En estos tiempos y en esta nuestra tierra cuesta tener tiempo para la cultura y dentro de sus expresiones, la lectura es una de esas actividades que llenan de satisfacción a quienes, como yo, disfrutamos de las novelas, de la poesía, de la narrativa, el relato y el ensayo como formas de configurar ese enorme espacio cultural.
La cultura no es lo mismo que la educación. La cultura es aquél proceso de cultivarse de otras visiones, de otras voces, de otras expresiones, de esas formas de contar las cosas que nos prende, nos mantiene pegados a su desenvolvimiento, nos conmueve los sentimientos cuando escuchamos música especial e incluso la música nuestra, aquella que las retinas capturan con una amalgame de colores y movimientos como el ballet o los bailes folklóricos.
Dentro de todo ello la lectura representa ese gusto por vivir múltiples vidas, de sufrir diferentes actos de heroísmo o maldad, de llorar cuando el corazón se siente aprisionado por un sentimiento o un hecho que nos emociona o bien de resentir el hecho de estar casi terminando un libro, cuando quisiéramos que el autor nos llevara más y más lejos.
Es por ello que la presencia de Filgua es un evento imprescindible para henchir el espíritu, para llenar los corazones, para distraer la mente, para divagar el alma, pues esa marejada de libros es tan grande, tan importante y tan profunda que no nos da tiempo a estar al día con los grandes autores mundiales, y tampoco con los autores nacionales.
La producción es impresionante, no se detiene, no deja de fluir, no deja tiempo para concluir una novela, cuando ya aparece otra sugerente. La lectura es una pasión y, en mi caso, la misma es una cuestión cotidiana. Aunque el libro sigue siendo el rey de la lectura, no puedo dejar de leer los periódicos –los pocos serios nacionales–, las revistas digitales y los diarios que, siendo nacionales, nos llegan a Latinoamérica todo el tiempo.
Por ello, uno lee una enorme cantidad de información, sumado a las redes sociales que siempre ameritan un filtro, pero igual la lectura es una actividad imprescindible para muchos.
Esta Filgua es coincidente con el aniversario del centenario del nacimiento de Miguel Ángel Asturias, un hecho que lo hace mayormente importante, pues seguramente Asturias representa el escritor más notable de nuestros tiempos, que no sólo fue merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1967, sino además él representa diferentes facetas que lo hacen o hicieran una persona que configura una historia en sí mismo.
Asturias además de su reconocida figura intelectual de primer orden como escritor que nos ha legado de libros que nos han hecho disfrutar de su prosa, pero también está el Asturias diplomático en diferentes lugares –Argentina y Francia–, así como se reconoce al Asturias estudiante del glorioso Instituto Nacional Central para Varones, e igualmente el Asturias crítico de las dictaduras –si no lean el Señor Presidente–, pero también nos heredó la capacidad de articular palabras que representan voces de nuestra realidad nacional –como Hombres de Maíz–.
Miguel Ángel Asturias se desdoblaba en varias personas a la vez. Así como gustaba de escribir las historias sobre mitos y leyendas, así también participó en el periodismo crítico y activo, como el Diario del Aire, e igualmente su vida intensa como estudiante de la Universidad de San Carlos con Viernes de Dolores.
Pero igual, era un amigo entrañable, prueba de ello su gran amistad con Pablo Neruda, quienes se hacían llamar la Sociedad de los Poetas Gordos, una prueba de otra faceta, Asturias era un personaje “chingón”, como diríamos en Guatemala, una persona que disfrutaba de la bohemia, le gustaba bailar, en fin, como se ve una persona con múltiples facetas de vida.
Así que, dentro de este entorno, demos la bienvenida a Filgua 2024. Un respiro cultural en un entorno político y difícil.