Luis Enrique Pérez

Las últimas encuestas que yo conocía sobre intención de voto en la segunda elección presidencial, que se celebrará el próximo domingo 25 de octubre, se habían realizado algunos días después de celebrada la primera elección. Esas encuestas conferían una mayor intención de voto al candidato Jimmy Morales. Una de ellas le confería hasta 73%, y solo 27% a su tenaz e infatigable contendiente, Sandra Torres.

Creí que no habría más encuestas, hasta que ayer se publicaron las cifras de una encuesta de ProDatos, patrocinada por el diario Prensa Libre. Esta encuesta confiere a Morales una proporción de casi 70% de intención de voto, y a Torres, una proporción de casi 32%. Es una diferencia de 38%. Evidentemente esa diferencia puede variar. Empero, si suponemos que, en los próximos días, no ocurrirán sucesos que hasta pueden invertir la intención de voto; y que las encuestas son confiables y que, comparadas cronológicamente, exhiben una misma tendencia de intención de voto, uno puede conjeturar que Morales es el más probable ganador de la segunda elección.

Torres ha dirigido parte de su actividad publicitaria a argumentar que Morales no tiene experiencia en asuntos gubernamentales; y que votar por él sería, entonces, votar por un inexperto. Aparentemente ese argumento no ha influido en la intención de voto. Torres también ha dirigido parte de su actividad publicitaria a anunciar que cooperaría con el alcalde del municipio de Guatemala, Álvaro Arzú, para crear grandes obras (por ejemplo, un servicio de transporte ferroviario urbano, y una autopista periférica metropolitana). Presumo que el propósito ha sido atraer la intención de voto de quienes reeligieron al alcalde Arzú. Aparentemente ese anuncio no ha logrado tal propósito.

No he sabido de alguna encuesta que confiera a Torres una proporción de intención de voto mayor que la conferida a Morales. Tampoco he observado que Torres haya introducido alguna innovación en su campaña electoral, cuyo propósito fuera incrementar notablemente la proporción de intención de voto en favor de ella. La fecunda multiplicación de sus promesas o de sus ofertas electorales no me ha parecido precisamente una innovación. Es explicable que así sea. Prometer u ofrecer no es una hazaña.

No juzgo sobre quién es el mejor o el peor candidato presidencial. Solo conjeturo sobre probabilidad de triunfo electoral, no por ser presunto portador de misteriosas revelaciones proféticas, sino fundamentado en tendencias sugeridas por metódicas encuestas estadísticas que me parecen confirmar lo que empírica y casualmente uno puede observar. Y agrego que importa, evidentemente, no el número absoluto de ciudadanos que votarán el próximo 25 de Octubre, sino el número relativo, es decir, la proporción porcentual de ciudadanos que votará por cada candidato.

Algunos de los llamados “analistas” (y quizá algunos que reclamarían ser llamados “sintetistas”) han mencionado ventajas y desventajas de cada uno de ambos candidatos presidenciales, es decir, Morales y Torres; pero no han pretendido que sean ventajas y desventajas que solo ellos, en el profundo abismo de su subjetividad, perciben en cada candidato. Han pretendido que son ventajas y desventajas que, en un supremo acto de racionalidad, todos los electores perciben o deben percibir.

Es inverosímil que todos los electores perciban las mismas ventajas y desventajas de cada candidato, y las comparen, y luego todos opten por adjudicarle su voto a quien tiene más ventajas; pero es verosímil que cada elector tenga su propia percepción de tales ventajas y desventajas. Por ejemplo, algunos electores pueden percibir que es una ventaja que Torres haya ejercido funciones presidenciales, vicepresidenciales y hasta ministeriales durante el gobierno de la Unidad Nacional de la Esperanza; y algunos pueden percibir que no es una desventaja que Morales haya sido un candidato propuesto por un partido político fundado por militares.

Post scriptum. El probable triunfo de Jimmy Morales demostrará que, finalmente, no importan los programas de gobierno de los candidatos, sino que importan los candidatos.

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