Desde 1524 Xelajú Noj es capturado y captura la cultura occidental.
Yo escribo en español porque es el idioma de la nueva ciudad, que nace del dolor de la conquista, pero se hace a sí misma en siglos de fusión económica, política y principalmente cultural. A la llegada del ejército español con los indígenas provenientes de lo que ahora es México central, especialmente de Tlaxcala y otros pueblos originarios a los que en términos generales yo he llamado Mexicas, sabiendo que este término genérico esconde la riqueza de la mezcla del ejército español indígena que entró a la bella Guatemala, que entonces no era Guatemala, le llamaron Coactemalá o Quahtemallan, náhuatl, como nuestra poesía. Debió ser una experiencia única para los españoles, que venían de tierras áridas. La entrada a Mesoamérica también debió ser excepcional para los mismos guerreros mexicas porque el centro-norte mexicano fue y es árido a diferencia de la actual Yucatán, Chiapas y Guatemala, verde, verde, verde como las letras de nuestro Miguel Ángel Asturias.
Quien iba a decir que los mames habían llamado a este territorio Culahá, Garganta de Agua diría nuestro contemporáneo Daniel Matul y su inagotable poesía. Quien iba a decir que el imperio Quiché derrotaría a los mames y prepararía la tierra de la actual Quetzaltenango haciéndola Xelajú Noj. Escribo justo desde el Palajunoj, donde Witizil Sunum vio caer al Príncipe Quiché, Tecún Umán hace quinientos años. Desde aquí escribo, de aquí soy, aquí crecí, desde aquí recorrí el mundo y aquí moriré para volver a nacer.
Los quinientos años marcan la incursión española y la construcción de una nueva cultura, fundamentalmente occidental, esa es la Quetzaltenango actual que de a poco se convirtió en el centro cultural de Mesoamérica, como el agua. Ya no somos sólo Hidrógeno, ya no somos sólo Oxígeno, somos un poco de Hidrógeno y mucho de Oxígeno, somos agua. El camino de nuestra construcción llevó siglos, muchos siglos, muchas luchas, muchas batallas, muchas victorias, demasiadas derrotas hasta llegar al 2024 del calendario gregoriano. Nos encontramos en las altas montañas centroamericanas, desde donde tocamos el cielo con nuestras palabras cotidianas que nos hicieron la ciudad más centroamericana, donde la poesía nos permitió ver otros mundos, otras lunas. Ahora que nos detenemos en el inagotable tiempo maya, en el unidireccional tiempo europeo, preparamos el futuro.
Los siglos XIX, XX y XXI transforman a la ciudad de Quetzaltenango en una ciudad de servicios, principalmente educativos los cuales permitieron que a la vez se desarrollara en una ciudad que le dio cabida a los y a las artesanas, esas personas que preparan artefactos culturales en el afán de construir identidad. La Revolución Industrial naciente en Inglaterra en el Siglo XVIII llega a Quetzaltenango en el Siglo XIX con la segunda hidroeléctrica de América Latina, cuya energía proveniente del Río Samalá iluminó la construcción del Teatro Municipal y todo el complejo cultural del centro de la ciudad de la estrella, la ciudad de Lucas Tomás Cojulum. El ingeniero Cojulum, uno de los primeros graduados del Instituto Normal para Varones de Occidente, INVO, tiene una trayectoria fascinante, como la historia de las y los quetzaltecos que han hecho de nuestro territorio la cuna de la cultura. Graduado de abogado y de ingeniero con la pasión puesta en la matemática, decidió dedicarse a esto, a esta práctica social llamada matemática educativa quetzalteca, marcándola para siempre.
El ingeniero Lucas T. Cojulum, como el ingeniero Francisco Vela, creador del mapa en relieve de Guatemala, hacen de Quetzaltenango la tierra de Efraín Recinos, diseñador, constructor, arquitecto y principalmente ingeniero artista creador del Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias, una maravilla de las manos quetzaltecas. Lucas T. Cojulum es el autor de los primeros libros de matemática de la región de los Altos en Guatemala, cuyo nacimiento cultural se da en Quetzaltenango con sus libros: «Aritmética Elemental Técnica y Práctica”, «Álgebra Elemental», los que sentaron las bases de la didáctica de la matemática quetzalteca del siglo XIX. Se graduó el 1 de abril de 1879, donó varios tomos a la sociedad de artesanos y heredó su biblioteca a la misma en 1915. Como maestro se recuerda que ejerció la docencia en la escuela de Artes y Oficios, otro centro cultural de las tecnologías del inicio del Siglo XX, pegadita al Teatro Municipal (Fuente: Historias de Xela, Trip.com).
Quetzaltenango no es casualidad, es el esfuerzo de las madres quetzaltecas que educaron en las letras, en los números y en las artes a sus hijas e hijos quetzaltecos. Cuando los hermanos Hurtado estudiaban su primaria en su natal Quetzaltenango, Jesús castillo, el músico quetzalteco, el primer antropólogo musical de la música maya-quiché construía, dibujaba, escribía por primera vez en el pentagrama europeo la música de los pueblos indígenas quetzaltecos, su bella Obertura Indígena No. 1, escrita justo en 1897 con la Revolución Política Quetzalteca, articula las culturas originales quetzaltecas con las partituras europeas las cuales había aprendido en sus estudios musicales, en París, donde también estudió química y antropología.
La ciudad también es una ciudad de servicios de salud, es un centro de referencia regional y lo fue del Sur de México, y cómo no si aquí nació, estudió y practicó la medicina quetzalteca el Doctor Rodolfo Robles. Rodolfo Robles estudió en el INVO, como los grandes, estudió en Santa Clara California y también en la Sorbona, en París, donde fue medico externo. Graduado de la Universidad de París en 1904. A su regreso a Guatemala se incorporó a la Escuela Facultativa de Medicina y Farmacia en julio de 1905, siendo médico y cirujano de varias salas en el Hospital General de Occidente, entre 1905 y 1910, además de ser el concejal de higiene de la Municipalidad de Quetzaltenango en 1905 y director del Instituto Nacional de Vacunas. También trabajó con la quetzalteca Elisa Molina de Stahl para afrontar la epidemia de viruela que se estaba presentando en la región. Su mayor contribución a la ciencia médica mundial fue el descubrimiento de la oncocercosis una infestación que produce ceguera y cuyo tratamiento también propuso el Doctor quetzalteco Rodolfo Robles (Fuente: Prensa Libre, 10 de junio 2021, por Gustavo Montenegro).
Quetzaltenango tiene hospitales nacionales y regionales tanto del Ministerio de Salud, como el Hospital Regional de Occidente, el Hospital Rodolfo Robles, el Hospital Oftalmológico, el Hospital del Seguro Social y cuenta con una enorme cantidad de hospitales privados con capacidades técnicas y médicas diversas, desde el Hospital Privado Quetzaltenango, Hospital la Democracia y un complejo hospitalario de referencia nacional. Además de los programas de medicina, odontología, enfermería, salud pública y administración de servicios de salud que ofrece el campus de la Universidad de San Carlos en Quetzaltenango, llamado CUNOC, también las universidades privadas ofrecen programas de medicina, enfermería, fisioterapia, técnicos médicos en diferentes ramas. Debe notarse que el Hospital Regional de Occidente es un hospital escuela con una docena de especialidades a nivel de postgrado, junto con un intenso programa de residencia hospitalaria universitaria.
Así, Quetzaltenango es la cuna de la cultura no solamente por su poesía, por su pintura como lo mostró al mundo Carlos Mérida y lo sigue demostrando Carlo Marco Castillo, el poeta de los colores quetzaltecos, por las hermosas artesanías, por la pujante industria en todas las áreas, por su oferta educativa desde primaria hasta la universidad donde quince universidades ofrecen programas en todas las áreas del conocimiento moderno, college town dirían los norteamericanos. Las universidades algunas ya han rebasado su larga tradición de ser solamente centros de reproducción cultural, son también centros de innovación, como lo demuestra la trayectoria de la doctora Ariadna Cifuentes en el campus de la Universidad de San Carlos en Quetzaltenango. Las maestrías en ciencias de la salud, salud pública, administración de servicios de salud demuestran que existe también un intenso ambiente de innovación científica y tecnológica, como lo muestra las decenas de trabajos de los y las estudiantes de ingeniería mecánica del CUNOC que han desarrollado prototipos y equipos médicos en conjunto con médicos del Hospital Regional de Occidente.
Estamos en el tiempo perfecto de direccionar a Quetzaltenango hacia un futuro que se construya basado en políticas públicas iluminadas por teoría y evidencia, esto es política basada en la ciencia y la tecnología. Esto debe nacer en las universidades locales, que abundan en Quetzaltenango, pero que tienen que iniciar su tránsito de la reproducción a la producción, de la enseñanza al aprendizaje, de la copia a la innovación. Los nuevos programas de las ciencias del aprendizaje, los nuevos laboratorios de agua y modelación de hidroinformática, las nuevas tendencias de construcción en y desde los Fab Labs capaces de construir artefactos desde las impresoras digitales hasta la paquetería de software que permite realizar prácticas profesionales de Ingeniería, arquitectura, medicina, derecho, economía, agricultura, antropología, sociología, física, matemática pertinente para la transformación de nuestro territorio y la mejora sustantiva de la calidad de vida de todos y todas. Esto ya existe en Quetzaltenango, pero debe ser la norma y no la excepción.
Así Quetzaltenango es y será el faro cultural desde donde su luna de plata iluminará las calles que nos conducen al futuro, calles que construiremos juntos, como guatemaltecos que renacen como la música de Mariano Valverde cuando aquel 18 de abril de 1902 se estremecía la tierra quetzalteca y se caían las casas y los edificios quetzaltecos, pero los quetzaltecos no, no se caían, aquel 1902 cuando nuestros abuelos y abuelas decidieron construir de nuevo la Ciudad de los Altos, luego del intenso terremoto de San Perfecto, que le da la bienvenida al Volcán Santiaguito. Luego de que aquellos mil quetzaltecos que murieron y dieron su sangre y sus huesos para que nosotros y nosotras tuviéramos un hogar. Aquí a quinientos años renace la nueva Quetzaltenango y mientras tomamos un chocolate pensamos en el quinientos años más uno en las palabras melódicas de Raúl Izas y los ojos cansados del historiador Francisco Cajas Ovando, quien nos recuerda que somos seres históricos y que no hay futuro sin conocer nuestro pasado.