Diseño La Hora/Suplemento Cultural
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Víctor Muñoz
Premio Nacional de Literatura

El Correo de Corazones partidos nos ha traído una carta verdaderamente extraña e interesante.  Nos ha escrito Leonardo (tenemos la sospecha de que se trata de un nombre ficticio) contándonos su triste caso.  Nos dice que es un profesional de treinta y dos años, que disfruta de una muy buena posición económica, ya que trabaja como ejecutivo de una firma importante, que es soltero y que siempre se ha sentido cómodo estando así.  También nos dice que para nada le agrada la idea de atar su existencia con alguien.  Al menos por el momento.

El problema por el que está pasando es el siguiente: hará cosa de un año asistió a un encuentro de basquetbol que se celebraba en el gimnasio del Colegio Británico.  Al poco rato llegó un muchacho y se sentó a su lado.  Como un gesto de cortesía quitó su laptop, que lo separaba del muchacho, de la banca.  Que el juego estaba emocionante, pero que de pronto sintió al muchacho verdaderamente cerca y se sintió turbado.  Que al pasar el vendedor de refrescos le pidió dos; convidó a su vecino y éste le aceptó la invitación. Que iniciaron, entonces, una muy agradable plática, y que llegó a tal punto de agradable la plática que en algún momento le propuso que fueran a tomar café a algún lado.  Este muchacho, quien según Leonardo se llama Andreé (también nos asaltan serias dudas al respecto de que esté usando un nombre ficticio) está por graduarse de bachiller en matemáticas y pronto cumplirá diez y ocho años.

Leonardo nos dice en su carta que no quisiera entrar en mayores detalles (y nosotros somos respetuosos de sus deseos), que sólo quiere confesar que con Andreé han llegado a establecer una relación verdaderamente soñada.

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Nos sigue confiando nuestro buen amigo Leonardo que en su empresa tiene una secretaria particular, y que como las cosas de la vida son así, ya han entrado en intimidades mayores, pero el problema consiste en que ella se ha enamorado de él.  Que hará cosa de dos meses, durante el acto de lanzamiento de un nuevo producto que será introducido al mercado por la empresa para la que él labora, un amigo le presentó a una señora llamada Susana.  Que muy pronto se estableció entre ellos una interesante conversación mediante la cual supo que se trataba de una mujer divorciada; que luego de una invitación a un café pararon, esa misma noche, metidos en un motel.  Que ella tiene treinta y seis años pero aparenta menos y que se trata de una mujer dueña de una madurez verdaderamente admirable.  Nos cuenta este atribulado hombre que todo estaba transcurriendo muy bien hasta el día que decidió aceptar una invitación para cenar en casa de Susana, y que su sorpresa fue mayúscula cuando al llegar se encontró con Andreé, quien es hijo de Susana, y a Margarita, su secretaria, quien es pareja sentimental de Susana, y que a raíz de tal circunstancia, vive con ella.

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Según nos indica nuestro querido Leonardo, la cena fue un verdadero desastre, ya que Andreé se comportó horrible y se puso a hacer «papelones»; que su secretaria se fue a encerrar al baño hecha una pantera; que después de esa desafortunada cena la vida de Leonardo se ha vuelto un tormento porque su secretaria le declaró la guerra; por su parte, Andreé se ha puesto demasiado exigente.  Lo llama a cada rato, lo amenaza con ir a buscarlo a la oficina y en dos oportunidades le ha enviado flores y que lo peor de todo es que ya que le explicó claramente a su madre la situación.  Que la cosa está imposible en la casa de Susana ya que ahora todos están muertos de celos.  Que se trata de una guerra de todos contra todos.  Que Susana también lo llama a cada rato y se ha puesto demasiado exigente.  Que su secretaria hace lo que quiere y termina no haciendo nada y que ahora él ya no sabe qué hacer.

Continúa contándonos el atribulado amigo Leonardo en su sentida carta que decidió buscar ayuda profesional y que acudió a un sicólogo, quien después de escucharlo pacientemente (porque el tipo es un verdadero profesional, nos dice), le aconsejó que lo mejor que podía hacer era hablar seriamente con todos los involucrados en el asunto, cortar, en forma definitiva y tajante, las tres relaciones y buscar nuevos horizontes para su vida.  Leonardo nos comenta que está de acuerdo, que el consejo del sicólogo es lo más juicioso que ha escuchado últimamente, pero que no se decide hacer nada porque presiente que no le va a ser posible cortar con Andreé.  Que verdaderamente tiene el corazón partido.  Dice.

Le rogamos a Leonardo estar pendiente de nuestra respuesta.

 

 

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