Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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El título de esta columna podría parecer exagerado, pero en Oriente Medio se confrontan una serie de organizaciones y Estados con ideologías radicales, constituyendo amenazas reales a la paz mundial, contando incluso con armamento nuclear, que podría ser utilizado en esta confrontación regional, abriendo la posibilidad a una conflagración atómica.

En ese complejo teatro de operaciones, los Estados Unidos de América, la principal potencia económica y militar del orbe, está recibiendo fuertes presiones de los sionistas revisionistas israelíes, quienes exigen mayor apoyo armamentista, o de lo contrario amenazan con usar el armamento nuclear con el que cuentan.

Durante su investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valladolid, en enero pasado, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, declaró que: «Creemos que una solución de dos Estados debe ser impuesta desde el exterior para traer la paz. Aunque, insisto, Israel se reafirme en esa negativa (ante la creación de dos Estados) que, para impedirla, han llegado ellos mismos a crear el Hamas (…) Sí, Hamas ha sido financiado por el gobierno de Israel para intentar debilitar a la Autoridad Palestina de Fatah. Pero si no intervenimos fuertemente, la espiral de odio y de violencia seguirá generación tras generación, de funeral en funeral.»

Con esas afirmaciones, Josep Borrell rompió con el discurso oficial occidental, según el cual Hamas es el enemigo que atacó por sorpresa a Israel el 7 de octubre, agresión que supuestamente justifica la respuesta actual de Israel y la masacre que ya ha costado la vida a 30,000 civiles palestinos, la mayoría niños, crimen que ha sido condenado por la comunidad internacional, calificándolo como genocidio.

En ese contexto, Francesca Albanese, relatora especial sobre la situación de los derechos humanos en los Territorios Palestinos Ocupados, declaró durante la presentación de su informe Anatomía de un genocidio ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU: “Cuando la intención genocida es tan conspicua, tan ostentosa, como lo es en Gaza, no podemos apartar la vista, debemos hacer frente al genocidio; debemos prevenirlo y debemos castigarlo”.

El costo político de sus acciones militares en Gaza le ha costado a Israel un creciente aislamiento internacional, y ha provocado la pérdida de apoyo de varios aliados, como Irak. El presidente Biden ha condenado el pobre esfuerzo de Israel para no afectar a civiles no combatientes en Gaza, como sucedió con varios cooperantes humanitarios de World Central Kitchen. Además, la estrategia estadounidense de presionar para que se establezca un nuevo alto al fuego y Hamas libere a los rehenes israelíes ha dado pocos resultados concretos.

Pero al mismo tiempo que la Casa Blanca exige cambios en los procedimientos israelíes para proteger a los civiles, advirtiendo que un asalto previsto a Rafah podría causar un desastre humanitario, la administración está avanzando hacia la aprobación de una venta de aviones de guerra F-15 a Israel por US$ 18.000 millones, según dijeron fuentes a CNN la semana pasada. Es decir, que el apoyo estratégico de EE.UU. a Israel no está en cuestión, por lo menos hasta que el proceso electoral no le pase factura a Joe Biden, como ya ha comenzado a suceder.

En el marco de la confrontación israelí en Gaza, se agudizó la rivalidad con Irán, a quien Tel Aviv acusa de apoyar a Hamas y a otras organizaciones político-militares anti sionistas. Esta rivalidad explica el bombardeo israelí que destruyó el consulado y la residencia del embajador iraní en Damasco, hechos que todas las partes reconocen que se trata de una violación extremadamente grave del derecho internacional. Al menos 7 personas murieron en un ataque atribuido a Israel contra el edificio del consulado de Irán en Damasco. Entre los muertos está el general de brigada Mohamed Reza Zahedi, uno de los comandantes de más alto rango de la Guardia Revolucionaria, según informó esta organización perteneciente a las fuerzas armadas iraníes.

Como era de esperar, la respuesta iraní fue contundente; por primera vez Irán lanzó armas (alrededor de 300 drones, misiles de crucero y balísticos) desde su propio territorio hacia el de Israel. Casi todos ellos fueron detenidos por las defensas aéreas: con las considerables capacidades propias de Israel, reforzadas por Estados Unidos, Reino Unido y Jordania.

Como se ha expuesto, el fantasma de la conflagración nuclear es un riesgo permanente. Durante la guerra en Yemen, en 2015, Arabia Saudita compró a Israel bombas nucleares tácticas y las utilizó, pero no parece disponer de ese tipo de armas de forma permanente ni haber dominado su tecnología.

Los expertos militares consideran que Israel es la única potencia nuclear que apuesta por el sacrificio final, por el «Crepúsculo de los Dioses», que reivindicaban los nazis. El mismo Moshé Dayan, ex ministro de Defensa, decía que «Israel tiene que ser como un perro rabioso, demasiado peligroso para que nadie logre controlarlo.»

En ese complejo tinglado del Medio Oriente, Cancerbero hizo su aparición y abrió las puertas del infierno, amenazando con llevarse al averno a justos y pecadores. Por ahora, 15 mil niños gazatíes víctimas del genocidio reclaman que se castigue a sus asesinos.

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