Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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La estrategia golpista ha tenido un fracaso tras otro. Ahora da su última y definitiva batalla.

Este rumbo sedicioso se produjo a partir de que fracasó la “convergencia perversa”, esa que estaba constituida por élites empresariales que se aliaron, implícita y en momentos explícitamente, con las mafias políticos criminales. Este fracaso se expresó en el sorpresivo y sorprendente triunfo electoral del binomio Bernardo Arévalo y Karen Herrera. Ese momento marca el parteaguas que destruye los planes de continuidad en el poder que habría fraguado la convergencia perversa mediante un proceso electoral manipulado y se construye así un nuevo escenario político.

A partir de allí, las élites empresariales se dividen. Se distancian de la convergencia perversa quienes habían tomado conciencia que más que aliados, eran rehenes de las redes político criminales. Su distanciamiento es tímido, aunque poco a poco se va haciendo más explícito, pero siempre temeroso y pusilánime. Paulatinamente van tomando conciencia que el progresista Arévalo es la opción para la supervivencia de la democracia y evitar la dictadura de las redes político criminales.

Pese a que determinadas élites empresariales aún no aceptan que “el progresismo” llegue al poder y se mantienen amasados con los criminales golpistas, en general los empresarios están por la democracia. Se rompió la convergencia perversa y, ahora sí, el pacto de corruptos, diáfanamente criminal, se amalgama alrededor de su férrea decisión de evitar que Arévalo y Karen tomen posesión de sus cargos en enero.

A nivel externo, el poder hegemónico en la región incrementa sus presiones para intentar salvar la democracia guatemalteca, sabedores que su “patio trasero” no debe quedar en manos del crimen organizado.  A partir de esta racional comprensión el Departamento de Estado no puede ser más explícito en presionar a los golpistas.

Todos los actores internacionales cierran filas en defensa de la continuidad de la democracia.  Eso incluye diversos gobiernos, así como organismos multilaterales. La OEA ha tirado ya casi todos sus petardos para presionar por el respecto al resultado electoral.  Sólo le queda el recurso extremo de su Carta Democrática.

Pero, sin duda, lo inédito en esta lucha por la democracia ha sido el liderazgo social que han llegado a jugar las autoridades ancestrales de los pueblos indígenas, dispuestos con valentía y arrojo a defender la democracia, a pesar de la condición de exclusión que padecen.

Las clases medias urbanas, en general, también adversan a los golpistas. Pero aún se han mantenido en sus casas. Sería deseable que la dignidad sancarlista que se expresó a través de los profesores y estudiantes universitarios detenidos arbitrariamente pueda empujar a dichos sectores hacia la movilización. ¡Ojalá!

En ese contexto, los golpistas están librando su última batalla. Se ha desnudado por completo que el propósito de todas las maniobras jurídicas hasta ahora intentadas es evitar que Arévalo y Karen asuman los cargos para los que fueron electos. Los argumentos leguleyos con los cuales pretenden sustentar sus acciones son cínicos y groseros. Pero están tan desesperados que han perdido cualquier pudor.  Saben que es ahora o nunca. Se están jugando el todo por el todo.

Veremos si quienes integran la institucionalidad judicial, así como los pocos diputados que aún no han enterrado su decoro se distancian de los criminales golpistas.

 

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