Carlos López
Todos piensan en cambiar el mundo,
pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo.
León Tolstoi
En Guatemala, todo urge. El gobierno que asumirá el 14 de enero no tiene tiempo que perder; deberá iniciar la reconstrucción del país devastado por los anteriores regímenes vergonzosos que hicieron del poder su botín. Cuatro años serán insuficientes para la magnitud de la obra; los funcionarios que se echen la responsabilidad encima deberán trabajar el doble de una jornada laboral, al máximo de su capacidad y poner todos sus conocimientos al servicio del pueblo.
Para diferenciarse de los que se sirvieron del pueblo, es necesario iniciar un cambio estructural; en primer lugar, de la economía, y apoyar con programas sociales a los 15 millones de guatemaltecos que viven en la pobreza absoluta o extrema, en la miseria, que, según la Organización de las Naciones Unidas, equivale al 83 por ciento de la población de Guatemala; como consecuencia de esta espeluznante cifra, según Zeid Ra’ad Al Hussein, alto comisionado de los derechos humanos de la ONU, el 47 por ciento de los niños menores de cinco años padece desnutrición crónica.
Es inaplazable el apoyo a los pequeños comerciantes y empresarios, a los campesinos, a los agricultores que nos dan de comer; también, la creación de empleos y la construcción de obras de infraestructura con la participación de la ciudadanía. Que las personas no tengan que migrar de su lugar de origen, porque se desintegran las familias, se desarraigan las tradiciones, se pierde el amor al terruño. Los exiliados económicos, los héroes que viven fuera del país y aportan en remesas el equivalente del 20 % del producto interno bruto (20 mil millones de dólares, cifra similar a las exportaciones en todos los sectores productivos) son pilares del funcionamiento de la microeconomía; han evitado el colapso del país. A la par de crear un programa de reconocimiento a su labor, hay que emprender el empadronamiento de los 3 millones que viven fuera de Guatemala, pues en la actualidad solo pueden votar 90,708, según datos del Tribunal Supremo Electoral.
El beneficio del pueblo —su principal aliado— debe estar en la mira constante de las acciones del nuevo gobierno, no solo porque fue el que votó en las elecciones por el cambio, por la esperanza, sino porque nada se puede hacer sin su apoyo, sin su participación. A la par de empezar a recuperar el poder adquisitivo de la gente, deben construirse hospitales y centros de salud de manera impostergable. No sólo se mata por hambre a la población, también por falta de atención y de servicios médicos y por los precios inalcanzables de las medicinas. Se debe conformar un sistema nacional de salud que regule e impulse un programa perentorio de atención en las áreas rurales y en las más alejadas del territorio.
El nuevo gobierno debe combatir, desde el primer minuto, de manera incansable, la corrupción, cáncer de la sociedad. Se deben derogar los decretos, acuerdos, convenios, contratos pactados por el narcocleptoteocrático desgobierno de Alejandro Giammattei, que hizo del erario un botín; se le debe iniciar proceso a él y a su pandilla delincuencial por atraco a la nación. También, a todo el poder judicial, para evitar el lawfare. Los buitres que están incrustados en ese perjudicial poder ya demostraron lo que son capaces de hacer maniobrando las leyes, obedeciendo a la mafia del poder. Son, hoy, los principales enemigos de Guatemala.
La educación y la cultura deben ser prioritarias; ambas son la base de la conciencia crítica, liberadora. Son indisolubles; la primera es parte de la segunda. Deben impulsarse al máximo, a profundidad, programas de estudio dignos de la gran, única cultura heredada de nuestros antepasados mayas reconocida en todo el mundo. La cultura no debe verse nunca más como un ornamento, sino como una necesidad. Es la mejor inversión en el pueblo.
Como dice Paulo Freire, «es preciso tener esperanza, pero tener esperanza del verbo esperanzar; porque hay gente que tiene esperanza de verbo esperar. Y la esperanza del verbo esperar no es esperanza, es espera. ¡Esperanzar es levantarse, esperanzar es perseguir algo, esperanzar es construir, esperanzar es no desistir! Esperanzar es avanzar, esperanzar es juntarse con otros para hacer las cosas de otro modo… Es preciso reinventar el mundo, buscar su belleza. Belleza que pasa por nuestra capacidad de imaginar, de crear, de actuar, de transgredir… de comprometernos con la existencia humana, alimentados aquí por la esperanza».
El cambio lo hacen las personas en la intimidad más sola. Los actos nimios provocan revoluciones. Quienes esperan que venga de arriba (del poder de los hombres o del cielo) son cómplices del sistema. Que cada uno desde su trinchera, donde quiera que esté, haga su parte. Sin cacarear. Por amor a Guatemala.