientemente un apagón.

Como es de suponer, las teorías conspirativas aparecen casi por ensalmo cuando un fenómeno de tal naturaleza ocurre. Sin embargo ―y por simple curiosidad― ¿podrían, acaso, tales suposiciones tener algo de verdad? El desarrollo de la humanidad como especie con capacidades únicas de raciocinio y de proyección hacia el futuro ha traído consigo innumerables retos y efectos que muchas veces han devenido inesperados, lo cual ha sido siempre una cuestión evidente.

No obstante ―suposiciones conspiranóicas aparte―, lo cierto es que, situaciones como la ocurrencia de un apagón en los términos ya descritos, siempre dejan mucho material para que la imaginación vuele alto y haga de las suyas. Sobre todo, cuando se pone en evidencia una dependencia previamente insospechada de aquello que puede tener efectos serios en áreas tan importantes como la salud; el quehacer laboral cotidiano; operatividad de transportes marítimos, terrestres y aéreos; o incluso la propia subsistencia de la vida humana.

Mucho se ha dicho que las próximas grandes guerras serán libradas en el ámbito digital, lo virtual, y aunque puede ser que eso sea verdad y de alguna manera proporcione algo de efímera tranquilidad, vale la pena pensar en que eso sería sólo una parte del problema general. Una cosa trae la otra, como suele decirse coloquialmente, y el mundo ha dado muestras suficientes de que nunca se está suficientemente preparado para lo inesperado (por eso es inesperado).

La pandemia que el mundo vivió recientemente es el más claro ejemplo al respecto; y el apagón tecnológico de hace tan sólo unos días es el ejemplo más cercano en este momento. Si una fallida actualización de un sistema cibernético provocó tanto efecto en tan poco tiempo y en distintas partes del mundo, basta imaginar qué más cosas podrían ocurrir de forma intencionada o fuera del control humano en el futuro.

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