Quedan alrededor de 96 horas para que termine el peor gobierno que ha tenido Guatemala y que provocó ese masivo rechazo de la ciudadanía al sistema político, eligiendo a un candidato que se mostró como opositor al modelo que había reclutado a casi toda la clase política del país. Esas 96 horas son de mucha esperanza para iniciar una nueva etapa, pero también son de mucha desesperación para quienes se resisten a perder los negocios, los privilegios y la impunidad que se llegó a consolidar durante el régimen de Giammattei.
Ya sabemos que los cuartelazos ya no son la ruta favorita de los golpistas sino que se recurre al manoseo de la ley para que, desde los tribunales amañados y parte del régimen vicioso, se puedan dictar medidas que obstaculicen la transmisión de mando. Y si bien no existe ya ningún recurso legal que pueda descarrilar el proceso, si hay muchas maniobras y manipulaciones que van desde la insistencia en anomalías en el resultado electoral, que quieren probar hablando de documentación que perdió la cadena de custodia porque la FECI la arrebató al TSE, hasta acciones extremas que no se pueden descartar como la arbitraria captura de algunos de los principales actores.
Serán entonces horas agitadas en las que los voceros del Ministerio Público desde las cuentas “anónimas” de las redes sociales hagan una y mil advertencias de lo que según ellos se viene. Pero no podemos suponer que se trata únicamente de palabrerío sin consistencia, puesto que los hechos han demostrado que esos netcenteros saben de lo que están hablando. Muchas veces pareciera que ellos son los que van marcando el paso de las acciones antidemocráticas que podemos suponer estarán en el ambiente hasta que se produzca la investidura de las nuevas autoridades.
Giammattei fue a decir a Washington que este proceso de transición ha sido ejemplar y que no tiene antecedes en la historia del país. En lo último tiene toda la razón porque nunca se había visto una etapa de cambio de mando con tanto sobresalto y tanto ataque burdo de los que quieren destruir la democracia y un proceso electoral que fue vigilado por decenas de miles de ciudadanos que, voluntariamente, trabajaron para asegurar la transparencia.
Lo que sí se puede afirmar es que no serán 96 horas de relajamiento para sentarnos a esperar ese futuro mejor que todos queremos. Porque es obvio que ellos harán, como se dice en buen chapín, micos y pericos para dar el manotazo final, aunque sepan que se vendría una reacción ciudadana, esa también sin precedentes.
La Corte de Constitucionalidad ya fijó el rumbo y corregirán cualquier ilegalidad que intenten.