«La crítica puede no ser agradable, pero es necesaria. Cumple la misma función que el dolor en el cuerpo humano; llama la atención sobre el desarrollo de un estado de cosas malsano. Si se le presta atención a tiempo, puede evitarse el peligro; si se reprime, puede desarrollarse un trastorno fatal».
Winston Churchill
Autor: Luis Javier Medina
Politólogo guatemalteco
Coordinador editorial en materia política para la ONG Students For Liberty
fccmarcodeaccion@gmail.com
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Apreciado lector, ¿alguna vez cuando niño se enojó con sus padres porque estos le regañaron, le castigaron o le prohibieron que hiciera ‘x’ o ‘y’ cosa? Probablemente así fue, incluso me atrevo a decir que muchas de las anécdotas que a día de hoy recordamos de nuestra infancia provienen de una situación como esta. Y cómo olvidar la famosa frase que siempre nos decían mientras de pequeños hacíamos un berrinche: “es por tu bien”.
Seguramente, con el pasar de los años, nos fuimos dando cuenta que muchas de las lecciones que nos dieron nuestros padres poseían un valor incalculable. En mi caso personal, los consejos que un día recibí de niño y adolescente me permitieron convertirme en lo que soy; cuestiones como la disciplina, la perseverancia, la honestidad y un sinfín de valores y principios. Al final de todo, las lágrimas que de niño derramé por no hacer lo que quería, con el tiempo fueron borradas por enseñanzas que recuerdo constantemente mientras comienza mi vida adulta.
Pero, ¿por qué este preámbulo? El motivo es que quiero evidenciar, a través de un ejemplo tan cotidiano como el que acabo de presentar, cómo es que debemos actuar frente al gobierno actual. Después de seis meses de que las nuevas autoridades tomaran posesión, es momento de monitorear y evaluar el desempeño de los nuevos funcionarios. Tanto el presidente, Bernardo Arévalo, como la bancada Semilla ya no son ni candidatos electorales ni la oposición, ahora son el oficialismo, lo cual les otorga nuevas responsabilidades frente a toda la población guatemalteca.
No obstante, en redes sociales florecen cuentas que desacreditan a cualquier persona que intente criticar al gobierno actual. Perfiles de redes sociales anónimas que al unísono atacan a periodistas, profesionales y ciudadanos comunes que, en su libre expresión, brindan su opinión. Están también los que dicen que no se debería criticar al gobierno actual porque al hacerlo se le está haciendo un favor al “pacto de corruptos”. Y, por supuesto, están los fanáticos que por su tendencia ideológica ahora prefieren callar frente a un gobierno que es de su preferencia.
Lamentablemente, este tipo de actitudes en vez de ayudar al gobierno de turno lo perjudican más. Así como nuestros padres nos regañaban o castigaban en momentos en los que hacíamos algo mal, el gobierno actual requiere de voces críticas, no solo de otras ideologías, sino también de las que provienen del discurso progresista y de izquierda. Y es que seamos honestos: los que integran el gobierno actual ni ninguna persona son dioses para actuar con perfección y con plena sabiduría. Tal como nosotros en la niñez desconocíamos muchas cosas y necesitábamos corrección, los políticos requieren de la fiscalización ciudadana (sin ningún tipo de censura) para así tomar mejores decisiones.
A todo esto, conviene recordar algo fundamental: los principios democráticos de la transparencia y de la rendición de cuentas son impersonales, es decir, no se sujetan solamente a una persona o a un grupo en particular. No importa si el que está en el gobierno es azul, verde, rojo, amarillo o naranja, el principio debe mantenerse. El que hace lo contrario solo está defendiendo a personas, no a una verdadera causa.
Guatemala no está para que consintamos políticos. Si nuestros padres nos hubieran consentido y hubiesen cedido ante todos nuestros berrinches y caprichos en la infancia, habrían fallado en su responsabilidad de formarnos para la vida. Al consentir a Semilla, Bernardo y compañía, estamos tirando a la basura una oportunidad histórica para que desde la institucionalidad pública exista un cambio, al tiempo que nos seguimos condenando en materia de desarrollo social y calidad de vida.
Que esas voces críticas y genuinas nunca se apaguen, al contrario, que puedan escucharse más fuerte. Los que son únicamente aduladores del poder nunca dan buenos frutos, o en este caso, buena semilla.