La migración es un fenómeno natural multicausal; sin embargo, es principalmente el factor económico el que lo provoca. El proceso migratorio internacional impone complejos y diversos desafíos en materia de seguridad, y se considera una amenaza a la seguridad regional, en sus tres etapas: La premigración, el tránsito y la integración en el destino; cada una de ellas generan su propia dinámica de complicaciones y todas se relacionan con tres temas principalmente: las oportunidades, los derechos humanos y la seguridad.
El concepto de securitización de la migración, toma fuerza política luego de los atentados ocurridos el 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos de América; precedente que ha justificado políticas y medidas radicales, considerando a la migración masiva como una amenaza a la seguridad de los países origen, tránsito y destino planificado; la solución propuesta por parte de los Estados Unidos de América es la denominada “securitización de la migración”, que se refiere a la producción política de la migración, categorizándola como un asunto de seguridad nacional e internacional, endureciendo estrategias migratorias y de vigilancia en el control fronterizo, incluso, criminalizando los desplazamientos de los migrantes.
Sin duda la creación de oportunidades es la solución ideal; sin embargo, mientras eso sucede el fenómeno requiere de un tratamiento o gestión basado en la realidad de cada país; para Centroamérica, específicamente en Guatemala, por su importante ubicación geográfica requiere de atención particular, pues existen claramente fenómenos criminales transnacionales que se asocian a los diferentes procesos de migración irregular, así como las violaciones a la integridad de los migrantes. Este drama humano y social requiere de un tratamiento serio basado en la cooperación de los países origen, tránsito y destino; para el caso de Guatemala, existen convenios internacionales ya suscritos, sin embargo, pareciera que no han sido suficientes o se han pausado por diversas circunstancias.
Sin embargo, debemos estar claros que los flujos migratorios no se detendrán, son naturales, de larga data y propios de la sociología, flanquearán cualquier clase de muro, las personas solo preferirán quedarse en sus lugares de origen, antes que aventurarse a esa travesía peligrosa, si en sus propios países encuentran oportunidades. La primera afrenta es entonces propiciar oportunidades en cada país, antes de proporcionar una posibilidad de migrar controladamente; esos controles además pueden estar instalados en cualquier país de la región o en todos, en el mejor de los casos, pero deberían además permitir una posibilidad clara y definida que proporcione un proceso seguro y ordenado, que no es sinónimo de dejar las fronteras abiertas, sino de adquirir el compromiso regional de gestionar coordinadamente el tema del control de la migración irregular.
Guatemala y los Estados de la región entonces, deben potenciar políticas de desarrollo nacional para crear oportunidades para los nacionales, así como una gestión migratoria que integre dos grandes ejes: la atención y la protección de los migrantes para proteger la dignidad humana; pero, además, como aspecto de seguridad regional; este drama humano debe estar más presente en la gestión de la política y de forma permanente en el contexto de la seguridad nacional.