Félix Loarca Guzmán
El pueblo de Guatemala está a pocos días de una nueva farsa electoral, en un escenario atípico dominado por varios escándalos de corrupción en los altos niveles de las instituciones del Estado, que condujeron a la cárcel al Presidente y a la Vicepresidenta de la República, acusados de ser los cabecillas de una banda dedicada a la defraudación aduanera.
En la víspera de la segunda vuelta de la elección presidencial, se percibe en el ambiente ciudadano una sensación de apatía e indiferencia, pues los dos candidatos contendientes, la ex Primera Dama de la Nación, la señora Sandra Torres, abanderada del Partido Unidad Nacional de la esperanza, UNE, y el comediante de la televisión Jimmy Morales, del Partido Frente de Convergencia Nueva Nación, no han logrado despertar el entusiasmo de los votantes.
Por el contrario, han causado una profunda decepción entre el electorado con sus ataques y descalificaciones, así como por la profunda debilidad de sus propuestas de gobierno. Ninguno de los dos candidatos constituye una esperanza de cambio o de progreso social.
Algunos ingenuos piensan que el pueblo está entre dos opciones diametralmente opuestas, pero la realidad demuestra que no hay mayores diferencias entre los dos aspirantes. Al final representan lo mismo. Los dos son apoyados por partidos políticos de derecha, que son lo mismo, aunque con estilos diferentes.
Sin duda, los dos mantendrán inalterable el orden establecido que corresponde a un esquema anquilosado del neoliberalismo, que es la etapa salvaje del capitalismo, con la cual los ricos seguirán siendo más ricos y los pobres todavía más pobres.
Ha sido vergonzoso ver a los dos candidatos someter sus planes de trabajo a consideración de la clase dominante representada por el CACIF, y de un enviado del poder imperial del norte, como tratando de obtener su bendición, ignorando la opinión de los sectores populares, que son los que acudirán a las urnas electorales el próximo domingo.
Sus propuestas de trabajo han sido poco consistentes. En el tema de la salud pública, a ninguno se le alumbró el foco para señalar que el meollo de la cuestión radica en la prevención para evitar que la gente se enferme, y en la implementación desde el nivel parvulario de eficaces programas de educación en salud.