No es un secreto que este gobierno llega en condiciones realmente anormales porque su mandato es atacar de frente la corrupción que campea en todas las instituciones y que ha tejido inmensas y densas redes de operadores acostumbrados a buscar el negocio sin pensar, ni por asomo, en el bienestar de la gente. Cierto es que hubo una “transición” en la que se proporcionó información al equipo entrante de las condiciones en que recibían cada dependencia, pero ninguna de esas informaciones se refirió a la realidad de lo que ocurre y viene ocurriendo desde hace tiempo en toda la administración pública.
Alejandro Giammattei se llenó la boca diciendo que era el mejor proceso de transición en la historia del país, pero en realidad, si se cumple el mandato de los ciudadanos, será sin duda el más difícil porque desmontar las mafias y su modus operandi no será sencillo y se requiere que sean realizadas auditorías profundas en todo el aparato del Estado. En teoría, debiera bastar con pedir informes a la Contraloría General de Cuentas de la Nación, pero ya sabemos el rol que ha jugado esa dependencia y ahora veremos si es cierto eso que han dicho que desean ser parte de la ola de la transparencia. Hechos más que palabras.
El pueblo guatemalteco, al elegir al doctor Bernardo Arévalo, lo hizo con un claro mandato: acabar con esa extendida y enraizada corrupción que viene destruyendo no solo la infraestructura, sino complica a la gente honrada en su día a día, obligando al doble esfuerzo y a miles de guatemaltecos a emigrar porque quieren más para dar saltos de calidad.
De suerte que lo primero tiene que ser lo primero y por ello es que la revisión de los negocios que se hicieron en todos y cada uno de los ministerios, direcciones generales y entidades autónomas es fundamental para cumplir con el mandato de la ciudadanía. Apenas en los últimos días, aprovechando la “misteriosa” caída del sistema informático en Finanzas Púbicas (lo de misteriosa es un decir porque se llegó al colmo de causar la muerte del encargado del sistema) se erogaron miles de millones y también se dejó comprometido al nuevo gobierno con los contratistas que eran los favoritos de la pareja Giammattei y Miguel Martínez.
Los ministros tienen que empezar por revisar esos negocios para ir depurando sus dependencias porque los mafiosos que eran parte del Gobierno paralelo de Giammattei están en todos lados y no será fácil tal depuración. Pero todo empleado o servidor público (empezando por los Contralores) debe saber y sentir que el sistema cambió y que combatir la corrupción es mandato irreversible del elector.