No importa quién y cómo aparecimos por estos lares que llamamos tierra y si somos occidentales u orientales. Desde hace miles de años se nos dictó una ley que por las limitaciones de nuestro cerebro solo interpretamos parcialmente “Procread, multiplicaos y henchid” Y en esas andamos pues la pura verdad es que la tierra ya no nos alcanza y nos va quedando corta. Así que hemos vuelto la mirada hacia el cielo y por supuesto nuestro cerebro hasta el momento no nos ha defraudado y para empezar a entendido que con tierra se nos quiso dar a entender todo el universo y en estos momentos el hombre anda del tingo al tango por el espacio ¿Por qué no la vida en general?
Pero lo primero es lo primero ¿Qué es exactamente el entorno espacial?
Las características únicas del entorno espacial lo definen nuestros sabios como algo diferente del entorno terrestre y con ello incluyen variaciones en la gravedad, la exposición a la radiación, la temperatura, la presión atmosférica, la composición atmosférica y de la superficie, los campos magnéticos y los efectos de distancias extremadamente grandes no solo para nuestro cuerpo sino para nuestra mente también y para todo lo que es vida. Y hay algo más: muchas de estas características tienen propiedades muy complejas e interacciones desconocidas. Por ejemplo, la temperatura del viento solar puede ser de más de 1 millón de K, pero su densidad es tan baja que desde este plasma caliente se transfieren cantidades insignificantes de calor ¡extraño no? Estas características del entorno espacial crean oportunidades notables para el descubrimiento científico sobre los efectos de estos nuevos entornos en animales, plantas, microbios, células, incluso virus, materiales y leyes físicas del espacio, el tiempo y la materia. En general sobre la vida y nuevas características que puedan darse a esta. Pero toda esa alegría demanda también de precaución: esas características únicas que andan por el espacio, a las que la vida y nosotros no hemos sido sometidos, también crean complicaciones y peligros que deben tenerse en cuenta no sólo al realizar investigaciones en el espacio, sino también al enviar equipos y organismos vivos a explorarlo.
Veamos un ejemplo con la microgravedad. La definición de microgravedad es bastante vaga en el uso general. La NASA define la microgravedad como “la condición en la que las personas u objetos parecen ingrávidos”, mientras que la ciencia generalmente define la microgravedad como fuerzas de aceleración inferiores a 10/6 g. Lo que ambas definiciones nos dicen y hablan es de una gravedad variable y a ella ya han sido sometidas en vuelos espaciales objetos y materiales a un análisis como su flotabilidad o sedimentación pero también ya está siendo utilizada para estudiar una variedad de fenómenos, incluidos cambios de fluidos, fuerzas corporales, percepción de la gravedad celular, metabolismo y crecimiento de las plantas y respuesta mecánica, combustión fundamental y seguridad de sobrevivencisa y calidad de vida. Entonces ello permite entender mejores temas como nuestra composición y funcionamiento corporal y enfermedad y salud en diferentes condiciones de gravedad como: la superficie lunar (1/6 g) o Marte (aproximadamente 1/3 g).
Otro elemento que resulta de gran interés es la Radiación: En los entornos de los vuelos espaciales, los organismos y los materiales físicos están expuestos a dosis más altas de tipos diferentes y más dañinos de radiaciones ionizantes que las que se experimentan en la Tierra. La radiación cósmica es el resultado de partículas atrapadas dentro del campo magnético de la Tierra, partículas expulsadas al espacio desde el Sol durante las erupciones solares (eventos de partículas solares o SPEs) y de los rayos cósmicos galácticos (GCR). Los GCR son protones de alta energía e iones pesados de fuera de nuestro sistema solar que también interactúan con los materiales de las naves espaciales para producir partículas secundarias (neutrones). Por lo tanto, la exposición a la radiación representa un peligro importante para las misiones espaciales de larga duración, ya que aumenta los riesgos para la salud no sólo de los astronautas sino también para otros organismos biológicos como las plantas, y el riesgo de daños físicos a los equipos. Pero también puede ser motivo de nuevos hallazgos de composición y funcionamiento antes de lanzarnos a la conquista y colonización del espacio y búsqueda de adaptaciones tanto biológicas como materiales.
Un tercer ejemplo: la Temperatura: Bajo la luz solar directa, la temperatura de un vehículo en el entorno espacial podría alcanzar temperaturas de 150o C (302 F), mientras que en la sombra puede ser tan baja como 270o C (454 F). Los cambios extremos de temperatura provocan expansión y contracción térmica que pueden degradar los sistemas de soporte vital y eso tiene significado para la estructura y composición corporal que debe entenderse, corregirse y protegerse de ello.
Todo ello puede resultar de gran importancia para entender las composiciones atmosféricas no solo de viaje sino de estancia en otros cuerpos celestes, ya que los sistemas biológicos de animales y plantas y las propiedades físicas de los materiales, responden de manera diferente en atmósferas de composiciones de gases alteradas. Dentro de las naves espaciales ya hay intentos muy serios de todo ello, eso ha permitido crear atmósferas seguras, viables y “similares a la Tierra” en términos de composición y presiones de gas. Pero también y constantemente existen efectos e incluso peligros debido a compuestos orgánicos volátiles y CO2 elevado, menor O2, producción de biopelículas, biocorrosión e incertidumbres con respecto a la seguridad en el viaje. Igual cosa sucederá en los ambientes a que lleguemos y criemos, en donde aún de mayor interés serán las consecuencias intrínsecas del metabolismo para los astronautas, los microbiomas y las plantas.
Y cómo estamos en ello de avanzados
Ya se han dado grandes pasos pues, alrededor de nuestro planeta, ya existen plataformas de investigación en ciencias biológicas y físicas y ese entorno espacial incluye un número cada vez mayor de plataformas en el espacio suborbital y en órbita terrestre e incluso dentro de unas décadas, plataformas en órbitas lunares, en la superficie de la Luna, y vehículos considerados en camino a Marte.
Y podemos estar seguros que todo irá por pasos, primero experimentaremos con microorganismos, luego con plantas nuestros tatatarararanietos oirán hablar probablemente (a lo mejor finales siglo XXI) de cultivos efectivos de alimentos y plantas para sustentar la vida fuera de la Tierra, fabricar mejores materiales a partir de recursos lunares o marcianos y reducir los riesgos de catástrofe de especies, quien sabe, parques zoológicos espaciales para el siglo XXII y una exploración espacial más prolongada por parte de humanos o máquinas automatizadas.
La capacidad de escapar de los confines de la Tierra, si la vemos a partir de lo que ha sido nuestra existencia en la tierra, ya está a la vuelta de la esquina.
Lo verdaderamente valioso en estos momentos es que gracias a nuestra capacidad humana de plantear preguntas nuevas y persistentes sobre cómo el entorno terrestre ha dado forma al desarrollo y funcionamiento de los organismos a lo largo del tiempo, así como cómo los organismos vivos se adaptarán y responderán a nuevos entornos espaciales en el futuro, esa conquista es más que factible y eso va, gracias también a ese afán humano inquebrantable de conquistar y meternos en lo desconocido que también dará sus frutos para nuestros filósofos e incluso creo que también religiosos, ya que muchas dudas y preguntas importantes sobre nuestra existencia podrán explorarse y responderse cuando ampliemos nuestra vida al entorno espacial.