Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Hace por lo menos un año vengo diciendo que el problema de la deuda pública en Guatemala es explicado de manera errónea por las autoridades que se mantienen insistiendo en que, con relación al Producto Interno Bruto, todavía tenemos niveles de endeudamiento que son considerados manejables por los prestamistas y las entidades internacionales. Yo he sostenido que si bien con relación al PIB el monto de nuestra deuda no genera alarma, cuando hacemos la relación con el nivel de los ingresos fiscales, que sirven para pagar la deuda, estamos en posición de alto riesgo.
Ayer los técnicos de Finanzas fueron al Congreso a hablar del Presupuesto y para justificarse tras haber elaborado una propuesta altamente deficitaria, dijeron que la deuda pública del país todavía es manejable y que podemos seguir recurriendo al endeudamiento como mecanismo para financiar ese déficit. La misma perogrullada de siempre, pero acorralados cuando se les habló de la deuda en relación con los ingresos fiscales, no tuvieron otro remedio, porque no hay otra respuesta, que admitir que ya estamos en niveles críticos que nos ponen en una situación difícil porque no se puede asegurar que podamos cumplir en el mediano plazo con el ‘pago puntual de las obligaciones derivadas de esa irresponsable forma de administrar los recursos.
Lo que pasa es que ni el Ministro ni los “expertos” del ministerio tuvieron nunca los pantalones para decirle a los gobernantes que no se puede seguir la fiesta como hasta ahora, y que tenemos que apretarnos el cinturón. Nadie que haya pasado por Finanzas puede declararse ajeno a los malos manejos que se hacen con el dinero del pueblo porque son precisamente esos ministros los que se encargan de asignar los fondos que luego son desviados. Que no nos vengan ahora a decir que únicamente limitan sus actuaciones al campo técnico, porque todos los que han desfilado por la cartera fueron una especie de celestinas de la corrupción y sin su concurso y complacencia hubiera sido imposible que gentes como la Baldetti hicieran micos y pericos con los fondos públicos.
La deuda externa e interna tiene que pagarse y gracias a la chulada que hicieron con la reforma constitucional en tiempos de Ramiro, resulta que la deuda interna es carísima y obliga a erogaciones muy fuertes porque los préstamos de la banca privada son a tasas de interés elevadas. Y Guatemala, entre lo que se comen los pactos colectivos que elevan anualmente los gastos de funcionamiento, más el pago de la deuda y la corrupción, no tiene dinero para invertir en el desarrollo del país ni de su gente. Por ello, por la irresponsabilidad de esos mediocres funcionarios que son incapaces de hacer valer criterios técnicos porque no quieren perder el hueso, es que el país está en trapos de cucaracha.
Y es que es una legión la de los economistas que estudian su carrera con la idea de vivir toda su vida como burócratas mamando de la teta del Estado. Son esas gentes las que se encubren en el ropaje de expertos, de técnicos, para convertirse en proxenetas que venden su conocimiento a cambio de la estabilidad de un chance. A ellos les debemos nuestra debacle.