En medio del ajetreo que ha significado el inicio de este período en la vida nacional hay temas que van quedando fuera del radar y uno de ellos es la ilegal pretensión del dirigente magisterial, Joviel Acevedo, de mantener como “confidencial” el contenido del pacto colectivo de condiciones de trabajo que se debe firmar con las autoridades del Ministerio de Educación. La Constitución de la República claramente establece, en su artículo 30 que “Todos los actos de la administración son públicos. Los interesados tienen derecho a obtener, en cualquier tiempo, informes, copias, reproducciones y certificaciones que soliciten y la exhibición de los expedientes que deseen consultar, salvo que se trate de asuntos militares o diplomáticos de seguridad nacional, o de datos suministrados por particulares bajo garantía de confidencia”.
Por ley, todo lo que implique erogación de fondos públicos tiene que ser de conocimiento de quien tenga algún interés en el asunto, es decir, de cualquier ciudadano que pague sus impuestos puede solicitar en cualquier momento copias, reproducciones y certificaciones, tema que quiere obviar Joviel Acevedo. Es exactamente lo que hizo Alejandro Giammattei con las vacunas Sputnik al asegurar a los rusos, pero sobre todo para protegerse él y Martínez, de cualquier investigación que se intentara hacer al respecto.
Los pactos colectivos de educación han sido manejados en secreto por un contubernio entre los gobiernos, es decir los presidentes y los ministros de educación, con el dirigente sindical que negocia a su sabor y antojo. Cabalmente porque en esos pactos no se toca siquiera el tema de lo que el magisterio tiene que ofrecer a cambio de los aumentos que se logran, es que nuestro sistema educativo es uno de los peores del mundo, puesto que lo que finalmente se termina negociando no es una mejora de la calidad en la enseñanza, sino el compromiso de defender a capa y espada a los gobiernos corruptos.
El fondo de la negociación de esos pactos colectivos es simplemente apuntalar la corrupción y el estudiante, que debiera ser el eje de cualquier esfuerzo que se haga desde el Ministerio de Educación, queda en abandono. Por ello los rendimientos de nuestra juventud en lectura y matemáticas, fundamentales para el aprendizaje, terminan figurando entre los peores de todo el mundo.
Creemos en la dignificación del magisterio, pero no en la prostitución del magisterio para que se siga fortaleciendo en parachoques de los regímenes perversos que se roban el dinero que debiera servir para la promoción del desarrollo humano. Por ello es fundamental conocer no sólo qué obtiene de mejoras el maestro, sino cuál es su contraprestación, es decir qué ofrece a cambio para mejorar la educación.