2024 debe ser el año que recordemos siempre por el logro de un gran acuerdo nacional para cambiar nuestro sistema político que terminó destruido por el control que ejerce la corrupción sobre toda la institucionalidad nacional. Los grandes acuerdos no son cosa fácil y las diferencias de opinión o ideológicas pueden convertirse en el gran obstáculo para lograrlos, hecho que aprovechan con mucha astucia quienes logran dividir a las sociedades sembrando la cizaña de la estéril confrontación.
Y decimos que es estéril porque si bien las diferencias de puntos de vista pueden convertirse en un elemento enriquecedor al alejarnos del pensamiento único y totalitario, cuando se radicalizan al caer en el juego de quienes viven de la polarización que crea discusiones innecesarias y hasta inútiles, se vuelven totalmente destructivas. No tiene sentido centrarnos en debatir ideologías o distintos enfoques de la realidad nacional si antes no resolvemos el problema de fondo que es cambiar nuestro modelo político que no tiene otro objetivo ni función que el de enriquecer a los que juegan en la arena de la corrupción.
Saliendo de esa condición que ha afectado tanto al país y ha expulsado a millones de guatemaltecos, será bueno un sano debate sobre las formas de crecer la economía e incrementar la producción para llevar desarrollo a todos los ciudadanos y sus familias. Pero enredarnos en esos temas ahora es caer en el debate que nos relata Samaniego en su fábula sobre los dos conejos que mueren por quedarse discutiendo si quienes los siguen son galgos o podencos. Quienes nos hacen daño en Guatemala son los operarios de la corrupción y el debate sobre qué ideología es la más o menos peligrosa es lo que ha despejado el camino para que los otros hagan y sigan haciendo de las suyas.
Enfrentado el problema de la corrupción, debatir temas ideológicos será útil, pero enredarnos hoy, en este año que empieza, en esos asuntos sirve justamente a quienes ya le han sacado tanta raja a la división que impide que nos centremos en lo esencial, que es agarrar a la corrupción por los cuernos. Miremos objetivamente el manoseo de los temas que hacen en redes sociales quienes tienen el único y exclusivo propósito de mantener el régimen que les facilita robar con total impunidad, asustando con el petate del muerto a medio mundo mediante esa manipulación de las ideas que nos distrae de lo esencial. Vemos a otros que si algo no es lo que ellos piensan, lo descalifican de inmediato.
El gran acuerdo nacional debe ser terminar con las vías de la corrupción y sobre eso es necesario que todos los que no juegan en esa arena lo entiendan y lo asuman como la gran prioridad. Para el efecto, identificar la ruta, los objetivos y las formas debe ser una prioridad en este primer año del nuevo Gobierno.
Mientras haya corrupción todo lo demás sale sobrando porque mantendremos un Estado que falla para lo importante, pero que resulta totalmente útil para quienes juegan en la arena del robo, la corrupción y la impunidad.