Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Para el día de hoy la organización campesina Codeca ha convocado a una movilización.  Escribo este artículo la noche anterior y, por lo tanto, desconozco cuál será el éxito de su convocatoria.

Es imposible negar que dicha organización tiene una base social importante. Pero, al mismo tiempo, hay que considerar los reveses que ha tenido. Se definen como antisistema, pero participan en él, al punto de haber logrado un resultado electoral relevante en el 2019, con su candidata Telma Cabrera como aspirante a la Presidencia de la República. Esto pareciera una contradicción, pero realmente no lo es. Hay diversas formas de lucha para quienes se definen antisistema y participar en él para promover su cambio desde adentro no constituye una incoherencia.

Esta organización sufre de altos niveles de antipatía por parte de diversos sectores sociales. Se les ve como extremistas, se cuestiona su supuesto rol en el tema de la energía eléctrica y muchos se sienten afectados por su discurso radical y las formas de movilización que utilizan.

Codeca no comprendió la razón de su éxito electoral en el 2019. Ese voto ciudadano, sin duda significativo, no fue expresión de una empatía con su plataforma programática, sino que fue un acto de repulsión al sistema corrupto.

Tampoco tuvo la capacidad de flexibilizar su estrategia político electoral para no ser excluidos, como efectivamente sucedió. Su candidato a Vicepresidente, que merece todo mi respeto, pudo haber sido cambiado para quitarle ese pretexto a quienes los sacaron de la contienda.

El resultado de esa exclusión fue que el partido político que representa a esta organización campesina, el Movimiento de Liberación de los Pueblos, MLP, desapareciera. O sea que fueron derrotados, al menos en esta ocasión, en su intento por participar en el sistema para transformarlo.

Pero además de esta derrota política, Codeca también sufrió un revés social, dado el tímido rol que jugó en la defensa de la democracia representativa el año pasado. Las autoridades ancestrales de los pueblos indígenas y otras organizaciones campesinas fueron los actores nacionales fundamentales para preservarla.

En este marco de doble derrota (política y social), la marcha de Codeca es un intento por reposicionarse en el escenario nacional.  Sus reivindicaciones carecen de un criterio de prioridades, pero todas ellas tienen un contenido transformador.

A pesar de esa dispersión de reivindicaciones, demandan con firmeza la renuncia de la Fiscal General y sus adláteres y el cese a los desalojos que sufren los campesinos que lucha por la tierra. Estas si son reivindicaciones concretas y de lo más pertinentes.

La vuelta de Codeca al escenario nacional la veo positiva. Es una alerta, al menos naranja, para el gobierno, particularmente en relación a las expectativas que se crearon con el Acuerdo Agrario que suscribió el Presidente con cuatro organizaciones y sus capacidades de cumplir con ellas.  Y también es una alerta para aquellos sectores retardatarios que se niegan a aceptar la necesidad de impulsar los cambios estructurales que el país necesita a partir del diálogo y la negociación, ya que al cerrarse a este camino empujan hacia adelante la protesta social.

Para Codeca, regresar al escenario nacional también podría ser la oportunidad de comprender la necesidad de construir un movimiento campesino unitario y sumarse a esta tarea. Trabajar por el cumplimiento del Acuerdo Agrario ya referido podría ser una plataforma de lucha unificadora, aunque ellos no participaron en él.

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