Los curas evangelizadores, doctrineros o predicadores –y en concreto el P. Ximénez– no actuaban por iniciativa propia sino en pro de la Corona y de Roma si desaparecían o esfumaban o quemaban (como ocurrió al que yo llamo el “segundo” Popol Vuh) que, indudablemente, debe haber sido más genuino en relación con la cultura quiché, que la transcripción y traducción de Ximénez ya adaptada por ejemplo al Génesis o a la mosaica huida por el Mar Rojo.
El padre Ximénez no hacía sino cumplir órdenes, legislaciones y mandatos españoles y romanos. Y esto ocurrió asimismo y muy eficazmente con fray Diego de Landa -en Yucatán- que arrasó con todo, aunque accidentalmente rescató el único alfabeto “maya-de-Yucatán” -y su grafía- que hoy los rusos emplean para sus descubrimientos lingüísticos y todos los que en ese enredo se inmiscuyen.
En Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, Libro Primero –que trata del Tiempo de la Gentilidad– en el capítulo 1 intitulado “Proemial e introductorio a la historia de aqueste Reyno”, el P. Fray Francisco Ximénez claramente expresa la intención de la falsificadora empresa que piensa realizar y que hoy podría clasificarse como un plagio y apropiación indebida de la propiedad intelectual:
Dice Ximénez en la obra arriba citada, al respecto de lo que vengo sosteniendo:
“Estos libros (como el Popol Vuh) conservan sus memorias y antiguallas y según lo que dice fray Gerónimo Román y el padre Meléndez, en su Historia de Perú, y el ilustrísimo señor don Lucas Fernández de Piedrahita, en la Historia del Nuevo Reino de Granada, Y SE VERÁ ADELANTE EN LA HISTORIA DE AQUESTOS INDIOS DE LA PROVINCIA DE Guatemala: todas son tradiciones del Antiguo Testamento que las conservaron de sus antepasados los israelitas, de quienes estos descienden según la más verdadera sentencia, como muy doctamente prueba el venerable padre y apóstol de aqueste reino Fray Domingo de Vico en la primera parte capítulo 101 de su Teología de Indios (Theologia Indorum) quien habiendo visto algo de aquestas historias (se está refiriendo a textos como el Popol Vuh) sus tradiciones y ritos y hasta la circuncisión, en un exhorto que allí les hace en su misma lengua, para que sigan el culto del verdadero Dios (de Israel), les dice que a Éste es a quien sus antepasados, los del pueblo de Dios, adoraron. Y que a Éste deben adorar ellos como descendientes de aquellos (los israelitas).
Fray Domingo de Vico sobresale en la conquista por haber creado un órgano e instrumento de evangelización perfecto –la Theologia Indorum– para hacer corresponder el Antiguo y Nuevo Testamento israelitas y católicos, con lo que se encontró en el nuevo mundo. Pues ¿de dónde habían salido los indios de estas tierras si en ellas no hubo Génesis ni Edén ni Paraíso ni doce tribus? Y el Popol Vuh que conocemos intenta también en manos de Ximénez cumplir la misma armonización.
Vemos pues que el padre Ximénez, igual que fray Gerónimo Román, Meléndez, Fernández de Piedrahita, De Vico y muchos otros tenían la obsesiva misión de convencer a los indígenas ¡y también a los españoles y a los europeos!, que quichés, cachiqueles, toltecas, aztecas, nahuas o mayas descendían del pueblo de Israel y, en concreto, de una de las doce tribus de Judá. La parte que cito arriba va inserta exactamente unas líneas antes de comenzar a transcribir y a traducir el Popol Vuh que da principio en el capítulo II, del libro primero, de “Historia de San Vicente de Chiapa y Guatemala”, ya citada. Con semejante preámbulo, explicación y tesis teológica ¿qué podemos esperar del texto que nos “transcribirá” el bienintencionado P. Ximénez? ¿Y qué podemos pensar que hizo con el “segundo” Popol Vuh que –precisamente– presentaba a los ojos de la cristiandad historias, parábolas, explicaciones ontológicas, cósmicas y cosmogónicas en franca oposición con Roma?