Molesto por el conteo de días que hacemos sin que el Ministerio Público mueva un dedo para investigarlo, Miguel Martínez reaccionó indignado con La Hora y no tuvo otra mejor respuesta que pedirnos que vayamos a denunciarlo ante el Ministerio Público. Extraordinaria valentía (o colmo de cinismo) lo de Miguel Martínez, pareja de Alejandro Giammattei al “exponerse” así ante el ente encargado de la investigación penal en Guatemala. Lástima, sin embargo, que no dijo que esa denuncia la pongamos cuando la amiga de su compañero de vida (y de muchas otras cosas) Consuelo Porras ya no tenga bajo la suela a todos los fiscales, tal y como lo expuso Eduardo Pantaleón.
La Hora ha insistido, hasta el cansancio, en la imperiosa necesidad de tener una Intendencia de Verificación Especial que cumpla con su obligación y deber, siguiendo la pista del dinero. Es la IVE la que tiene que ver cómo distribuyen el dinero que reciben por contratos con el Estado, los proveedores de tanto mamarracho que se hizo durante el gobierno de esta peculiar pareja. Ya el Departamento del Tesoro de Estados Unidos lo sancionó, aplicándole la dura Ley Magnitski, por el escandaloso negocio (que llora sangre literalmente) de las vacunas rusas, en el que puso a funcionar al Presidente y al Canciller Brolo como sus operadores.
Mientras la “amiga” de su “amigo” siga en el Ministerio Público no se avanzará en ninguna investigación; pueden quemar a Brolo, como lo muestran con la investigación sobre él y el doctor Asturias en el tema de las vacunas, pero de Miguel Martínez se sabrá tanto como lo que se supo de la Alfombra Rusa cuando de la presidencia le avisaron a Consuelo Porras de la investigación que tenía la FECI. Y era una investigación que no afectaba la inmunidad del Presidente con su antejuicio, porque quien era objeto de la pesquisa era, cabalmente, el Jefe de Jefes, como él mismo se autonombró para demostrarle al país y al mundo quién era el verdadero amo más allá de la alcoba presidencial.
Si La Hora hubiera sido un medio corrupto, como él sostiene, hubiera sido extremadamente fácil lograr, como con otros, que se le apañaran todos sus asquerosos negocios. Nadie hubiera hablado de Asfaltos y Petróleos o de La Botica, mucho menos del escandaloso saqueo que hicieron en el IGSS aquellos funcionarios que él colocó en los más altos puestos a fin de que se aprovecharan del negocio de la compra de medicinas, para citar apenas algunos de los tantísimos casos porque todo mundo sabe que el poder de Martínez no se quedó simplemente en la cama.